Empiezo el año de un modo sobresaliente: leyendo un buen libro. Un libro que me hace reflexionar sobre mi modo de vida, sobre los pequeños gestos de cada día. Un libro que me anima a continuar dedicando mis esfuerzos al cuidado de mi cuerpo, a mejorar la salud de mi familia, a dirigir la enseñanza de las ciencias naturales hacia actividades que ayuden a mis alumnos a reflexionar sobre su modo de vida y, finalmente, a que todo esto ayude en la medida de lo posible a mejorar la calidad del medioambiente.
Otramanera de vivir. Cuando la comida importa fue escrito en el año 2005 por Jane Goodall, reconocida naturalista que ha destacado por sus estudios en el mundo de los primates. Es este un libro de denuncia hacia los sistemas actuales de producción de alimentos y al efecto de estos sobre la contaminación de los ecosistemas. Pero es sobre todo un libro que celebra la acción de individuos aislados y de pequeños colectivos que un día decidieron decir basta y redirigir sus energías y conocimientos hacia la mejora de su vida y la de sus conciudadanos. No vale la pena detallar cada uno de los capítulos del libro, os animo a leerlo.
La mayor parte de los humanos vivimos vidas sencillas llenas de las emociones típicas de cualquier ser humano. Son vidas llenas de trabajo, de la compañía de nuestros seres queridos, de amor, de dolor, de alegrías y tristezas, vidas normales que un día se terminan. Sin embargo, a lo largo de la historia de la humanidad, encontramos biografías de personas únicas por haber tenido ideas únicas.
Muchas veces no podemos saber cómo fueron en su contacto con las personas que compartieron la vida con ellos -algo para mí importante y trascendental- pero sí podemos conocerles ahora por haber hecho algo único que dejaron para siempre al disfrute de aquellos que les precedieron.
Navegando por el Canal de Midi en primavera
Alguien así debió ser Pierre-Paul Riquet, cobrador de impuestos nacido en Besiers que, en el siglo XVII, fue capaz de resolver los problemas que planteaba el proyecto de construir un canal que comunicase el Atlántico con el Mediterraneo. Esta increible obra de ingeniería incluye diversos canales que recorren el sur de Francia y preciosas esclusas para poder superar las variaciones de altitud que se producen en el trayecto.
Llegamos a Varanasi (Benarés) en nuestro comodísimo avión «gran burbuja». En el aeropuerto nos esperaba un taxista de origen nepalí que nos llevó por aquellas calles de tránsito indescriptible: motos, bicicletas, rickshaws, coches, personas, animales…, polución, calor, sudor, olores.. Nos fuimos impregnando de todo aquello mientras observábamos aquella estampa tan habitual en la India.
Por fin nos introdujimos en las estrechas calles del barrio antiguo hasta que debimos descender del auto pues sólo eran transitables en bici, en moto o a pie. A mis pies tuve que observar una de esas escalofriantes imágenes a las que no pude nunca acostumbrarme y que me hacen recordar de modo agridulce aquel viaje. Una mujer estaba sentada en el suelo, con los pechos al aire, un trapo envuelto en su cintura y rapada su cabeza. Llacía allí, en medio del caos. Era una prostituta, la policía les rapa la cabeza cuando las detienen, para «marcarlas», pues el que las mujeres tengan el pelo largo es un signo de decencia… Es terrible, en aquel lugar donde tanta gente sufre, las mujeres y los niños siguen padeciendo aún más los males de la pobreza y del machismo que se combinan creando el peor de los infiernos.
Con esa imagen en mi mente nos introdujimos en las callejuelas donde todo parecía más tranquilo: la gente conversaba en los portales, en los pequeños puestecillos vendían de todo, los niños jugaban y las boñigas de vaca «asfaltaban» el pavimento. (más…)
El otro día contemplábamos por primera vez, con nuestro telescopio, las cuatro lunas de Júpiter. Fue Galileo quien descubrió, hace unos cuatrocientos años, este espectacular sistema de lunas y se suele considerar este evento, históricamente hablando, como un hito importantísimo de la revolución científica que acabaría desplazándonos del centro del universo. La luna es como un farol que nos ilumina, como nos iluminan las velas en la fiesta del farol.
Por desgracia, demasiado a menudo da la impresión que desde entonces estamos cada día más descentrados y que en lugar de comprender mejor quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el universo nos sentimos cada vez más perdidos y desorientados. A cada uno de nosotros nos corresponde volver a interpretar el universo entero desde nosotros mismos para establecer, así, nuestro propio sistema planetario. Pero la mayoría de nosotros quedamos perdidos en medio del universo, como un cometa que vaga sin saber donde o como un simple asteroide atrapado entre las innumerables y indiscernibles rocas que conforman aquella sociedad rocosa llamada cinturón de asteroides.
Según se cuenta, en una ocasión, Diógenes el cínico apareció en la ciudad de noche, con un farol, diciendo: «Busco un hombre honesto». La frase era una denuncia dirigida a sus vecinos, al considerarlos a todos deshonestos -deshonestos consigo mismos, sobre todo-, pero quizás también era una confesión. Es bien difícil reconocer cómo se está perdido en la vida.
Por eso nos gusta tanto la fiesta del farol que se celebra en las escuelas Waldorf en esta época del año. Durante un par de semanas los niños y niñas fabrican parsimoniosamente, con sus propias manos, un farol de papel, al tiempo que el día va haciéndose paulatinamente más corto y la oscuridad invernal va invadiendo nuestras vidas. Quien no se siente abrumado, en ocasiones, por la intensa oscuridad que nos rodea?
Faroles hechos por los niños para la fiesta
Todo parece indicar que nuestras criaturas también viven -quizás más intensamente y todo- esta angustia existencial, esta soledad profunda del ser humano. Aunque sea de una forma totalmente inconsciente -pero no por ello menos intensa-, los niños tienden a sufrir -sobre todo en nuestra sociedad actual- un sentimiento profundo de abandono.
Sin nosotros, los niños y niñas son incapaces de orientarse emocionalmente a la vida. De ahí la importancia de ayudar a nuestros hijos e hijas a buscarse a sí mismos y a encontrarse. ¿Cómo encenderán y mantendrán encendido el farolillo que debe deslumbrarse los interiormente? ¿Quién debe guiarlos a sus primeros pasos en medio las tinieblas de la vida?
Anotaciones de Galileo indicando las posiciones de sus lunas
Por eso es tan importante cantar juntos: «Yo con mi farol y mi farol viene conmigo, arriba brillan las estrellas y aquí abajo brillamos nosotros.» O también: «Yo llevo, yo llevo, por la oscuridad, una luz que el Sol me dio». Canciones sencillas, pero llenas de significado, para todos los que sabemos cuán tenue y oscilante es la llama interior de nuestras emociones, de la que depende nuestro camino en la vida y nuestra felicidad.
Por lo tanto, cantamos … cantamos y vamos en procesión, como los astros, siguiendo nuestras órbitas. Porque a pesar de su apariencia caótica, la vida, como el universo, constituye un verdadero cosmos, una realidad ordenada y profundamente armónica. Es tarea nuestra, en cualquier caso, encender la luz que nos debe ayudar a descubrir el orden que rige el universo – la luz de la inteligencia, como en el caso de Galileo -, así como el farol que nos ha guiar en medio del marasmo emocional que hunde nuestro mundo en las tinieblas -como reclamaba Diógenes. Y una vez encendido, mantener nuestro farol encendido en medio de la oscuridad, para que la luz no se apague. Incluso más allá de la fiesta del farol.
Antes de despedirme de este lugar del mundo, bien para viajar a otro lugar del pasado o bien para describir una experiencia presente, quiero añadir algunas imágenes de la increible flora de la Chapada. Caminar tranquilo observando la naturaleza, a un ritmo natural, a paso de niño diría yo, permite captar los detalles que los coches y otros medios de transporte no nos dejan disfrutar.
Durante nuestra escapada al interior de Bahía aprendimos mucho sobre la caatinga, la mata atlántica y otros tipos de vegetación de la zona. Plantas con infinidad de usos y propiedades que llenan de colorido el paisaje. Aquí os dejo una pequeña muestra de algo que siempre forma parte de mis viajes. (más…)
Teníamos previsto viajar hasta Alagoas desde Sergipe para disfrutar del mar pero los días pasados en la Chapada habían sido tan revitalizantes que sentíamos la necesidad de regresar. Así que decidimos tomar un bus desde Aracajú (Sergipe) para regresar al interior de Bahía. Tras casi ocho horas de trayecto tuvimos que dormir en el «Hotel» Rodoviario de Itaberaba pues no teníamos conexión hasta el día siguiente para viajar a Mucugé en la Chapada Diamantina.
Disfrutando de los paisajes de la CHapada Diamantina cerca de Mucugé
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