Nuestra estancia en la Escuela Caracol no fue una mera visita: fue una experiencia de voluntariado. Mientras nuestros hijos asistían a clase en sus respectivos niveles (que aquí son, curiosamente, por su edad, dos grados por debajo de los que cursan en España), nosotros estuvimos a disposición del Claustro de la escuela desde el primer día que llegamos.

Cuando establecimos contacto con la escuela, nos llamó la atención lo bien organizado que tienen el programa de voluntariado.

Niños jugando en el jardín

Nos remitieron un exhaustivo cuestionario para describir nuestro perfil profesional y las destrezas que tenemos, para poder valorar qué contribución podíamos hacer durante el mes que íbamos a pasar en la escuela. Inmediatamente nos informaron de que solicitarían al gobierno español nuestra certificación negativa del Registro Nacional de Agresores Sexuales, un requisito preceptivo, tanto en Guatemala como en España, para todo el personal que desarrolla actividades en centros educativos, ya sean contratados o voluntarios.

A nuestra llegada a la escuela, la administración nos pasó el Manual de protección de los estudiantes, en el que se ofrecen detalladas orientaciones sobre la convivencia y el contacto físico con el alumnado y sobre la detección y los protocolos a seguir ante posibles abusos sufridos por el alumnado en su entorno social más cercano -uno de los peores males que sufre la población infantil en Guatemala.

Por supuesto, a continuación, firmamos nuestro contrato como voluntarios: así dimos por iniciada nuestra experiencia de voluntariado.

Detalle d ela pizarra de 1a clase

Distribución de tareas en nuestra expeciencia de voluntariado

Después de los trámites administrativos, nos reunimos con Diego, el coordinador de Primaria, quién nos comunicó nuestras tareas para las siguientes cuatro semanas de experiencia de voluntariado.

Myriam se encargaría de apoyar al 3r Grado, el más numeroso, a cargo de la maestra Morelia, una joven maestra de 22 años que asumió la tutoría del grupo a mediados de curso, tras la marcha del anterior tutor. A parte, en el bloque horario para las materias de especialidad, apoyaría al maestro Nacho, en Manualidades, con el tejido. A mi me encargaron asistir a la sesión semanal de Jardinería que tienen una vez por semana cada grado y acompañar a Miss Cecile en las clases de Inglés.

Así quedó conformado nuestro horario, de 8:15 h a 14:30 h, con apenas una sesión de clase libre a la semana y cubriendo todas las guardias de patio, de 10:45 h a 11:00 h, tras el desayuno, y de 13:10 h a 13:45 h, tras el almuerzo. En el desayuno de las 10:30 Myriam permanecía en el aula con la maestra acompañando a los niños y comiendo con ellos. Mientras nosotros colaborábamos, Ernest y Ferran estaban en clase con sus maestros.

Ernest con sus compañeros en las actividades de final de curso

Nuestro día a día en la Escuela Caracol

Pronto asumimos la nueva rutina de cada mañana y empezamos a conocer la Escuela Caracol.

A la llegada, a las 8, mientras los maestros y maestras se reunían para iniciar la mañana con un verso y una breve meditación, nos encargábamos de acoger a los niños y niñas que iban llegando a pie por el sendero que conduce a la escuela.

La maestra de 3a clase recibiendo a su alumnado

Myriam corría al piso superior del aulario principal, al aula de 3r Grado y yo me dirigía al huerto, a preparar los guantes y herramientas para los niños y niñas del grado al que le correspondía esa mañana la clase de Jardinería. Al poco, venían los niños y niñas con su maestro o maestra.

Tras el toque de la campana, los maestros recibían a cada niño personalmente en la puerta del aula. Después, tras encender la vela y decir el verso de buenos días, empezaban las clases.

Ritual del inicio de la sesión de la mañana

Cada día, un grupo venía al jardín. Tras saludarme respetuosamente, entonaban a coro el poema con el que inician la labor en el jardín. A continuación, les explicaba las tareas que realizaríamos durante una hora y media y la maestra o maestro distribuía a los niños y niñas en equipos de labores. Entonces, repartía guantes y herramientas y empezábamos con las labores. Durante la siguiente hora y media, niños y niñas se ocupaban de rastrillar hojas, arreglar los caminillos, recoger las guayabas y los jocotes caídos, rellenar de tierra la compostera, deshierbar las camas del huerto… Un alegre trabajar que sólo cesaban para recitar otro poema y despedirme estrechándome la mano, antes de volver a clase para tomar la refacción.

Después de la «refacción» y el primer patio, empezaban las especialidades.

Un alumno de 5a clase tejiendo a punto de cruz

En Manualidades, Myriam se quedó sorprendida ante la atención y concentración que demostraban niños y niñas a la hora de tejer o de hacer punto, poco después de las locas carreras y persecuciones vividas en el patio. Es algo que ya habíamos observado en nuestros hijos en casa pero, ver al grupo en el aula trabajando así era especial.

Posiblemente lo que más nos ha admirado de este tiempo con los niños y niñas de la Escuela Caracol es la vitalidad y espontaneidad que manifiestan en sus juegos, la ternura y el candor que demuestran ante los adultos y el respeto y devoción que profesan a sus maestros y maestras.

Juegos en la Escuela Caracol

Experiencia de voluntariado para organizar las actividades de final de curso

Después de dos semanas, nuestra rutina cambió con la llegada de la temporada de teatro que organiza la escuela para el final de curso. Poco a poco, nos vimos envueltos en las labores para la confección de vestuario, decorados, ensayos… Cascos y corazas para legionarios romanos, disfraces de animales, hábitos de franciscanos, cascos de vikingos… De todo pasó por mis manos, en la Biblioteca de la escuela, mañana tras mañana. Ayudé, también, a repasar su papel al general romano y al sabio judío, en 6ª Grado, y les expliqué a Teseo y Ariadna, en 5º Grado, cómo el destino se vale de su trágico amor imposible para hacer que se cumpla la voluntad de dioses.

Pau preparando cascos de romano

En 3r Grado, el trabajo de conseguir que dieciséis niños y niñas -algunos bastante inquietos y con dificultades para seguir las pautas de la maestra- cantaran, recitaran y tocaran la flauta todos juntos, a lo largo de cuatro actos, cambiando dos veces de vestuario en 10 minutos, fue todo un reto para Myriam y la jovencísima maestra del grupo. Instalar el telón del teatro y encargarnos de manejarlo durante las representaciones teatrales, día tras día, a lo largo de seis jornadas de teatro, después de terminar las clases, ayudar a los niños y niñas a cambiar de vestuario entre escena y escena… Traer y llevar sillas y bancos al lugar de la representación para el público asistente…

Mucho trabajo, en efecto. Pero muy gratificante. Algo que buscábamos experiementar en nuestro Proyecto Waldorf.

En la actividad de inicio de la mañana

Experiencia de voluntariado en las escuelas Waldorf

En realidad, el papel del voluntariado es fundamental en la mayoría de escuelas Waldorf. Forjadas en el seno de una comunidad, estas escuelas se nutren de las labores y la entrega altruista de muchas personas.

Normalmente, la implicación y colaboración de las familias de la escuela es muy importante. Ferias, fiestas, mercadillos y ceremonias de diversa índole se organizan en las escuelas mediante su colaboración. Pero también la gestión de los más variados asuntos de la escuela pasan por las manos de madres y padres que dedican tiempo a la escuela en áreas como la economía, la administración, el mantenimiento de espacios, la comunicación o la difusión de la escuela, ya sea desde el consejo de administración de la misma o desde alguna de las comisiones que existen para atender labores concretas.

Echando un cálculo a la baja, es posible que en una escuela de tamaño medio, con una estructura participativa, haya al menos una veintena de padres y madres que dedican una media de 5 horas a la semana a labores en la escuela. Eso son unas 100 horas semanales, lo que significa unas 3.600 horas a lo largo del curso (con una duración estimada de 36 semanas). Eso sin contar las horas que invierten el resto de padres y madres en la organización de eventos (3 o 4 por curso, como mínimo).

Ayudando en el montaje y realización de las obras de teatro

También maestros y maestras dedican muchas horas a la escuela, más allá de lo que son sus obligaciones estrictamente educativas, en virtud de su contratación como docentes. Su natural vocación a liderar las escuelas Waldorf -pese al espíritu de estrecha colaboración entre familias y docentes con el que Steiner dio nacimiento a esta pedagogía- hace que dediquen tiempo y energías, en una cuantía difícil de estimar, a guiar el crecimiento y desarrollo de la escuela y a conformar la identidad cultural de la comunidad educativa en la que desarrollan su labor como docentes. 

Esto, sumado a la ardua tarea de creación pedagógica, de interiorización de la enseñanza y el aprendizaje y de comprensión espiritual del desarrollo anímico de los niños y las niñas, convierte su cometido en una tarea casi sobrehumana que, en ocasiones, supera sus capacidades y sus maltrechas fuerzas.

Al fin y al cabo, quizás sea la educación la más noble y titánica de todas las tareas que lleva entre manos la humanidad, sobre todo cuando esta se acomete con un propósito holístico (como un desarrollo pleno del ser humano, en el pensar, el sentir y el hacer), y no como cuando es guiada solamente por finalidades instrumentales o prácticas.

Ferran antes de empezar la representación teatral

Sin ir más lejos, en la Escuela Caracol, maestros y maestras llevan, sin el auxilio de las familias, la carga íntegra de la gestión de la escuela y de las diferentes comisiones, asistidos solamente por el personal de administración y el encargado de mantenimiento. El claustro dedica las tardes del martes a la coordinación pedagógica y las del jueves a la gestión, en el almuerzo de trabajo que comparte el personal de la escuela, en primer lugar, y en la reunión del consejo de administración, después.

Si eso no es poco, añadamos la preocupación por los materiales escolares, muchos de ellos solicitados como donativo a otras escuelas Waldorf del país o del extranjero, para reciclarlos, como las ceras o los lápices, demasiado caros para comprarlos e importarlos de Alemania. 

Lo sorprendente, al final de cada jornada, es que aún tengan fuerzas para limpiar su aula y dejarla lista para el día siguiente.

De hecho, sin la comunidades que las albergan y las sostienen, las escuelas Waldorf posiblemente no existirían. Por eso docentes y familias están llamados a entenderse y cooperar lealmente, propiciando que la gestión económica y la estructura jurídica de cada escuela garanticen el desarrollo de la pedagogía y permitan alcanzar los fines culturales que animan a esta pedagogía.

Algunos de los recuerdos que nos llevamos de la Escuela Caracol

Límites y debilidades de la experiencia de voluntariado

Por supuesto, la dimensión cooperativa asociada al voluntariado tiene sus límites y debilidades.

En primer lugar, es difícil encontrar personas disponibles y dispuestas a comprometerse con una experiencia de voluntariado de forma intensa y duradera en el tiempo. Esto provoca que, si no hay una adecuada gestión y coordinación del voluntariado, muchas tareas y proyectos se diluyan con el tiempo o se pierdan completamente, por falta de continuidad. Hay o puede haber, pues, un cierto grado de ineficiencia.

En segundo lugar, si no hay una guía apropiada por parte de los gestores de la escuela, los voluntarios carecen, a menudo, de orientaciones claras sobre qué deben hacer o cómo deben hacerlo, algo que provoca duplicidades (como repetir iniciativas que ya se desecharon en el pasado), malentendidos, tensiones o discusiones. Hay, por tanto, o puede haber, también, cierto nivel de conflicto.

Por último, en ocasiones hay personas que se acercan a un proyecto como voluntarios, buscando, en realidad, un puesto de trabajo o una oportunidad de negocio. En estos casos, suele ser inevitable que surjan conflictos de interés o, en el peor de los casos, que la persona acogida como voluntaria acabe dañando al proyecto en algún sentido. Hay, pues, o puede haber cierto riesgo de vulnerabilidad.

A pesar de ello, lo cierto es que el voluntariado nutre y aporta energías que son imprescindibles para los centenares de proyectos Waldorf que hay en el mundo. Evidentemente, conviene ordenar y dar forma, con actitud vigilante y capacidad de gestión, a este movimiento altruista para sacar el mayor partido a esta ingente masa de recursos humanos que, voluntariosamente, se adhieren a la pedagogía para permitir que esta crezca y se desarrolle en el mundo.

Almuerzo-reunión semanal de maestros

Al concluir esta experiencia de voluntariado recibimos el agradecimiento de la escuela por nuestra ayuda. Sin embargo, somos nosotros los que sentimos haber recibido un gran regalo durante nuestro tiempo aquí. Posiblemente, el mayor reto social de la pedagogía Waldorf -su mayor aportación al mundo de hoy, más allá de su extraordinaria contribución educativa- sea el de desarrollar comunidades en las que el compromiso y la fraternidad sean valores irrenunciables y señas de identidad que sirvan de luz para una humanidad que camina perdida y confundida entre la mera indolencia y el puro egoismo.

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