Nuestra llegada a San Marcos la Laguna (Guatemala) fue un poco accidentada. Pero la visión deslumbrante, al día siguiente, del Lago Atitlán y de los volcanes que lo envuelven sanó nuestro maltrecho espíritu viajero. Una vez más, comprobamos en nosotros mismos la verdad fundamental de uno de los principios que anima la pedagogía Waldorf: que la belleza natural sana y da alivio al alma humana. Así fue nuestro viaje hasta la Escuela Caracol.
Llegamos a la Escuela Caracol el 25 de octubre, justo para su querida Fiesta del Jocote y los Barriletes. Nuestro primer contacto con esta comunidad educativa fue, pues, en un contexto festivo, con un marcado acento local, ya que esta fiesta no figura en el calendario de fiestas de la pedagogía Waldorf, sino que se asocia a dos elementos que identifican a esta región: el fruto del jocote, que se recolecta en esta época, y los barriletes, las cometas de fabricación casera que confeccionan los niños y que hacen volar entre los árboles, sobre las empinadas laderas volcánicas que flanquean el lago.
Esto nos permitió descubrir, desde el primer día, que habíamos llegado a una comunidad con un arraigado sentido de pertenencia cultural. Día tras día, en nuestra experiencia diaria en la escuela, como voluntarios, esta primera impresión se ha visto confirmada.
La Escuela Caracol y su sentido de pertenencia cultural
Cada mañana, por ejemplo, los maestros y maestras empiezan la clase anotando en la pizarra la fecha y el correspondiente nahual del calendario maya. Los nahuales son veinte entes espirituales asociados a diferentes animales, en la cultura mesoamericana, con cualidades espirituales diversas que se asocian a cada día del calendario. En la Escuela Caracol, los maestros y maestras enseñan a los niños y niñas el sentido espiritual de cada nahual y otorgan cada día un protagonismo especial en la clase a los niños o niñas cuyo nahual (el del día de su nacimiento) coincide con el de la jornada escolar.
Otro elemento que pone de relieve la importancia de la cultura local es la enseñanza del kaqchikel, la lengua propia de la región noroccidental de Guatemala, con apenas medio millón de hablantes, una lengua considerada como en peligro de extinción. El kaqchikel es la primera lengua o lengua materna para la mayoría de los alumnado y de los miembros del equipo docente de la Escuela Caracol. De hecho, oficialmente, el kaqchikel figura como la primera lengua de la escuela, por delante del español y el inglés, aunque su enseñanza se limita a dos horas de clase, por grupo, a la semana. Sin embargo está presente permanentemente en las conversaciones de adultos y niños.
En este sentido, la Escuela Caracol nos parece un ejemplo admirable de cómo la pedagogía Waldorf puede asociarse y desarrollarse en una comunidad de forma respetuosa con la cultura local.
Aunque nació arraigada a la cultura europea, la pedagogía Waldorf tiene una vocación universal y transcultural, humanista y global, capaz de trascender el marco cultural occidental para germinar en otros contextos culturales, gracias al reconocimiento de la dimensión espiritual que aúna al género humano y propicia el desarrollo de su ser en el mundo.
Los docentes de la Escuela Caracol están inmersos en la tarea formativa y creativa de acoger la pedagogía y desarrollarla en su región desde la singularidad de su propia cultura.
Otro elemento muy llamativo de la Escuela Caracol es el social
San Marcos la Laguna es una municipalidad pequeña, con apenas algo más de 3.000 habitantes, cuya población tiene una extracción socioeconómica modesta. Esta circunstancia ha modelado completamente el crecimiento y desarrollo social y económico de la escuela desde su surgimiento, hace unos años, de la mano de una pareja de maestros estadounidenses (Joshua y Courtney).
A día de hoy, la Escuela Caracol es una escuela subsidiada. Ninguna de las familias que se benefician de la educación que aquí se imparte abona la integridad de la cuota escolar, estimada en unos 250 € mensuales. En realidad, solo pagan entre el 7 y el 56 % de la misma. La mayoría apenas paga 18 € mensuales. Los ingresos que sostienen la escuela proceden de padrinos en Europa y Estados Unidos.
Los 89 niños y niñas que asisten a diario a la escuela (33 a Infantil y 56 a Primaria) se benefician, pues, de un entorno educativo digno y saludable que favorece su desarrollo anímico y espiritual, atiende a sus necesidades de socialización y les facilita la maduración de un sentido profundo de autoestima, mediante el desarrollo de competencias sociales, intelectuales y artísticas, la adquisición de destrezas manuales y la maduración del gusto por la belleza y del amor por la naturaleza.
Cada mañana fluye delicadamente, entre lección y lección, entre juegos y carreras. Especialmente nos ha llamado la atención la alegría espontánea que demuestran estos niños y niñas, esa genuina frescura que transmiten estas almas infantiles que no han sido minadas por los hábitos imperantes de la vida ociosa, sedentaria, virtual y consumista de nuestro tiempo. Sorprende la sencillez de sus juegos a la hora del patio: las canicas, los barriletes, las atrapadas y las escondidas. En muchos sentidos, reconocemos en ellos una infancia tierna y cándida que nos resulta casi inédita hoy en día.
Momentos de convivencia en la Escuela Caracol
Los momentos del desayuno y el almuerzo son deliciosos. No solo por la exquisitez de las comidas que preparan las cocineras en la humilde cocina de la escuela, sino por la sutil y cálida relación que se labra en esos momentos en los que maestros y maestras se sientan a comer con sus niños y niñas en el aula y hablan relajadamente.
Por supuesto, la Escuela Caracol no es el cielo. Los niños y niñas, también aquí, tienen riñas y disputas, gestos airados y quejas ostensibles. Pero no es nada que exceda los límites de la vivaz e inquieta naturaleza de los niños y niñas en esta edad. Debidamente acompañados y bajo la amorosa autoridad de maestros y maestras, aprenden a sobrellevar sus enfrentamientos y a madurar un sentido de la justícia y de lo correcto en las relaciones interpersonales.
En el fondo, la Escuela Caracol también tiene debilidades. En primer lugar, sufre la sobrecarga de los maestros y maestras, por falta de manos que les ayuden a llevar la escuela adelante en un entorno social tan modesto, en el que es difícil contar con un apoyo importante por parte de las familias. Padece, también, la incertidumbre que genera la dependencia económica respecto a los padrinos extranjeros. Además tiene dificultades para encontrar maestros o maestras dispuestas a desplazarse hasta este remoto lugar o para formar a maestros y maestras locales, ya que esto implica caros desplazamientos y estancias en México, Estados Unidos o Argentina. Por último, el proyecto educativo de la escuela no alcanza más allá de la Primaria, por lo que la educación de los niños y niñas de la escuela se ve truncada, en cierta medida, sobre todo por las profundas limitaciones de la oferta educativa en Secundaria al alcance de las familias en la región.
Con todo, el empeño y la voluntad de esta comunidad es firme. Trabajan con ahínco por consolidar el proyecto y mejorarlo. La escuela ofrece a los maestros y maestras formación, pero exige, a cambio, un compromiso de permanencia en la escuela por 8 años. Aunque les gustaría desarrollar una Secundaria, son conscientes de la dificultad de la empresa y de su falta de madurez para ello; según les han recomendado especialistas en Pedagogía Waldorf, su equipo docente debería acumular la experiencia, al menos, de dos ciclos educativos completos en Primaria para tener la madurez suficiente para afrontar este reto.
A fin de cuentas, aunando todos los factores que hemos citado, lo cierto es que esta escuela no deja de ser un milagro asombroso, algo tan sorprendente, en muchos aspectos, como la espiral mágica de escuelas repartidas por todo el mundo a la que ha dado lugar, con el paso de los años, la primera escuela que fundó Steiner hace ya 100 años. Si quieres formar parte del PROGRAMA DE APADRINAMIENTO, no dudes en consultar la web de la Escuela Caracol.
En el silencio de la naturaleza disfruto de caminar, observar y escuchar. De ello me nace el pensar, y la necesidad de escribir o dibujar. Mis otras pasiones son la lectura y la enseñanza como destreza comunicativa, al estilo socrático. Viajo en familia: el descubrimiento, la convivencia y el aprendizaje son los ejes de esta experiencia irrenunciable.
Querida familia , gracias por traer estas experiencias y testimonios “al otro lado del charco” . Me ha reconfortado mucho el saber que hay escuelas que con su ejemplo transmiten que la Pedagogía Waldorf no es etnocentrista, y que lo local tiene perfecta cabida en lo cotidiano de la escuela. Es triste cuando las festividades locales relacionadas con la cultura autóctona no se acogen , y también lo es que las mesas de estación se vistan de nieve y de papás noeles en lugares donde nunca nieva y donde San Nicolás no es un referente. Como antropóloga social y cultural siempre he tenido una mirada llena de preocupación ante estas prácticas desconectadas e irrespetuosas con respecto a culturas no centroeuropeas. ¿Por qué Perceval y no Ulises? cuando ambos son narrativas del caminos del héroe (en términos de Joseph Campbell) y vivimos en un país de cultura greco-Romana . O ¿por qué la mitología vikinga y la vasca cuando ambas son celtas. Son preguntas que me acompañan desde hace años al acercarme a escuelas Waldorf de aquí de España. Como ha dicho Christopher Clouder hace poco, Europa tiene que mirar hacia Latinoamérica, porque aquí lo viejo nos está llevando a lo muerto, y en Latinoamérica la vida late con fuerza. Y, esta es una reflexión mía, esto es a pesar de todas las dificultades y violencia que convulsionan nuevamente esas tierras , y no creo que sea casual todo lo que está pasando en Chile, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Brasil,.. coincidiendo con estas realidades que, como esta escuela, ejemplifican otro paradigma desde el que pensar lo social.
No podemos imaginar un sistema en el que educar al niño signifique desarraigarlo de su propia cultura, de su lengua… Sabemos que exiten, han existido y confiamos que sean cada vez menos frecuentes. Por eso defendemos también el uso y la enseñanza de nuestra propia lengua allí donde vivimos. Es maravilloso educar en la multiculturalidad, enseñar otras lenguas, conocer otros lugares -que nos lo digan a nosotros- pero sin menospreciar nuestra propia cultura. Obviamente, hay aspectos culturales que deben ser superados cuando implican desigualdad, exclusión o discriminación, pero confiamos en que los seres humanos podemos ser capaces de proteger nuestra cultura adaptándonos a las nuevas realidades y asegurando la libertad de mujeres y hombres. Todo un reto. Cuando las escuelas saben indagar en su propio entorno para reconocerse, es un logro. Y, las escuelas Waldorf también deben hacerlo. Negar quienes somos lleva a situaciones críticas como las que
No podemos imaginar un sistema en el que educar al niño signifique desarraigarlo de su propia cultura, de su lengua… Sabemos que exiten, han existido y confiamos que sean cada vez menos frecuentes. Por eso defendemos también el uso y la enseñanza de nuestra propia lengua allí donde vivimos. Es maravilloso educar en la multiculturalidad, enseñar otras lenguas, conocer otros lugares -que nos lo digan a nosotros- pero sin menospreciar nuestra propia cultura. Obviamente, hay aspectos culturales que deben ser superados cuando implican desigualdad, exclusión o discriminación, pero confiamos en que los seres humanos podemos ser capaces de proteger nuestra cultura adaptándonos a las nuevas realidades y asegurando la libertad de mujeres y hombres. Todo un reto. Cuando las escuelas saben indagar en su propio entorno para reconocerse, es un logro. Y, las escuelas Waldorf también deben hacerlo. Negar quienes somos lleva a situaciones críticas como las que vemos cada día en las noticias… No es aceptable.
UN fuerte abrazo!