Cualquier excusa puede ser buena para viajar y, esta vez, ha sido colaborar con un programa de intercambio de mi instituto. He acompañado a las profesoras responsables del programa a Estocolmo y a los 63 alumnos de 4º de E.S.O. que viajaban para pasar una semana en casa de otras tantas familias suecas. El intercambio está planeado con diversas actividades para que nuestros alumnos conozcan la ciudad y la vida en este país. No fue fácil decidirme a dejar a mi familia durante una semana en casa pero el esfuerzo bien ha valido la pena.
La nieve del invierno aún se acumula en la Plaza Kungsträbdaren
Aprovechando las vacaciones de Navidad y el buen tiempo de este invierno, nos hemos venido a recorrer durante unos días la provincia de Cáceres. Tras atravesar la península en nuestro coche llegamos a Extremadura. Aunque no hubiera indicativos autónómicos sabríamos que hemos llegado porque la frontera regional recorre, sin duda, el cambio entre las planicies manchegas y los montes graníticos y cuarcíticos de esta autonomía. Es Extremadura un territorio de dehesas, de majestuosas encinas y alcornoques, de prados bellísimos donde pasta el ganado. Pero, además, la provincia de Cáceres está llena de lugares en los que asombrarse con los vestigios prehistóricos y pinturas rupestres, con la arquitectura romana y con los conjuntos medievales, religiosos y renacentistas de sus pueblos y ciudades.
La Plaza Mayor en una mañana lluviosa (Cáceres, 2015)
Es Cáceres una ciudad apretujada. Como ocurre en la parte vieja, las calles más modernas se retuercen más allá de las murallas. El intenso tráfico, los coches aparcados aprovechando el mínimo espacio, el entramado de edificios modernos y algunos jardines, transmiten una sensación algo asfixiante. Sin embargo, cuando uno se decide a pasear por sus calles peatonales y alcanza a la Plaza Mayor, el cuerpo se relaja, los pulmones inspiran el aire fresco y húmedo del invierno extremeño y los ojos se abren fascinados ante la visión de las numerosas torres y murallas que aparecen junto a la Puerta Nueva o Arco de la Estrella.
La historia se muestra en cada esquina. Si las paredes hablasen… (Cáceres, 2015)
Uno duda si sentarse inmediatamente en una de las terrazas a tomarse una caña o continuar callejeando por la ciudad monumental. Llegamos al atardecer y sucumbimos ante la primera opción. Ya era de noche, la decoración navideña invitaba a observar las luces que iluminaban los edificios antiguos, nos sentamos allí y dejamos pasar el tiempo antes de retirarnos al hotel. Las terrazas estaban llenas en este domingo navideño, todo el mundo animado charlaba y soportaba el frío como si estuviéramos en plena primavera.
Centro de información en la Plaza de Santa María (Cáceres, 2015)
La ciudad monumental de Cáceres
Por la mañana nos hemos puesto en marcha temprano, auqnue reposados porque aquí amanece una hora más tarde que en Alicante. En esta fechas del año son muchos los Belenes Monumentales que pueden visitarse en la ciudad. Fascinados observamos las figuritas que recrean diversos motivos relacionados con el nacimiento de Jesús de Nazaret. Nuestros hijos nos preguntan y Pau les responde atendiendo a su curiosidad: qué hacen los pastores? por qué esos soldados cogen a esos niños pequeños? por qué los Reyes Magos traían oro, incienso y mirra?
Detalle de uno de los Belenes que hemos visitado en la ciudad (Cáceres, 2015)
Iglesia de San Francisco Javier (Cáceres, 2015)
La Concatedral de Santa María es punto de encuentro para turistas y creyentes. Subir a la torre cuesta 1 euro (adultos) y bien vale la pena pues las vistas de la ciudad son maravillosas. La escalera de caracol es preciosa y, las campanas, espectaculares. Junto a la concatedral está el centro de información turística, un buen lugar para hacer consultas sobre la visita a la ciudad y otros lugares de la provincia.
Plaza de Santa María (Cáceres, 2015)
Escaleras de ascenso a la torre de la concatedral (Cáceres, 2015)
Hemos hecho la visita como si de un juego de pistas se tratase atendiendo a los nombres de las calles, las torres o las casas solariegas: Torre del Horno, Torre del Aire, Arco de la Estrella, Casa del Sol, Torre de las Cigüeñas, Casa de las Veletas, Casa del Águila o la Casa del Mono. Descubrir los detalles de los escudos heráldicos es ocasión para intentar adivinar los motivos que llevaron a estas familias a diseñarlos así.
Escudos heráldicos en las casas de la ciudad (Cáceres, 2015)
Detalle de la Calle del Mono (Cáceres, 2015)
Y, finalmente, si la lluvia lo permite, daremos un paseo por los Jardines del Príncipe o el Paseo de Cánovas antes de no poder evitar caer de nuevo en la tentación de entrar en cualquier bar a pedir una bebida y tomarnos unas tapas: migas extremeñas, embutidos ibéricos, un buen caldo, croquetas de torta del Casar, zorongollo… Y, para terminar con un buen dulce: pestiños, torrijas o unos huevecillos de pan. Así terminamos, bien satisfechos, nuestra visita a esta ciudad monumental.
Un lugar inmejorable para tomar algo y tapear… aunque llueva… (Cáceres, 2015)
DATOS PRÁCTICOS:
Alojamiento: Hotel Don Carlos (70€/noche una habitación cuádruple con desayuno incluído)
Aparcar el coche: muy complicado en la zona centro, nosotros optamos por un parking asociado al hotel (10€/noche).
Comer: menús de 12€ son habituales en todos los bares y restaurantes cercanos a la plaza Mayor. Platos abundantes y con fundamento. La mejor opción, sin embargo, es tapear: pedir una caña, disfrutar de la tapa y pedir después alguna ración. Ir cambiando de sitio y estirar el tiempo tanto como los niños nos lo permitan. ¡Salud y buen provecho!
Acceso a la ciudad monumental a través del Arco de la Estrella
Nos gusta descubrir ciudades y rincones de nuestro país cuando tenemos la ocasión. Si quieres conocer otros viajes por España puedes consultar aquí. Esperamos que te haya gustado este artículo de nuestra visita a Cáceres. Recuerda, puedes suscribirte a nuestro blog y también podemos vernos en FACEBOOK,PINTEREST, YOUTUBEy en INSTAGRAM.
Washington is different y, la verdad, nuestra llegada a la ciudad fue chocante y diferente. Sin saberlo, habíamos previsto alojarnos en uno de los barrios más problemáticos de la ciudad: Anacostia, al sureste del centro. Al llegar, y darle al taxista nuestra direción… nos miró y nos advirtió de la peligrosidad del barrio: «la policia hace redadas por las noches y dispara a la gente«. ¡Menudo comentario para unos recien llegados! Nos miramos con cara de «my God!» y seguimos adelante.
El atardecer regala imágenes preciosas del Capitolio
Indagando averiguamos que antiguamente, en los tiempos de la esclavitud, aquí estaban las zonas de cultivo donde los esclavos trabajaban en las plantaciones de tabaco. Situado a las afueras de la ciudad, al sur del río Anacostia, hoy sigue siendo un barrio poblado por afroamericanos enteramente y es cierto que nos sentíamos permanentemente observados como si fuesemos marcianos acabados de llegar a este planeta. Sin embargo, tras la intimidación inicial, nos sentimos cómodos y felices de haber conocido esta zona de la ciudad. Visitamos el barrio sin problemas y resultó tener un valor histórico muy importante.
Douglas se retiraba a esta casita para escribir y reflexionar
Mira hacia lo alto y sorpréndete. A cada paso que des en la Gran Manzana te vas a sorprender. El diseño de Nueva York es único y, aunque creas que no lo es, cuando dejes la ciudad te darás cuenta. La echarás de menos, añorarás esta ciudad. Cada barrio y cada rincón guardan sorpresas para el viajero deseoso de impregnarse con el espíritu dinámico de New York. Aparentemente nada tienen en común el Barrio Chino y Greenwich Village, el Financial District y Upper West Side, el Bronx y Brooklyn, pero todos se conectan entre sí creando un continuo de ambientes interesantes y particulares. La sensación es que siempre estás alucinando en la Gran Manzana.
Vistas de la ciudad desde Brooklyn
Para el extranjero es fácil moverse por la ciudad. Son muchas las cosas que puedes hacer en la ciudad y en el estado de New York. Comunicarse es sencillo y los que hablamos español lo tenemos muy fácil pues nuestro idioma es realmente la segunda lengua de esta ciudad. El castellano le va pisando los talones al inglés y es evidente en todos los carteles informativos que suelen aparecen en ambos idiomas. Mucha gente habla español por la calle y muchos trabajadores te atienden en su lengua materna cuando escuchan tu acento latino. La diversidad étnica de la ciudad es uno de sus mayores atractivos: gentes de todo el mundo, múltiples idiomas y culturas conviven en esta ciudad.
Observando a los newyorquinos en Central Park
Con la mochila a la espalda decidimos nuestra ruta para estos días en la ciudad. Es difícil perderse en una ciudad tan cuadriculada y ordenada. Es sencillo utilizar el metro cuya información puedes descargar en la web oficial y utilizar el mapa en tu móvil con toda comodidad.
Nada más llegar a Nueva York una se siente desbordada por toda la energía que aquí fluye incesantemente. Son tantas las personas, hay tanto tráfico, son tantos los turistas… Taxis, autobuses, camiones enormes y, desde hace un tiempo, cada vez más bicicletas y algunas zonas peatonales. Central Park consigue canalizar toda esa actividad a través de los caminos y senderos que actúan como un filtro purificante para todos los que se pasean entre las sombras de sus hermosos árboles o descansan sobre las extensas zonas de fresca hierba.
Paseando por las avenidas de Nueva York
Los sonidos de la ciudad se amortiguan y los rascacielos desaparecen. Cuando viajas a Nueva York en verano, el calor va a ser uno de tus enemigos. Planificar actividades «indoor» te va a ayudar a disfrutar de la ciudad sin tener que sofocar el calor y el bochorno de esta ciudad.
Lo reconozco, creo que la primera vez que oí hablar de Venezia fue gracias a los Hombres G. Eso me delata. Hay datos en nuestra biografía tan simples como ese que dicen mucho de nosotros: nuestra edad, nuestro pais de residencia, el sistema educativo que cursamos la educación primaria, el tipo de juegos que compartíamos, las películas que veíamos o la música que escuchábamos.
La primera vez que viajé allí tenía 17 años y me fui con mi hermana y una amiga en un viaje de estudios organizado por un instituto de una ciudad cercana en el que sobraban plazas. Mi madre nos dejó: siempre nos dejaba. Mi madre era una mujer temerosa en otros aspectos de nuestra vida. Por ejemplo le costaba mucho dejarnos salir tarde por la noche, eso estaba casi prohibido. Pero viajar… hacer viajes… eso era posible siempre que la economía familiar lo permitiese. Y así hicimos un largo viaje en bus, en pleno invierno, para llegar al Lido veneciano. Humedad, brumas, frío y carnaval! Era carnaval! La ciudad tenía un aspecto misterioso y fascinante. Pasamos tres días comiendo bocatas de atún en cualquier rincón y descubrimos muchos rincones sorprendentes y mágicos.
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