En nuestros viajes por el mundo, uno de los elementos comunes a todas nuestras escapadas, es la búsqueda de entornos dedicados a la enseñanza de las maravillas del mundo natural . Espacios creados por el ser humano que combinen el afán por recuperar y proteger ciertos lugares con el deseo por divulgar los más bellos secretos de la Madre Tierra. Se trata así de desarrollar nuestra empatía hacia ella y nuestro interés por promover su conversación.
Seres humanos que se sumergen en la naturaleza sin molestar (Escocia, 2014)
Hace ya mucho tiempo que Rachel Carson escribió su dulce y delicado libro Sense of wonder al que ya dediqué un post hace tiempo. Su visión poética y su amor por la naturaleza acrecentaron en nosotros el deseo por seguir disfrutando de las pequeñas cosas que nos ofrecen las playas, los bosques, los ríos o cualquier lugar que no haya sido alterado drásticamente por nuestra especie. Conocer el mundo natural es un deber para todos.
En nuestro último viaje a Estados Unidos visitamos el estado de Maine: queríamos conocer los lugares que aquella mujer ayudó a conocer y a proteger con sus investigaciones. Su incansable esfuerzo por divulgar la necesidad de combinar la protección de la naturaleza y la presencia de los seres humanos de una manera equilibrada la convirtieron en unos de los referentes de la lucha conservacionista a nivel mundial. Su objetivo era que fuéramos conscientes de cómo nuestras acciones alteran la vida del resto de seres vivientes, propietarios, como nosotros, del hábitat en el que desarrollan su vida.
Bosques en el Queen Elizabeth Forest Park (Escocia, 2015)
¿Qué tienen en común esos lugares que permiten la presencia de personas sin olvidar un estricto respeto por el entorno natural? Hoy vamos a intentar contestar esta pregunta y os vamos a describir seis lugares maravillosos que sin duda deberían servir de modelo para el diseño de espacios naturales con vocación de ser verdaderas «aulas en la naturaleza». Si no podéis viajar hasta ellos, no dudéis en visitar sus páginas web y conocer el interesante trabajo que llevan a cabo. Podríamos decir que comparten ciertos rasgos como, por ejemplo, estos:
1. Estos lugares piensan en los niños y en los mayores. También facilitan el acceso al entorno a personas con dificultades físicas de manera que todos podamos disfrutar allí.
2. Tienen una extremada sensibilidad ecológica por lo que desarrollan iniciativas y actividades para promover la conservación del entorno.
Talleres para todas las edades (The Wild Center, 2015)
3. Destacan por su sensibilidad artística y combinan aspectos científicos, creativos y humanísticos buscando el crecimiento holístico del ser humano.
4. Utilizan elementos naturales, generalmente sencillos, para crear espacios de juego, descanso y reflexión en medio de la naturaleza.
5. Suelen tener círculos de amigos y voluntarios que dedican una parte de su tiempo a colaborar en su mantenimiento.
Paneles en el P.N. Galápagos (ecuador, 2013)
6. Desarrollan importantes labores de formación y educación en las comunidades locales donde se ubican.
7. Los espacios museísticos no suelen ser demasiado grandes pero sí de extremada calidad y calidez.
8. Tocar está permitido, oler, escuchar, ver, sentir… Siempre buscan desarrollar nuestra sensibilidad y crear vínculos afectivos con el lugar que quieren salvaguardar.
Es fácil tropezarte con los habitantes del lugar
(Rachel Carson Wildlife Refuge, 2015)
9. Te hacen reflexionar sobre otro modelo de crecimiento que también es posible. Cada uno de nosotros somos responsables de llevar adelante un cambio necesario allá donde sea que vivamos.
10. Hacen que te sientas feliz y maravillado. Desarrollan en ti tu sentido del asombro (your sense of wonder).
Cuando viajas a lugares perdidos en el mundo puedes creer que vas a «ninguna parte», que allá no habrá nada, pero después compruebas que los humanos hemos llegado a casi todos los rincones del mundo y allí siempre hay gente de la que aprender, tradiciones que descubrir y naturaleza con la que maravillarse.
El Parque Omora se encuentra en isla Navarino, al sur del Canal Beagle, a pocos kilómetros de Puerto Williams. Muy cerca del lugar donde el Capitán Fitz Roy desembarcó para devolver a su tierra a tres indios fueguimos que había secuestrado un año antes con el fin de «educarlos» en Inglaterra. En ese mismo barco llevaba al joven Charles Darwin en su vuelta al mundo. Ya en su diario podemos leer sus impresiones sobre aquellos magníficos paisajes glaciares y la vegetación austral que los tapizaba.
Arte en los carteles del Parque Omora (Puerto Williams, 2013)
Lo más maravilloso de este lugar que es gestionado por el Centro Universitario de la Universidad de Magallanes en Puerto Williams es que muestra al visitante el fascinante mundo de los vegetales más simples y primitivos de nuestro mundo. Aquellos que pasan casi siempre desapercibidos y que en estas latitudes alcanzan una diversidad asombrosa. Líquenes, musgos y hepáticas crean mágicos bosques de ensueño que harían las delicias de los enanitos y gnomos más resistentes al frío. Los senderos conducen a través de estos bosques húmedos y si ponemos atención pueden descubrirse animales escurridizos que están habituados a vivir sin ser molestados por la presencia de las personas. Un mundo natural casi mágico…
La muestra de líquenes, musgos y hepáticas es
sobresaliente (Parque Omora, 2013)
Cuando la familia Alvarado decidió iniciar la limpieza del basurero en que se había convertido el campo abandonado que había junto a su casa, probablemente no podían imaginar que aquel lugar acabaría convirtiéndose en un lugar de referencia para los amantes del arte y de la naturaleza en Ushuaia. Situada en la cara sur del extremo más meridional de los Andes, esta ciudad es el centro neurálgico de las comunicaciones en el Canal Beagle. Ha crecido de un modo poco planificado y por sus laderas se van extendiendo los nuevos barrios de casas humildes. Los tendidos eléctricos cruzan las calles, el viento sopla casi permanentemente y el sol calienta poco, incluso en verano. Las vistas al canal son espectaculares y, al sur, se divisan las bellas montañas de isla Navarino y otros islotes que pertenecen a Chile.
Puerta de acceso al Bosque Yatana (Ushuaia, 2013)
Según nos contaron, aquel lugar abandonado estaba lleno de restos de papeles, plásticos y vidrios rotos. Era lugar de encuentro para borrachos y drogadictos que buscaban donde ocultar su triste existencia. Pero fue pasando el tiempo y fueron sacando basura de aquel lugar y llevando hasta allí la sensibilidad y el amor hacia la naturaleza y el ser humano. Además se inició la recuperación de las señas de identidad de los primeros habitantes del territorio: los onas. Los indios fueguinos habían desarrollado toda una cultura que les permitía sobrevivir en aquellas tierras inhóspitas con una sabiduría ya olvidada.
Espacios para la relajación y la creación (Bosque Yatana, 2013)
El Bosque Yatana es hoy un lugar bello y relajante en el que las lengas (hayas endémicas) y otros árboles aún jóvenes crecen cubriendo el espacio de sombras que, en otoño, se transforman en un bello tapiz de hojas anaranjadas y amarillentas. Talleres de pintura, de escultura y de danza, rituales de hermanamiento con el mundo natural y otras muchas actividades convierten a este lugar en un recuerdo imborrable para nuestra memoria.
La vinculación con la cultura ancestral está
muy presente en el Bosque Yatana (Ushuaia, 2013)
Son pequeñas sus islas pero es ingente el trabajo que se viene realizando aquí para conservar los tesoros naturales que atesoran. Si serán capaces de hacer coexistir el creciente turismo con la protección del mundo natural es algo que aún no sabemos pero, sin duda, están esforzándose porque así sea. Este es uno de los puntos del planeta que más llaman la atención a los que gustamos del mundo natural porque recorrer este territorio es sin duda un auténtico gozo. Un espectáculo con mayúsculas.
Centro de interpretación de la Isla de Santa Cruz (Ecuador, 2013)
Centro de interpretación de la Isla de San Cristóbal (Ecuador, 2013)
En cada una de las islas habitadas y que pueden tener acceso los turistas, se realizan cursos de formación de monitores y guías naturalistas. Además, son numerosas las campañas informativas para los ciudadanos que han de seguir unas normas bastante estrictas respecto al consumo de agua, el reciclaje de residuos y el uso de diversos recursos. Se explica también de la historia geológica de estas bellas islas, de su diversidad biológica, y otras particularidades. Se desarrollan planes de desarrollo contando con los ciudadanos que las habitan, pero sin olvidar la protección del patrimonio natural. Un modelo que esperamos prospere y crezca, un ejemplo a seguir en múltiples sentidos.
En Isla Isabela convivir con las especies
autóctonas es habitual (Ecuador, 2013)
Hacen falta recursos para montar un parque dedicado a la difusión de las ciencias naturales. Pero además hace falta buen gusto y mucho trabajo para montar actividades interesantes y atractivas. En este parque forestal hay un pequeño museo en el que se hacen talleres dirigidos a niños y adultos. Pero lo más interesante son las rutas accesibles que se han diseñado en el bosque compaginando el arte y la creatividad con la observación de la naturaleza. Siempre utilizando materiales naturales han creado diversos espacios, para el juego y la contemplación, realmente inspiradores.
Jugando en el bosque (Queen Elizabeth Forest Park, 2014)
Museo en elQueen Elizabeth Forest Park (Escocia, 2014)
Decenas de senderos para recorrer a pie o en bicicleta. Cascadas, arroyos y riachuelos que aparecen inesperadamente. Observatorios para aves y mamíferos. Para atraer al público más aventurero y atrevido hay además una ruta aérea para conocer el bosque lanzándose en tirolinas, atravesando el bosque con cuerdas y pasarelas. Dentro de las actividades GoApese puede conocer el bosque de un modo emocionante y con la adrenalina corriendo por nuestras arterias.
Zona de juegos (Queen Elizabeth Forest Park, 2014)
Zona de alimentación controlada para facilitar la observación
Una de las mejores cosas de viajar es descubrir lugares sorprendentes e inesperados que te fascinan. Llegamos a Tupper Lake invitados por Pam a través de «couchsurfing«. Era una tarde lluviosa y fría y las montañas Adirondack aparecían cubiertas de bruma. Estas son las montañas más elevadas del estado de New York y se caracterizan por sus densos bosques, lagos y lagunas bellísimas. Pasamos una jornada memorable invitados en un preciosa casa de madera junto al lago y, por la mañana, siguiendo las indicaciones de la madre de Pam nos dirigimos al Wild Center. Lo que en el pasado fue un campo arrasado por la deforestación es hoy un día un monumento a la conservación.
Caminado como ardillas por el bosque (The Wild Center, 2015)
Lo que pensábamos que sería un sencillo museo era en realidad un proyecto riquísimo y atractivo: una fundación en la que muchas personas y entidades participan. Este tipo de inicitivas son muy comunes en Estados Unidos: un grupo de personas ponen su dinero y su tiempo, buscan subvenciones y ayudas económicas, trabajan como voluntarios para hacer realidad algo que podría parecer una quimera. Si el tema prospera se contrata personal y se convierte en un negocio.
Materiales para descubrir el mundo natural (The Wild Center, 2015)
Nos fascinó todo el museo. A mí, especialmente, la sala con los materiales didácticos para el estudio del mundo natural. Armarios llenos de sorpresas, cajones con muestras de todo tipo para jugar y aprender. Eran preciosas las reproducciones de hongos, por ejemplo. Los modelos de esqueletos de diversos animales, los puzzles y tantas otras cosas para experimentar y descubrir. El sueño de cualquier persona que se dedique a la enseñanza de las maravillas de nuestro planeta.
Caímos como moscas en la tela de la araña gigante (The Wild Center, 2015)
Sin duda, el broche de oro a la visita fue el paseo por el bosque. Ascender entre los troncos huecos, creados y diseñados para poder subir a las alturas. Ya sea por tu propio pie, con un carrito de bebé o en silla de ruedas, todo el mundo puede disfrutar de ese paseo entre las copas de los árboles del bosque septentrional americano. Robles, pinos, sauces…. Al final del paseo nos esperaban dos sorpresas increíbles: un enorme nido de águila en el que sentirte como una de esas majestuosas aves y una espectacular tela de araña elevada a una decena de metros sobre el suelo en la que jugar y saltar bajo la supervisión de la araña gigante propietaria de esa obra de arte.
Todo el entorno está diseñado con creatividad y
rigurosidad (The Wild Center, 2015)
Y para finalizar, probablemente, el más sencillo y humilde de los parques y reservas que hemos recogido en esta entrada de hoy pero no por ello menos importante. Rachel Carson y sus refugios para la vida salvaje se merecen un centro de interpretación mejor diseñado, con una mejor exposición sobre la vida y obra de esta bióloga-escritora, con mas información sobre las amenazas que destruyen cada día los humedales y zonas costeras de todo el planeta. Con su humildad, este lugar transmite la esencia de lo que Rachel Caron fue: una persona sencilla e inteligente, capaz de escribir con dulzura sobre los ecosistemas que tan bien estudió y conoció. Ella vivió en Maine la mayor parte de su vida pero también recorrió otras zonas de Estados Unidos en sus proyectos de investigación y para documentarse en sus escritos.
Cultivando nuestro «sense of wonder» con Rachel Carson
La visita al centro de interpretación incluye el paseo por un sendero de un kilómetro de longitud en el que se explican los delicados equilibrios que coexisten en este lugar donde las aguas dulces de los ríos se encuentran con el mar en sus grandes desplazamientos mareales que tienen lugar cada día. El bosque que se recorre es joven pues sufrió, hace pocas décadas, una intensa deforestación -como la mayor parte de la costa este de Estados Unidos. Es desde hace poco tiempo que ha comenzado a recuperarse.
Después de haber visitado los bosques chilenos, no podíamos evitar hacer comparaciones pues estos árboles parecen poca cosa frente a aquellos majestuosos árboles centenarios. Pero es ilusionante comprobar como la protección de extensas áreas del territorio y una gestión consciente están ayudando a crear bosques que en pocas generaciones serán impresionantes. Nuestro mundo natural está lleno de espacios diversos y debemos aprender a valorar todos ellos en su diversidad.
Sendero que recorre el bosque en recuperación
(Rachel Carson Wildlife Refuge, 2015)
Como nos recuerda aquel dicho «dejemos a nuestros hijos un mundo mejor del que heredamos«. En estos seis lugares que hoy hemos intentado descubriros están trabajando a conciencia para que así sea. La mayor parte de ellos hacen pagar al visitante: cobran por aparcar, o por acceder a las instalaciones o por participar en algunas de las actividades. Para nosotros puede parecernos extraño porque en nuestro país no estamos habituados a pagar y colaborar en el mantenimiento de estos lugares.
Los humedales son lugares sensibles y únicos (Maine, 2015)
Los turistas debemos contribuir en la protección de los espacios natuarles que visitamos, del mismo modo que pagamos por una buena comida, un museo o por ir al cine… Pero además, como habitantes de un territorio, cualquiera de nosotros puede contribuir de múltiples maneras: recuperar campos abandonados, diseñar aulas para el estudio de la naturaleza, crear rutas eco-culturales, rescatar usos tradicionales… Ojalá que poco a poco, frente a al ansia urbanística, aprendamos a aprovechar mejor las zonas urbanas que ya hemos asfaltado y dejemos el mundo natural a salvo.
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Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
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