Uno de los mayores atractivos turísticos de Irlanda es el célebre Book of Kells, una joya del miniaturismo medieval del siglo IX. Elaborado, seguramente, en el scriptorium de la Abadía de Iona, en Escocia, fue salvado de las incursiones vikingas con el traslado de la comunidad de monjes al monasterio de Kells.
El libro incluye una copia ilustrada de los Evangelios. Según los expertos, debía estar destinado al culto más que a la lectura, ya que a diferencia de las ilustraciones, que son de un detalle y una elaboración exquisitas, el texto contiene numerosos errores y omisiones.
Para los que vivimos en este tiempo de la revolución digital nos resulta sumamente difícil ponernos en la piel de aquellos monjes que copiaban e ilustraban, con paciencia infinita, libros que muy pocos leerían. Dedicar meses, años e, incluso, a veces, toda una vida a transcribir e ilustrar un libro era algo que requería una disposición, una abnegación y una vocación especial. Sólo quien asumía la labor como un encargo divino o quién reconocía el valor inmortal de los libros estaba en condiciones de consagrarse a esta sacrificada y, a menudo, anónima labor.
Las páginas del Book of Kells son de vitela, piel de cordero que era preparada en los propios monasterios para usarla como papel, al ser una materia prima más accesible para los monjes. En todos los monasterios tenían becerros para obtener leche, carne y, también, para aprovechar la piel. Se estima que para hacer el Book of Kells se sacrificaron más de 150 terneros.
Otro secreto de los scriptoriums eran los pigmentos que se usaban para los abigarrados y coloridos diseños de las miniaturas. El arte de los miniaturistas era un prodigio de delicadeza, creatividad y pulcritud.
La película de animación El secreto de Kells recrea la extraordinaria historia de la creación de esta obra maestra del arte medieval. Aunque la película se toma algunas licencias narrativas que no son fieles a la historia, en su conjunto describe con esmero, lirismo y primor el culto a la belleza que animaba a estos artistas en un tiempo en el que las preocupaciones de la mayoría eran el hambre, las pestes o las guerras. El mensaje y la estética de la película son excepcionales. Una pequeña joya para vuestra filmoteca, tanto para niños como para adultos.
Un detalle bonito de la película es el homenaje que rinde, mediante uno de sus personajes (un gato), al célebre poema gaélico Pangur Bán. Este poema anónimo, compuesto en la abadía alemana de Reichenau, es atribuido por algunos a Sedulius Escoto, uno de los eruditos irlandeses errantes que recorrieron Europa dirante los siglos VIII y IX. El poema está dedicado al gato del poeta y traza un paralelismo gracioso entre el arte de cazar ratones del gato y el de cazar palabras del poeta.
En nuestro viaje por Irlanda, la visita al Book of Kells fue una parada imprescindible. Guardado en la Old Library del Trinity College de Dublín, ir a verlo nos permitió visitar la soberbia biblioteca de la universidad, del siglo XVIII, cuyo espectacular Salón Principal alberga más de 200.000 libros antiguos de incalculable valor (de los 750.000 que contiene toda la biblioteca), como da prueba de ello el proyecto de 75 millones de euros destinado a restaurar y conservar este inmenso patrimonio bibliográfico.
Aprovechando nuestra estancia en Dublín visitamos otras dos magníficas bibliotecas: la Marsh Library, situada junto a la catedral de San Patricio, y la Chester Beatty Library, junto al Castillo de Dublín.
En la primera admiramos una vasta colección de libros clásicos y de temática diversa, procedente de la suma de varias colecciones privadas, la principal del arzobispo Marsh. En la segunda nos entretuvimos a contemplar las fabulosas exposiciones dedicadas a la escritura en las civilizaciones china, japonesa, india, islámica y cristiana.
Del gusto irlandés por la lectura no solo dan testimonio sus bibliotecas, también sus cuatro escritores laureados con el Nobel de Literatura (Samuel Beckett, Georges Bernard Shaw, William Buttler Yeats y Seamus Heaney), junto con una larga nómina de escritores universales (Jonathan Swift, Oscar Wilde, Bram Stoker, etc.) y otros autores contemporáneos de reconocido prestigio internacional. De todos ellos dan cuenta los muchos tours literarios que callejean a diario por la ciudad. De hecho, Dublín está llena de referencias y citas de estos autores y muchos lugares están asociados a su biografía o quedaron reflejados en sus obras, de modo que cualquier amante de la literatura encuentra en Dublín, en muchos sentidos, una ciudad de novela.
Irlanda, además, es un país lleno de librerías. Cualquier pequeña ciudad tiene una o dos de ellas, con una amplia y variada muestra de libros.
Fuera de Dublín, por toda la isla, se encuentran las ruinas de muchísimas abadías y monasterios. Sujeta al yugo inglés, la amplia comunidad monástica de Irlanda sufrió en el siglo XVII los efectos de la decisión de Enrique VIII de cerrar y expropiar todos los monasterios y abadías. Como consecuencia de ello, el mundo espiritual que alumbró el Books of Kells se extinguió definitivamente. Trasladado al Trinity College, el libro quedó como un mero rescoldo del intenso fuego espiritual que iluminó Irlanda antaño.
La influencia de los monjes y eruditos irlandeses fue enorme, durante la Edad Media. Un ejemplo de ello fue John Eriúgena, un eminente teólogo y filósofo que desarrolló en la corte carolingia un pensamiento panteísta de raíz neoplatónica que resultó fundamental para el devenir del pensamiento occidental, influyendo sobre autores posteriores como Giordano Bruno, Baruch Spinoza o Hegel.
Existe, de hecho, un debate sobre la influencia de la espiritualidad celta, profundamente enraizada en la naturaleza, en el cristianismo irlandés. El devenir cíclico de la naturaleza y su interpretación como fuerza espiritual sanadora y restauradora fue asociada por esta tradición, bajo la influencia neoplatónica, como fuerza creadora divina y devenir histórico del espíritu. Ambos elementos, una vez secularizados, dieron origen a las bases intelectuales para el estudio moderno de la naturaleza y la historia.
Es difícil desligar la historia de Irlanda de su trasfondo espiritual. En nuestro viaje tuvimos ocasión de conocer su viva tradición cultural, de gran arraigo popular en el ámbito de la música y el baile, especialmente. Pero también pudimos visitar los restos de muchos lugares reservados al culto, desde sobrios oratorios hasta amplios complejos monásticos. En todos ellos, el culto a Dios va de la mano del culto a la belleza y la integración armónica dentro del paisaje natural de Irlanda.
Esta tradición de amor a la tierra y a su naturaleza se ha mantenido viva en Irlanda hasta nuestros días. Un ejemplo de ello lo encontramos en los versos de John O’Donohue, el poeta que expresó bellamente el sentido de pertenencia que arraiga en el pueblo irlandés:
Este poeta, filósofo y teólogo, cuya tumba visitamos en nuestra visita al Burren, recopiló la sabiduría latente en la espiritualidad celta en su bestseller internacional Anam cara («amigo del alma», en gaélico), un exótico compendio que aúna el legado espiritual celta y otras tradiciones filosóficas y espirituales del resto del mundo, con una clara vocación sincrética.
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En el silencio de la naturaleza disfruto de caminar, observar y escuchar. De ello me nace el pensar, y la necesidad de escribir o dibujar. Mis otras pasiones son la lectura y la enseñanza como destreza comunicativa, al estilo socrático. Viajo en familia: el descubrimiento, la convivencia y el aprendizaje son los ejes de esta experiencia irrenunciable.
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