En nuestra ruta veraniega hacia Galicia hicimos dos paradas muy interesantes: Teruel y Burgos. Visitar Dinópolis en pleno verano implica que, al llegar a la zona de aparcamientos pienses: «¡Imposible hacer la visita con este calor!». Sin embargo, cuando entras en las instalaciones te das cuenta que sus diseñadores tuvieron este factor muy en cuenta -y también el frío del invierno- haciendo que casi todo el recorrido y las exposiciones se encuentren dentro de dos grandes pabellones.
Ya sabemos que viajar es una de las mejores fuentes de aprendizaje o, probablemente, de las más estimulantes… Desde niños, cuando viajamos experimentamos el gozo del descubrimiento, de la sorpresa. Recuerdo mis visitas, acompañada de mis padres, a Burgos, Santiago de Compostela o León, entre otras ciudades que permanecen en mi recuerdo infantil. Después vendrían París, Brujas, Viena o Roma, entre otras. Ahora somos nosotros los que acompañamos a nuestros hijos y disfrutamos junto a ellos de recuerdos y nuevos descubrimientos.
Nuestra visita a Granada estuvo en gran medida planificada ante la insistencia de Ernest y Ferran por conocer «el mundo de los moros». Ahora juegan mucho a caballeros, dragones, moros y cristianos. No dudamos que nuestras fiestas tradicionales de «Moros i Cristians» estimulan en gran medida su imaginación. La ciudad de Granada ofrece recompensas en cada rincón, es muy agradable pasear por ella y permite aprender algunas de las historias que suscitan sus hermosos edificios, el nombre de sus calles y plazas.
Antes de llegar a la ciudad de la Alhambra nos detuvimos en Lorca para comer. Allí ya identificaron las primeras diferencias respecto a nuestro pueblo. La gran cantidad de mujeres vestidas con sus largas túnicas que además cubrían su cabeza con sus velos y pañuelos llamaron su atención y, cuando les explicamos que eran «moras» sus ojos se abrieron como platos, expectantes y convencidos de estar llegando a su mundo de fantasias. Por todas partes de intuía la presencia de una gran comunidad atendiendo a las tiendas y comercios destinados a estos clientes.
Empecé a despertar aquella mañana tras un delicioso desayuno con «una meravigliosa spremuta di arance rosse, le sanguinelle«. En aquella casa se sentía la alegría de aquella madre que recibía a su hijo tras muchos meses. Sonaba el piano en el salón iluminado por el sol. Casi podría haberme ido a la cama a dormir nuevamente porque aquel ratito ya justificaba haber vivido aquel día. Pero no fue así, obviamente, aquella isla estaba esperándome para descubrirla y yo quería exprimir cada hora al máximo.
Hoy hace una año iniciábamos nuestra estancia en las Islas Encantadas. Así aparecen ahora nuestro recuerdos, como encantados, porque la combinación de sensaciones, colores, sonidos, imágenes y emociones nos hacen complicada la descripción de las experiencias que vivimos allí a lo largo de aquellas cuatro semanas. Casi me atrevería a decir que visitar aquellas islas debería ser una visita obligada para los amantes de la naturaleza y, sobre todo, para aquellos cuya sensibilidad hacia el mundo natural está poco desarrollada. Aqui os dejamos nuestros recuerdos de las islas Galápagos.
Mapa de las islas dibujado en una pared de Puerto Villamil
Vivir o viajar? Y por qué no ambas cosas… Puede ser la vida cotidiana como nuestra vida cuando viajamos? Seguramente en muchos aspectos no, pero en otros muchos sí. Esta es la reflexión que nosotros planteamos en nuestra charla en el II Encuentro de Familias en Ruta. Hay personas que se sienten atrapadas en su vida cotidiana y que viajan para huir, otras tienen pánico a salir de su hogar -y aún más si es acompañadas de niños pequeños- por eso, cuando viajan, procuran hacerlo con todos los elementos bajo control intentando emular aquello que tienen en casa. Hay otras personas que han hecho del viaje su modo de vida o de su vida todo un viaje. Como alguien decía: ¿vivir para viajar o viajar para vivir? O mejor, ninguna de las dos cosas…
Cuando Ernest tenía apenas 18 meses y Ferran ya empezaba a crecer en mi interior, decidimos escaparnos a un paraíso cercano. Aquel invierno nos habíamos calzado las botas en muchas ocasiones para patear las montañas de nuestra provincia: el Maigmó, el Penyal d’Ifach, el Cabeço, el Menejador… Nos habíamos puesto en marcha nuevamente disfrutando de los paisajes alicantinos y nuestras piernas querían pisar otras tierras y decidimos dar el salto para ir a la Isla de La Palma en las Canarias.
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