Ya sabemos que viajar es una de las mejores fuentes de aprendizaje o, probablemente, de las más estimulantes… Desde niños, cuando viajamos experimentamos el gozo del descubrimiento, de la sorpresa. Recuerdo mis visitas, acompañada de mis padres, a Burgos, Santiago de Compostela o León, entre otras ciudades que permanecen en mi recuerdo infantil. Después vendrían París,  Brujas, Viena o Roma, entre otras. Ahora somos nosotros los que acompañamos a nuestros hijos y disfrutamos junto a ellos de recuerdos y nuevos descubrimientos.

Nuestra visita a Granada estuvo en gran medida planificada ante la insistencia de Ernest y Ferran por conocer «el mundo de los moros». Ahora juegan mucho a caballeros, dragones, moros y cristianos. No dudamos que nuestras fiestas tradicionales de «Moros i Cristians» estimulan en gran medida su imaginación. La ciudad de Granada ofrece recompensas en cada rincón, es muy agradable pasear por ella y permite aprender algunas de las historias que suscitan sus hermosos edificios, el nombre de sus calles y plazas.

Antes de llegar a la ciudad de la Alhambra nos detuvimos en Lorca para comer. Allí ya identificaron las primeras diferencias respecto a nuestro pueblo. La gran cantidad de mujeres vestidas con sus largas túnicas que además cubrían su cabeza con sus velos y pañuelos llamaron su atención y, cuando les explicamos que eran «moras» sus ojos se abrieron como platos, expectantes y convencidos de estar llegando a su mundo de fantasias. Por todas partes de intuía la presencia de una gran comunidad atendiendo a las tiendas y comercios destinados a estos clientes.

En Granada nos alojamos en un apartamento que alquilamos a través de airbnb. Como familia, este sistema de alojamiento, junto el intercambio de casas o el couchsurfing son grandes opciones que nos permiten reducir gastos y alojarnos en el centro de las ciudades que visitamos. Desde nuestro agradable y céntrico piso se divisaban la catedral de Granada y podíamos ir a pie a todas partes. Además las líneas de bus urbano que te llevan a la Alhambra paraban a menos de 100 m de casa así que rápidamente nos sentimos cómodamente instalados. El único problema fue «alojar» a nuestro coche pues en esa zona de la ciudad es imposible aparcar si no tienes mucha suerte. Finalmente optamos por el parking del Mercado de San Agustín donde había algunos descuentos interesantes.

Pasamos una mañana visitando la Catedral  y las tumbas de los Reyes Católicos en la Capilla Real. Es inevitable quedarse sobrecogido ante aquellos sepulcros de plomo que albergan los restos de Isabel y Fernando. El paso del tiempo, la historia en mayúsculas, la muerte inevitable, el sentido de la vida… Una vez más reflexionamos sobre nuestro modo de vida y la necesidad de organizar nuestro tiempo para hacer aquello que nos gusta y estar con quienes nos sentimos felices. Cada día es una nueva oportunidad que no hay que desaprovechar.

La historia y la arquitectura fueron las protagonistas de la mayor parte de las preguntas de nuestros niños.  La visita a la catedral y a la gran mezquita suscitaron curiosas e inocentes cuestiones sobre las diversas religiones; no podemos pensar que había conciencia en ellos sobre qué es una religión pero sí sintieron que el ambiente en aquellos lugares condicionaba su comportamiento y obligaba a su autocontrol y «recogimiento». Sin duda lo que más atrajo su atención y más expectativas generó fue la Alhambra. En el momento que la divisaron desde el Mirador de San Nicolás quedaron impresionados, al igual que nosotros.

La tarde era perfecta. El momento del año, ideal. Sierra Nevada estaba nevada y lucía imponente. Los árboles habían reverdecido tras el invierno y los bosques caducifolios estaban espléndidos.  Las torres y almenas, la Alcazaba, los jardines… eran un imán para nosotros. Los niños no saben de historia del arte pero tienen una sensibilidad innata que les hace apreciar, si se les da la posibilidad, la belleza. La creatividad es una de sus capacidades más destacables por lo que para ellos estos acontecimientos son fuente de inspiración que después desarrollan en sus juegos, dibujos y otras creaciones plásticas.

A la mañana siguiente nos dirigimos a la Alhambra y pasamos el día recorriendo sus estancias maravillados ¿De dónde sacan estos pequeñajos tanta energía? Aquel lugar es «un parque de atracciones de la historia». En cada rincón había detalles que despertaban su curiosidad y nosotros intentábamos responderles siempre. Corrían y jugaban por los jardines y disfrutábamos juntos con tanta belleza. En la Alcazaba hicieron realidad su sueño de sentirse como caballeros medievales y en el Palacio de Carlos V jugaron a perseguir las pelusas de las semillas de los chopos que parecían copos de nieve en aquel día soleado.

Sin duda, el mejor momento del día,  fue la visita a los Palazios Nazaríes: el Palacio de Mexuar o «Cuarto Dorado», el Palacio de Comares o «Corte Oficial» y el Palacio de los Leones o «Harén», el Salón de los Abencerrajes, el Peinador de la Reina, etc.  Toda aquella creatividad, aquel derroche de sensibilidad, el colorido, las formas, los juegos de luces, los reflejos en el agua, el sonido de las fuentes y canales, el movimiento del agua, las sombras y la geometría. Hicimos nuestra visita leyendo una guía elaborada especialmente para niños -y, por qué no, también para adultos-. A cada sombra nos cobijábamos y aprovechábamos para  de algunas leer las historias y leyendas que envolvieron la vida de los reyes del Reino de Granada. Para finalizar, tras un sencilla comida, nos paseamos por el Generalife, admiramos aquellos jardines y nos perdimos entre sus laberintos de arreyanes.

La última tarde regresamos al Albaicín,  por el barrio judío y morisco. Merendamos dulces árabes de pistacho, almendras y azúcar de caña. Tomamos té moruno y compramos algún recuerdo. Subimos y bajamos por aquellas calles laberínticas, nos preguntábamos cómo será la vida en esos cármenes con sus frescos jardines y casas ocultas tras sus blancos muros, rememoramos lecturas que nos transportan al siglo XV -como el Manuscrito Carmesí de Antonio Gala y Boabdil de Antonio Soler- que narran los últimos años del Reino Nazarí y las desventuras de Boabdil, el último rey de Granada.

Nos alejamos de la ciudad admirando la sierra y sus imponentes cumbres mientras rememorábamos la leyenda que explica por qué se llama así el pico más alto de aquellas montañas. El final del Reino Nazarí está lleno de luchas y sufrimiento humano. Boabdil -tras su destierro en las Alpujarras- acabó viajando al actual Marruecos, como hizo su tío el Zagal, hoy sus restos yacen en XXX. Su padre en cambio murió poco antes de que los Reyes Católicos entraran en Granada y dicen que fue sepultado en las cumbres nevadas que coronan la vega de la ciudad.  «Allí quedó, fundido con la tierra por la que en tantas ocasiones había luchado desaforadamente, el padre de Boabdil. No se dejó ninguna lápida ni señal que pudiese identificar el lugar. El Zagal no deseaba que aquella tumba pudiera convertirse en un recuerdo permanente a su hermano o en un lugar de peregrinación de rebeldes y sediciosos. Y así, aunque el eligió el anonimato y deseó borrar la huella de Muley Hacén de la memoria de los granadinos, con el tiempo el monte entero fue recordado para siempre con el nombre de su hermano, y todos, cristianos y árabes,  lo llamaron Mulhacén» (Antonio Soler, Boabdil).

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