Washington is different y, la verdad, nuestra llegada a la ciudad fue chocante y diferente. Sin saberlo, habíamos previsto alojarnos en uno de los barrios más problemáticos de la ciudad: Anacostia, al sureste del centro. Al llegar, y darle al taxista nuestra direción… nos miró y nos advirtió de la peligrosidad del barrio: «la policia hace redadas por las noches y dispara a la gente«. ¡Menudo comentario para unos recien llegados! Nos miramos con cara de «my God!» y seguimos adelante.
El atardecer regala imágenes preciosas del Capitolio
Indagando averiguamos que antiguamente, en los tiempos de la esclavitud, aquí estaban las zonas de cultivo donde los esclavos trabajaban en las plantaciones de tabaco. Situado a las afueras de la ciudad, al sur del río Anacostia, hoy sigue siendo un barrio poblado por afroamericanos enteramente y es cierto que nos sentíamos permanentemente observados como si fuesemos marcianos acabados de llegar a este planeta. Sin embargo, tras la intimidación inicial, nos sentimos cómodos y felices de haber conocido esta zona de la ciudad. Visitamos el barrio sin problemas y resultó tener un valor histórico muy importante.
Douglas se retiraba a esta casita para escribir y reflexionar
Mira hacia lo alto y sorpréndete. A cada paso que des en la Gran Manzana te vas a sorprender. El diseño de Nueva York es único y, aunque creas que no lo es, cuando dejes la ciudad te darás cuenta. La echarás de menos, añorarás esta ciudad. Cada barrio y cada rincón guardan sorpresas para el viajero deseoso de impregnarse con el espíritu dinámico de New York. Aparentemente nada tienen en común el Barrio Chino y Greenwich Village, el Financial District y Upper West Side, el Bronx y Brooklyn, pero todos se conectan entre sí creando un continuo de ambientes interesantes y particulares. La sensación es que siempre estás alucinando en la Gran Manzana.
Vistas de la ciudad desde Brooklyn
Para el extranjero es fácil moverse por la ciudad. Son muchas las cosas que puedes hacer en la ciudad y en el estado de New York. Comunicarse es sencillo y los que hablamos español lo tenemos muy fácil pues nuestro idioma es realmente la segunda lengua de esta ciudad. El castellano le va pisando los talones al inglés y es evidente en todos los carteles informativos que suelen aparecen en ambos idiomas. Mucha gente habla español por la calle y muchos trabajadores te atienden en su lengua materna cuando escuchan tu acento latino. La diversidad étnica de la ciudad es uno de sus mayores atractivos: gentes de todo el mundo, múltiples idiomas y culturas conviven en esta ciudad.
Observando a los newyorquinos en Central Park
Con la mochila a la espalda decidimos nuestra ruta para estos días en la ciudad. Es difícil perderse en una ciudad tan cuadriculada y ordenada. Es sencillo utilizar el metro cuya información puedes descargar en la web oficial y utilizar el mapa en tu móvil con toda comodidad.
Nada más llegar a Nueva York una se siente desbordada por toda la energía que aquí fluye incesantemente. Son tantas las personas, hay tanto tráfico, son tantos los turistas… Taxis, autobuses, camiones enormes y, desde hace un tiempo, cada vez más bicicletas y algunas zonas peatonales. Central Park consigue canalizar toda esa actividad a través de los caminos y senderos que actúan como un filtro purificante para todos los que se pasean entre las sombras de sus hermosos árboles o descansan sobre las extensas zonas de fresca hierba.
Paseando por las avenidas de Nueva York
Los sonidos de la ciudad se amortiguan y los rascacielos desaparecen. Cuando viajas a Nueva York en verano, el calor va a ser uno de tus enemigos. Planificar actividades «indoor» te va a ayudar a disfrutar de la ciudad sin tener que sofocar el calor y el bochorno de esta ciudad.
Hay muchas maneras de preparar «un viaje por libre», es decir, un viaje en el que ninguna agencia o empresa especializada organiza tus desplazamientos, actividades y horarios y tampoco establece los lugares donde dormir, comer o comprar. El viaje por libre por excelencia es aquel en el que el viajero sale de casa con muy pocas decisiones tomadas, quizá únicamente la región del mundo que quiere descubrir y, a veces, ni eso. Ese viajero no suele llevar una guía de viajes en la mochila y se deja llevar por los acontecimientos y experiencias que el periplo va suscitando.
Hay otro tipo de «viajero por libre»: aquel que le gusta ser su propia agencia de viajes. Este viajero disfruta, desde el momento en que ha tomado la decisión del viaje, de organizar su escapada. Lee, investiga, traza una posible ruta, busca alojamientos por internet, consulta las redes para saber cuáles son los lugares más interesantes para visitar, contacta con foros y cierra un presupuesto.
Tras la erupción del volcán Calbuco el pasado 22 de abril he estado pensando en los volcanes que he visitado en mi vida viajera. Haciendo este repaso me he dado cuenta de que los volcanes han sido una de las excusas para visitar muchos lugares. Nunca me había parado a pensarlo pero realmente he pisoteado unos cuantos y he de reconocer que siento una cierta atracción por ellos. El volcán más grande del Sistema Solar está en Marte y se llama Monte Olimpo en recuerdo al Olimpo de nuestros dioses griegos. Es un volcán inalcanzable, por supuesto, que sólo podemos observar gracias a bellas fotografías de nuestros telescopios espaciales. Es tan grande que solo al compararlo con nuestras grandes montañas podemos imaginar cómo debe ser de enorme.
Los volcanes generan magnetismo en los seres humanos. Nos cautivan con su simetría y belleza majestuosas. Cubiertos de nieve o de cenizas dejan ver su forma cónica a través de las nubes que muchas veces se arremolinan en sus laderas. Guardo un recuerdo especial de los últimos volcanes que vimos en nuestro viaje De Tierra del Fuego a las Galápagos. Quizá por ser todos ellos volcanes «jóvenes» y activos, quizá por los lindos recuerdos que conservo en mi mente.
Pero hay algunos otros que me vienen a la mente. Aquí os dejo «mis recuerdos más cenizos».
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