En nuestra segunda jornada en la Green Meadow Waldorf School de Nueva York, teníamos previsto iniciar la mañana con la lección de Historia en 7º Grado. Pero, una vez en la escuela, nos encontramos con que 6º, 7º y 8º grados tienen un ensayo en el patio para la fiesta de San Miguel, prevista para ese mismo viernes. Rápidamente, los tres grupos se distribuyen en la explanada que da acceso al recinto de la escuela. Moverse de una actividad a otra, viajar, es habitual en estas escuelas.

Los de 8º Grado, dirigidos por su tutora y la maestra de Música, se distribuyen por la escalera de acceso, sentados, con los instrumentos de percusión: tambores, timbales, triángulos, xilófonos, triángulos… incluso con un gran gong. Mientras, dirigidos por su tutora y por el maestro de Movimiento, los de 7º Grado se ubican en semicírculo, en la explanada, cada uno con un tubo de bronce en la mano de un metro de longitud, preparados para interpretar una coreografía. Y, a un lado, siguiendo las instrucciones de su tutora, los de 6º Grado se esconden en el interior del cuerpo de un gran dragón hecho de cartón y tela.

La actividad es dirigida por la maestra de Música, quien hace a los de 8º Grado interpretar un ritmo ancestral, de carácter tribal. Al mismo tiempo, explica a los de 6º y 7º Grado cómo deben moverse por la explanada. Mientras el maestro de Movimiento les va dando indicaciones sobre cómo enfatizar, con el movimiento del cuerpo, el dramatismo de la interpretación.

Ensayo tras ensayo, la interpretación mejora, desvelando una danza ritual para conjurar el mal que acecha a la comunidad, representada por el dragón, quien ronda amenazadoramente a la tribu. El clímax dramático se produce cuando el dragón penetra y rompe la comunidad reiteradas veces. Es entonces cuando la comunidad reacciona enérgicamente y de forma coordinada para rodear al dragón y darle muerte.

Se trata de una actividad cooperativa y rítmica que sugiere la lucha del ser humano contra el mal, una celebración que se lleva a cabo en las escuelas Waldorf de forma diversa a comienzos de octubre, asociado a la festividad de San Miguel

San Miguel y el Dragón en la Escuela Waldorf de San Cristóbal

En este caso, la danza tribal me recuerda aquella otra oscura y terrible que muestra la novela El señor de las moscas, una historia con una enseñanza profunda: que el mal no es una fuerza extraña y ajena que amenaza a la humanidad, sino una desconocida y oculta fuerza que emerge de su interior.

En las escuelas Waldorf, el curso se inicia recordando la necesidad de librar este combate interior contra el mal, fin último de la educación y la cultura como medio para la elevación de la humanidad al reino luminoso del espíritu, lejos del reino oscuro del instinto y la violencia.

Tras esta actividad, cada grupo retorna a su aula para retomar el ritmo de las clases. Los chicos y chicas de 7º Grado, una vez en el aula, responden a su maestra, la profesora Winnie Stern sobre los temas sobre los que han estado hablando en las últimas clases: Asia, Marco Polo y Gengis Khan.

La mañana en las escuelas Waldorf suele empezar con un ejercicio rítmico que da paso a una clase extensa con el tutor o tutora que se adecua al periodo que les ocupa, ya sea matemáticas, lengua, geografía, historia… que es desarrollado durante varias semanas de forma monográfica.

En este caso, 7º Grado empezó el curso con un periodo sobre Geografía e Historia, mediante los viajes de Marco Polo. La profesora, mediante una breve alocución, recuerda lo tratado y anota en la pizarra las tareas pendientes del alumnado. Mientras ella habla, la clase es un hervidero, puesto que chicos y chicas se aprestan a seguir con sus trabajos para tener listas las tareas en la fecha prevista.

Una de las aulas de la escuela de primaria de la Green Meadow

Sin apenas transición alguna, la profesora empieza a explicar la diferencia entre la vida en la junga y en las praderas. Parece que nadie la escuche, de tan ocupados como están con sus tareas. Algunos pasan a limpio textos sobre Marco Polo o Gengis Kahn, otros se ocupan con un recortable. Cada dos por tres se levantan a por materiales en los más diversos rincones del aula. Pero lo más sorprendente es el silencio que guardan, mientras la profesora habla.

De repente, la profesora les interpela con una pregunta: “¿Por qué os gusta viajar?” Y ellas y ellos, que parecían tan ausentes, responden raudos: “Por conocer otra gente” o “Para conocer otras culturas”. Ella, de nuevo, les pregunta: “¿Por qué creéis que viajó Marco Polo?” Ellas y ellos responden: “Para comerciar” o “Por negocios”.

Marco Polo for kids

La profesora les explica que, en la misma época de Marco Polo hubo otros grandes viajeros que partieron de sus tierras por otras motivaciones, de carácter espiritual, como Ibn Battuta, un célebre viajero tangerino  que partió en peregrinación a la Meca a los 21 años y que acabó visitando medio mundo durante las siguientes tres décadas. Con pocas palabras, la maestra evoca un famoso sueño que tuvo Ibn Battuta, estando en el Cairo, en el que era trasladado por los aires por un gran pájaro hasta la Meca. De alguna forma, la maestra quiere transmitir a su alumnado que la experiencia del viaje no es solo física, sino también espiritual. Esto es, precisamente, lo que quisieron transmitir aquellos grandes viajeros en las narraciones que dejaron para la posteridad.

Pasando nuestro tiempo en la Green Meadow Waldorf School

La explicación de la maestra, llena de descripciones sugerentes de los lugares y experiencias, combina sensaciones con datos precisos y rigurosos sobre la cronología de los viajes o los lugares que visitaron aquellos viajeros. Hablando de los mundos de Marco Polo e Ibn Battuta, por ejemplo, la maestra aprovecha mi presencia en el aula para cuantificar la distancia que existe entre Europa y África. Cuando les digo la distancia que hay entre Alicante y Algeria, la maestra lo compara con la distancia que hay entre Nueva York y Washington D.C. Cuando les digo que el estrecho de Gibraltar apenas mide 14 km, ella les explica que es la distancia que existe entre la escuela y una localidad vecina. Algunos alumnos resoplan: quizás algunos recorran una distancia mayor cada día para ir a la escuela. Viajar no siempre es recorrer largas distancias.

Marco Polo: el descobridor de les meravelles d’Orient

El alumnado, a pesar de estar muy ocupado en sus labores, sigue la explicación con sumo interés, preguntando cuando tienen dudas con algún término o con algún dato que les sorprende.

Cuando la explicación finaliza, el alumnado sigue trabajando, pero el clima se relaja. Poco a poco empiezan a hablar entre ellos. La maestra, mientras, empieza a llamarlos uno a uno y les prueba y ajusta con agujas la túnica que tendrán que vestir para la fiesta de San Miguel. El clima es agradable. Los minutos transcurren en un ambiente familiar. Cuando terminan sus trabajos, cada uno saca su almuerzo y espera a que el resto termine. Es entonces cuando la maestra se dispone a leer un capítulo de la lectura que llevan entre manos. Cada día, durante el almuerzo, les lee un capítulo. Escuchan, de nuevo, con interés.

Tras la lectura, la clase finaliza y todos salen al patio. Para nosotros, viajar haciendo real este proyecto, está siendo una oportunidad para conocer mejor la manera de trabajar de estos maestros y su alumnado.

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