Ayer iniciamos el otoño con una visita a la playa. Amaneció con un densa niebla, fenómeno frecuente en esta ciudad rodeada de humedales y ríos que sufren la inundación de las mareas del Pacífico. Como el pronóstico era bueno decidimos no acobardarnos, tomar un microbús, y a pesar del inhóspito día nos dirigimos hacia Niebla, un pueblecito costero situado en la costa norte del estuario de Valdivia.
Los niños jugaban plácidamente, ajenos a la furia de la naturaleza, hasta el punto de insistir en su deseo de bañarse en aquellas aguas embravecidas. Nosotros, en cambio, no podíamos dejar de hablar sobre las sensaciones que nos provocaba aquel lugar, desde el asombro hasta el sobrecogimiento. Recordamos algunas ocasiones, a lo largo del viaje, en las que habíamos tenido vivencias similares y concluímos que, por norma, vivimos sin conocer directamente el verdadero rostro y la extraordinaria fuerza de la naturaleza.
Nuestra visita a Niebla y Curiñanco nos permitió admirar la imponente geografía de la costa de Valdivia. Grandes acantilados y largas playas de arena negra azotadas por un intenso oleaje que convertía en paradójica cualquier explicación que diésemos a Ernest ante su pregunta respecto al nombre de este océano. Pasamos dos horas maravillosas ensordecidos por el estruendo de las olas en una «pequeña» playa protegida por inmensos peñascos.
Antes de marcharnos, sin embargo, dimos un paseo por el mercado fluvial, cuyo ambiente me recordó a las calles de Nápoles o Catania en pequeña escala. En este mercado, los puestos de verdura se sitúan a un lado y, justo en frente, junto a la orilla del «río» se vende el pescado fresco. Mientras los vendedores reclamaban nuestra atención, tras ellos veíamos el incesante y hábil trabajo de los encargados de limpiar el pescado que nutría de mercancía los mostradores. Nuestra mayor sorpresa fue comprobar que, tras ellos, había un inusual «equipo de limpieza»: una docena de orondos leones marinos, cada uno en una plataforma de hormigón ubicada a propósito, que devoraban los restos que les lanzaban desde los puestos, acompañados por pelícanos, cormoranes y gaviotas. Son las «mascotas» de Valdivia.
Hoy nuestra jornada ha sido más tranquila, puesto que hemos pasado la mayor parte del día en la isla La Teja, al otro lado del «río» de Valdivia. Allí está el campus de la Universidad Austral, junto a algunos barrios residenciales exclusivos y densos bosques. Hemos pasado la mañana recorriendo parques y paseos, contemplando árboles centenarios y recogiendo bellotas .
Por la tarde, con los niños agotados, hemos tenido que improvisar un paseo en barquito por la costa de Valdivia, ya que una imprevista fumigación nos impedía acceder a nuestro alojamiento. La navegación nos ha permitido circunavegar la isla La Teja, siguiendo el curso de los ríos Valdivia, Cau Cau y Cruces. Lo más llamativo ha sido descubrir las extensas áreas de juncales, donde nidifican los cisnes de cuello negro, formadas a consecuencia del hundimiento de los márgenes de la cuenca fluvial durante el terremoto de 1960 que tuvo lugar en Valdivia. Esto transformó las zonas costeras de pastoreo en los actuales humedales rediseñando esta ciudad costera.
Si queréis conocer más detalles de nuestro viaje por Chile, podéis consultar estos artículos:
- Itinerario: viaje a Chile durante más de 4 meses
- 20 razones para volver a Chile con nuestros hijos
- Viajar a la Patagonia por libre con niños
Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
He comenzado a seguir vuestro viaje. He tardado por no estar al día en las tecnologías de la comunicación. Voy aprendiendo. Me gustan mucho tus comentarios, estás hecha una gran escritora. Tu reflexiones son estupendas y oportunas, nos harán pensar a más de una. Pero lo mejor son las fotos, eso si que me encanta… veros formando ese conjunto familiar tan entrañable y disfrutando de esas maravillas.
Volcanes, lagos y leones marinos me han dejado boquiabierta.
Besazos…..
Hola Ana!
Me encanta saber que tú también estás ahí, en la distancia….
Ya estamos cerca del ecuador del viaje y realmente hemos visto y vivido tantas cosas que casi me asusta saber que aún tenemos tanto tiempo por delante. Montañas, glaciares, animales y plantas, playas y lagos… y ya una buena lista de gente estupenda con la que nos vamos encontrando… Todo un lujo. Satisfecha de haber dado este "gran salto" y con tantas ilusiones por vivir!
Seguimos en ruta!!!
Más besazos …
¡Me explicáis por dónde ha subido Ernest a la roca y quién conducía el barquito?
¡Os queremos!
Besos!