Hemos llegado hasta Caldera haciendo diversos desplazamientos en bus. La verdad, nos gusta viajar en bus por Chile. Decidimos hacerlo así para poder tener una sensación real de las distancias y de los cambios en el paisaje. Hoy, sin embargo, tomamos un avion para volar hasta Calama, una ciudad minera situada en las estribaciones de los Andes a 2250 m de altitud. Inicialmente pensábamos alojarnos allí una noche dada nuestra reticencia a pasar por encima de lugares importantes aunque no tengan «atractivo turístico».
Queríamos tener un fugaz contacto con ese lugar que nació para alojar a los habitantes de la cercana ciudad de Chuquicamata, los cuales tuvieron que ser desalojados de allí por la contaminación provocada por su famosa mina de cobre. Hablar de Chuquicamata es hablar de vidas miserables y de negación absoluta de humanidad. Hoy la maquinaria pesada ha transformado la vida de los mineros pero el trabajo allí sigue siendo duro y asfixiante. Aquellos que hayáis visto el film Diarios de motocicleta quizá recordaréis las impresiones que provocó el lugar en Ernesto Guevara y en su compañero de viaje, y la trascendencia de esta visita en la evolución de la conciencia social y política del primero.
El caso es que nos ha sido imposible encontrar un alojamiento adecuado porque los precios son desorbitados. Esa ciudad gestiona la mayor fuente de riquezas del país y los precios son abusivos. Por eso hemos recurrido al plan B: huir de la ciudad hacia San Pedro en alguno de los innumerables autobuses que, con toda seguridad, saldrán desde allí cuando nosotros aterrizemos.
Y es que una de las facilidades que ofrece Chile a los viajeros es la excelente red de autobuses que une todos los puntos del país. Como ocurre en toda Sudamérica y en otros países del mundo en los que el automóvil particular o los precios de la gasolina no están al alcance de todos, de la necesidad se hace virtud, y la mayoría de la población recurre al transporte público, con el alivio que supone para descongestionar el tráfico y reducir la contaminación. Los vehículos particulares van ganando adeptos y en todas las ciudades hay grandes «tacos» en las horas punta. No podemos imaginar como sería de no existir los servicios de taxi, colectivos, micros y buses.
Sí, hay servicios para todas las necesidades:
– los taxis ofrecen un servicio similar al que conocemos: personalizado y puerta a puerta para pasajeros con un mayor nivel adquisitivo.
– los colectivos, o taxis compartidos, son una muestra de eficiencia y aprovechamiento de recursos, un sistema que envidiamos y nos encantaría copiar. Son taxis que siguen una ruta determinada y que admiten hasta cuatro pasajeros que comparten el costo del trayecto. Los colectivos negros o negro-amarillos siguen rutas exclusivamente urbanas y van subiendo y bajando clientes mientras circulan.
Los colectivos amarillos unen ciudades con los pueblos cercanos a un precio sólo un poco más caro que los buses. No tienen horario fijo, el pasajero debe esperar a completar el pasaje, pero la espera no suele ser demasiado larga pues la demanda es alta.
– las micros o minibuses suelen ser propiedad del chófer que a veces forma parte de pequeñas agrupaciones de conductores. Los vehículos suelen ser viejos y desvencijados aunque no siempre. Se encargan del transporte dentro de las ciudades -excepto en Santiago, donde la implementación del nuevo sistema TransSantiago, los ha hecho desaparecer con graves consecuencias para sus ciudadanos. Además ofrecen servicio entre los pueblos con salidas muy frecuentes que dependen de horarios establecidos o de que el vehículo esté lleno. En cada región pueden tener sus particularidades pero en general ofrecen un servicio excelente, reducen la contaminación pues se utilizan menos coches particulares y ofrecen empleos a la gente de los pueblos enlazados.
– los buses o grandes empresas de transporte ofrecen servicio de calidad en autobuses cómodos que enlazan grandes ciudades. Hay diversas tarifas en base al número de paradas, el horario y el tipo de asiento. En algunos lugares los autobuses son cochambrosos como el que nos llevó a Cochamó por aquella pista de tierra… Pero en general son autobuses en buen estado, con servicio de comida, baño y una atención excelente.
En definitiva, un viaje como éste no sería posible sin estos medios de transporte. Viajar en bus por Chile tiene muchas alternativas y posibilidades. No sólo porque facilitan desplazarse por todo el territorio, además permiten conocer la realidad social del país de primera mano. En absoluto echamos de menos nuestro coche y a menudo nos acordamos de nuestro querido amigo Pep, pues aquí podría poner en práctica su empeño de vivir sin coche con muchos menos inconvenientes.
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Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
Me parece estupendo que os vayais familiarizando con la idea del transporte público, porque tal como se estan poniendo aquí las cosas, no creo que tardemos mucho en tener que abandonar la idea de desplazarnos con vehiculo propio.
Es posible que vuestro amigo Pep pronto pueda poner en práctica su empeño de vivir sin coche, pero será a costa de otros muchos inconvenientes.