Aún es temprano. Tenemos cita a las 8:00 h en la Escuela Waldorf de Ciudad de México: una escuela sencilla en un entorno urbano. El taxi que nos lleva a la escuela avanza con dificultad por las calles de esta inmensa urbe de nueve millones de habitantes congestionada, a estas horas, por el ingente tráfico.

Puerta de entrada a la Escuela Waldorf Ciudad de México

A las 8:05 h, el taxi nos deja ante un inmueble que más parece el almacén de una empresa que una escuela. Dos padres que platican ante la puerta tras haber dejado a sus hijos en la escuela nos confirman que es el lugar que buscamos. En la fachada hay un cartel de la Secretaría de Educación Pública (la SEP) advirtiendo a las familias que den parte de cualquier irregularidad que detecten en el centro educativo. Es un primer indicio del estricto control que el gobierno mexicano ejerce sobre la educación privada, minoritaria en el país.

Cuando nos abren la puerta nos invitan a registrarnos como visitantes, dejando nuestra documentación como resguardo y colgándonos en el pecho una acreditación como visitantes. De inmediato se acerca D. Javier Posada, el maestro que va a hacernos de cicerone esta mañana en la escuela.

Tarjetas postales del Proyecto Waldorf 100

Tras pasar por la cocina de la escuela para servirnos unos cafés, D. Javier nos lleva a su aula: el Taller de madera. Allí, sentados en unas sillas plegables que hemos traído de recepción y con los niños curioseando por el taller, entre herramientas, maderos y juguetes a medio reparar, D. Javier se presenta como maestro, pedagogo y epistemólogo. Lleva 25 años en la escuela como maestro. Sus hijos han pasado por ella. Durante esos años ha ejercido muchas funciones en la escuela, tanto en el ámbito de la docencia como en el de la gestión. También en tareas de mantenimiento, por su destreza como carpintero y ebanista. Él mismo diseñó los pupitres que se usan en la escuela y fabricó buena parte de ellos.

Llegando a la escuela, en el patio

Rápidamente, nos narra la historia de la pedagogía Waldorf en México y de la propia escuela. La escuela Waldorf de la Ciudad de México tiene sus orígenes en la segunda mitad del siglo XX. Fue el maestro Juan Berlín, exalumno de la primera escuela Waldorf en Alemania, quien al emigrar a México en el año de 1941, debido a la 2° Guerra Mundial, y como agradecimiento a la hospitalidad recibida, colocaría los cimientos de la pedagogía Waldorf en México y Latinoamérica.

En la primera planta están las aulas de primaria

La primera escuela con enfoque Waldorf surge en la ciudad de México en 1955 por iniciativa de la señora Juana Webster. Los hijos del maestro Juan Berlín asistieron a esa escuela, la cual cerró tres años después por problemas económicos.

El entusiasmo del maestro Juan Berlín, y su férrea voluntad, harían que en 1971 se abriera una escuela Waldorf como proyecto piloto, en colaboración de la Secretaría de Educación Pública. El maestro Juan Berlín se encargó de la capacitación del incipiente grupo de maestras, entre las cuales se hallaba la maestra Isabel Fenelón, que, a partir de ese proyecto, se convertiría en el brazo derecho del maestro Juan Berlín. Desafortunadamente, este proyecto fue cerrado en 1975, aparentemente por razones políticas.

Zona de juegos de los niños de maternal

En 1978, la maestra Isabel Fenelón tomó la iniciativa e invitó al maestro Juan Berlín a continuar con el movimiento educativo a través de pláticas pedagógicas y de arte. Como producto de esta iniciativa se creó, en 1979, Antropología Integral A.C., en la que se impartían seminarios pedagógicos y artísticos. En 1980 la maestra Isabel Fenelón inauguró un centro de arte con orientación Waldorf para niños. Estas acciones fueron la base para el surgimiento de un nuevo impulso y, sólo un año después, en 1981, se inició formalmente el primer Jardín de Niños Waldorf en México, ubicado en Coyoacán, y dirigido por la misma maestra Isabel Fenelón.

A partir de este momento, y con la incorporación de nuevas fuerzas, entre ellas la maestra Pilar Fenelón, hermana de la maestra Isabel, el proyecto tomó rumbo y se consolidó mediante la posterior fundación del Centro Educativo Goethe, que por más de 20 años se ubicó en un predio prestado en Coyoacán. En 2011 cambió su nombre por Escuela Waldorf de la Ciudad de México. Y en 2015 se logra comprar las instalaciones de una escuela que se hallaba abandonada en la delegación Iztacalco. Después de una intensa remodelación la escuela se mudó a las nuevas instalaciones, iniciando así una nueva aventura sociopedagógica frente a las nuevas exigencias del siglo XXI.

Zona de acceso a las aulas de maternal (infantil)

La aparente fluidez de esta narración diluye, sin embargo, lo complejo de este proceso, plagado de dificultades, adversidades, conflictos e incertidumbres. D. Javier nos insiste que esta es una historia de esfuerzo, paciencia y sufrimiento.

Al saber de las dificultades en el pasado de la pedagogía en el país, le preguntamos por la actual disposición del gobierno. D. Javier nos explica que el modelo educativo mexicano ha sido, históricamente, centralista y republicano, poco receptivo, además, con las iniciativas pedagógicas de arraigo religioso o espiritual, a pesar de raigambre cristiana de la cultura popular mexicana. Esto ocasionó desencuentros importantes en el pasado, pero que a día de hoy empiezan a superarse, por el prestigio de la pedagogía a nivel mundial.

La carpinterçia es un espacio esencial en las escuelas Waldorf

Ante esta descripción de la postura oficial del gobierno, le preguntamos por las relaciones de la escuela con la inspección educativa. Nos explica que hay un control estricto. Para empezar, como todas las escuelas del país, deben usar los libros de texto oficiales. También deben cumplir con el sistema de calificaciones. Nos explica que, como escuela, deben atender estas normas, pero que, como proyecto Waldorf, su empeño pedagógico es dar protagonismo al aprendizaje espiritual y artístico y a la evaluación basada en la observación diaria del alumnado por parte de los miembros del Claustro.

Respecto a la gestión de al escuela, D. Javier nos explica que jurídicamente son una asociación regida por una junta compuesta por las tres coordinadoras pedagógicas (de Infantil, Primaria y Secundaria) y por un administrador. Ante la pregunta por la participación de las familias en la gestión de la escuela, nos responde que ante las tremendas dificultades que experimentó la escuela, se optó por un modelo de gestión cuasi unipersonal durante muchos años, en la persona de la Directora, Dña. Isabel Fenelón.

Recientemente, con el crecimiento de la escuela, habían optado por una gestión colegiada de un grupo reducido de maestras con experiencia y compromiso con la escuela, manteniendo el espíritu de concentrar la responsabilidad del proyecto en pocas personas, para evitar la inestabilidad y los conflictos que se han dado en México en otras escuelas Waldorf con un modelo más abierto y participativo. 

Coniciendo las aulas de primaria

Al preguntarle por las condiciones de la compra del inmueble que hoy alberga la escuela nos explica que fue el fruto de muchos años de sacrificios de generaciones de maestros que entendieron que solo con un salario modesto podría llegar a disponerse del capital necesario para dotar a la escuela con unas instalaciones propias. Esto, junto con la ayuda económica de Freunde Waldorf  (los Amigos de la Pedagogía Waldorf) de Alemania, les permitió comprar el edificio y empezar a rehabilitarlo.

Javier nos reconoce que el inmueble es antiguo y que no se ajusta a la imagen bucólica que suele asociarse a una escuela Waldorf, situada en el campo y rodeada de naturaleza. Nos explica que la escuela estuvo a punto de comprar un terreno en una zona rural a las afueras de México, pero que lo descartaron por no desarraigar la escuela del lugar en el que vivían las familias y el Claustro: asumieron que su vocación era la de una escuela urbana en una gran ciudad y con unos recursos económicos limitados.

Las mesas diseñadas y pensadas por el maestro Juan

De hecho, las familias de la escuela tienen un nivel económico medio o, en algunos casos, medio-bajo. D. Javier nos explica que las cuotas escolares son de un nivel medio y que, por tanto, hay familias que no pueden asumirlas, pero que, por fortuna, cuentan con el apoyo de padrinos pertenecientes a los Freunde Waldorf que pagan un porcentaje de sus cuotas.

El tiempo vuela. Las risas y los gritos en el patio nos avisan de que es la hora del recreo. D. Javier nos invita a visitar la escuela. Así pues, salimos del Taller de madera y nos disponemos a ver la escuela, acompañados por el jolgorio de un grupo de niños que juega alegremente en el patio.

Detalle de las aulas de primaria

El edificio tiene forma de “u” con un patio central que resulta un poco escaso para las necesidades de la escuela. Según nos explica D. Javier, los grupos tienen horarios diferentes para salir al patio, ya que no presta para que jueguen todos juntos. Las dependencias de la escuela se distribuyen en tres plantas. En la planta baja encontramos la recepción, despachos, la cocina y el comedor, el Taller de madera y las aulas de Infantil. En la primera planta, está la Sala del Claustro, despachos y una sala de reuniones, junto con las aulas de Primaria. En la segunda planta, hallamos las aulas de Secundaria, el Taller de Costura y una gran terraza que es usada por el alumnado de Secundaria como patio.

En el laboratorio de ciencias naturales

Mientras visitamos la escuela, observamos el ambiente en las aulas, pues todas ellas cuentan con ventanas que dan al pasillo que rodea el patio. En algunas están con el almuerzo, en otras con sus clases. En Secundaria, sin embargo, las aulas están vacías y los maestros reunidos. D. Javier nos explica que, un día al mes, el alumnado de Secundaria no asiste a clase para que los maestros coordinen sus labores pedagógicas, compartiendo observaciones sobre el alumnado y su evolución.

Como el patio es pequeño, el alumnado de infantil y primaria no coinciden en los descansos

Las aulas son sencillas, pero bonitas. Mediante unas sábanas blancas ingeniosamente colocadas en el techo, se ha dado al aula un ambiente impoluto y algodonado, como si las nubes estuvieran sobre nuestras cabezas. Unas piezas de cartulina cuidadosamente colocadas, disimulan la rígida estructura de aluminio de las ventanas, ofreciendo un marco más agradable para aquellas miradas soñadoras dirigidas a fuera de la clase con las que los escolares se evaden en los momentos de ociosidad. Las mesas, diseñadas con un escondrijo secreto para guardar las pinturas de acuarela de cada niño o niña, suscitan una sonrisa cómplice de nuestros hijos hacia D. Javier, el ideador de este ingenio.

Algunos de los trabajos del alumnado de los primeros cursos de secundaria

Pequeños detalles, en fin, que denotan el cuidado y el amor con el que alguien adorna y embellece el entorno en el que el alma de los niños y las niñas se desarrolla hasta alcanzar el tiempo de dar frutos

A nuestros hijos la escuela les gusta, a pesar de su sencillez. Y cuando nos vamos, se alegran del madrugón que se han dado para venir hasta aquí para visitar esta escuela sencilla en el centro de Ciudad de México.

Si queréis conocer más sobre este viaje consulta aquí y para saber más sobre las escuelas Waldorf en Ciudad de México, podéis visitar sus páginas web:

 

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