ISLAS CÍES: LAS ISLAS DE LOS DIOSES
Qué tiene en común los antiguos habitantes del Imperio Romano y los actuales periodistas del periódico The Guardian: ambos coinciden en que la Islas Cies son poseedoras de algunas de las mejores playas del mundo. Será por eso que los romanos les dieron el nombre de Islas de los Dioses y los críticos del citado periódico calificaron a la playa de Rodas como la mejor playa del mundo en 2007. La playa de Rodas es un largo arenal que une la Isla de Monte Agudo con la Isla do Faro, dos de las tres islas que forman este archipiélago que constituye la entrada a la Ría de Vigo desde el océano. La última de las tres hermanas es la isla de San Martín.
VALL DE LAGUART: CATEDRAL DEL SENDERISMO
Hemos acabado el año 2014 e iniciado en 2015 de la mejor manera que sabemos: pasando días tranquilos con la familia, con nuestros hijos y viajando un poquito. En esta ocasión viajando cerca de casa para descubrir algunos de los secretos que esconde nuestra provincia. Alicante es bien conocida por su costa, las ciudades y pueblos situados en las playas reciben cada año miles de visitantes. Aunque cada día más estos turistas hacen alguna incursión hacia el interior, son todavía muchos los lugares desconocidos no sólo para ellos, también para los que pasamos en estas tierras la mayor parte de nuestra vida.
DEL TORCAL DE ANTEQUERA A LAS MÉDULAS
EL TORCAL DE ANTEQUERA
En la serranía de Málaga se encuentra Antequera y, a pocos kilómetros de esta localidad, su famoso Torcal. Pasamos la tarde en esta ciudad disfrutando de sus calles, de su historia y de su deliciosa gastronomía. A la mañana siguiente nos fuimos por la comarcal C-3310 a recorrer el Torcal de Antequera. Ya en 1929 fue distinguido este enclave por su singularidad y es que merece la pena recorrer sus sendas y escondrijos, disfrutar las vistas de la costa malagueña mientras uno admira la deliciosa vegetación.
ISLA DE LA PALMA: PRIMEROS PASOS POR SU MUNDO
SIETE DÍAS EN EL VALLE DE KINNAUR, SATLUJ Y SANGLA (II)
Recorrimos el valle del río Satluj tras descender los 17 km de la carretera que lleva a Sarahan, mientras este pueblo se quedaba encaramado allá en lo alto. Nuevamente nos encontrábamos en la famosa vía del Indostán que une la India con el Tibet. Es una preciosa carretera, tallada en la propia montaña como si una oruga minadora hubiese ido horadando un camino con vistas al exterior.
Las paredes verticales se elevaban majestuosas y, en algunos tramos, nos parecía imposible poder pasar por allí. Nuestro experimentado chofer maniobraba cuando coincidíamos en algún tramo estrecho con un camión o un autobús. En los puentes debíamos respetar el turno para poder cruzar y nosotras aprovechábamos para pasear, tomar fotos o observar los árboles enganchados a los riscos cual equilibristas.
Un poco antes de llegar a Watlug, el valle empezó a transformarse en un gran hormiguero que bien podría haber servido de escenario al infierno de Dante. Cientos de máquinas y miles de personas trabajaban entre el polvo y las piedras contruyendo ingenios hidráulicos para obtener la electricidad que el país necesita. Entre el polvo, camiones, excavadoras, cemento y hormigón, hombres, mujeres y niños, todos menuditos, envejecidos por el sufrimiento y la resignación, trabajaban como picapedreros incapaces de imaginar una vida mejor. Bebés destinados ya a ese futuro dormían sobre las espaldas de sus madres que trituraban las piedras con simples mazas. Hombres y mujeres transportaban las piedras sobre sus espaldas. Ayudaban así en la perforación y construcción de largos túneles de hasta 7 km por donde se canalizará el agua a gran presión que llegará hasta las modernas centrales hidroeléctricas.
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