Puerto Escondido es una pequeña ciudad del sur de México, en la costa del océano Pacífico. Sin mucha historia, pero con bellas playas y olas de ensueño que atraen a turistas románticos y fanáticos del surf. El entramado de la ciudad, aún a medio hacer, está repleto de restaurantes y hoteles para atender las oleadas de visitantes que invaden la ciudad en los periodos vacacionales. Entre ola y ola, Puerto Escondido permanece tranquilo y risueño, sin más preocupaciones para sus vecinos que las tormentas tropicales o la protección de las tortugas que anidan en sus costas. Nosotros hemos venido para conocer la Escuela Papalotes.
A nosotros nos ha traído hasta aquí una escuelita incipiente: Papalotes. La puso en marcha hace siete años un grupo de familias, en su mayoría turistas extranjeros que quedaron prendados de este lugar en alguna visita aparentemente efímera y que decidieron instalarse aquí y educar a sus hijos en este rincón singular de la geografía mexicana. Preocupados por las necesidades de sus hijos e hijas y desconfiados respecto a las posibilidades de que fueran debidamente atendidas por el sistema educativo público de México, buscaron una maestra dispuesta a desarrollar un proyecto educativo alternativo inspirado en la pedagogía Waldorf.
Que el impulso inicial procediera de las familias da a este proyecto un aire participativo y desenfadado que resulta muy acogedor y relajado. Sin lugar a dudas, aquí las familias sienten que en torno a la escuela palpita una verdadera comunidad. Nosotros, al menos, nos hemos sentido muy bien acogidos, como familia visitante. Nos han puesto todas las facilidades y nos han ofrecido la mayor disposición para atender nuestras necesidades los días que aquí hemos estado.
Llegar a un lugar nuevo siempre provoca temores. En este caso, por parte de nuestros hijos, quienes temen no sentirse incluídos. La llegada a la escuela el primer día resulta muy natural.
Situada en una finca de recreo, con piscina y jardines, la escuela alberga un aula de Kindergarden en la casa de recreo, con cocina y tres salas de siesta, a parte del amplio porche en el que desayunan cada mañana los más pequeñuelos. Las aulas de Primaria, mucho más rústicas -apenas unos cobertizos hechos con hojas de palma-, se distribuyen por el jardín y sobre la terraza que se levanta sobre una humilde construcción que sirve, a la vez, como almacén y residencia de Layo, el encargado de mantenimiento.
Nos presentan a las maestras. Ernest es asignado a la clase de 4º y 5º grado, con Fabiola. Ferran a la clase de 2º y 3º grado, con Jeniffer. Laura, por último, es la maestra de 1º. Como en España, la Primaria en México empieza con los seis años. La Primaria aquí tiene cinco grados que se completarán hasta los 6 cursos el próximo año.
A primera hora, las familias se concentran en el jardín de la zona de acceso, hasta que suena una campana y acompañan a sus hijos e hijas a las aulas para que los acojan las maestras. Es entonces el momento de los poemas y los cantos rituales del comienzo de la mañana. A continuación, en Infantil niños y niñas se preparan para su paseo matutino y empiezan a salir ordenadamente a la calle, en hilera, cogidos de las manos, con sus maestras. En Primaria, mientras, ya están con los corros y saltando a la comba, entre recitaciones. Después llegan los cuentos, recostados sobre la hierba, en el jardín.
Sentados en un rincón, observamos el transcurrir de la jornada escolar, mientras contemplamos el vuelo entre las flores de mariposas y colibríes.
El grupo de 2º y 3º ha empezado el período de agricultura, por ello la maestra los invita a observar las plantas del jardín y a dibujar en su pizarrita lo que capte su atención: hojas, frutos o raíces.
Los alumnos de 4º y 5º, recogidos en su cobertizo, trabajan en silencio con sus cuadernos. Ernest nos mostrará después, la aproximación geométrica al cálculo de fracciones que han estado haciendo.
Mientras esperamos a la hora del patio, curioseo el listado del alumnado de la escuela. En total son 42: 24 en Infantil y 18 en Primaria (5 en 1º, 3 en 2º, 4 en 3º, 3 en 4º y 3 en 5º). Sobre todo me llama la atención que solo 12 niños y niñas son mexicanos por vía paterna y materna. Los otros 30 o bien son mexicanos solo por vía paterna o materna o no son mexicanos. La mayoría de padres y madres son, así pues, extranjeros: británicos, estadounidenses, canadienses, italianos, finlandeses, israelíes, argentinos, venezolanos, alemanes, noruegos, suizos, franceses…
El ambiente de la escuela es laxo: cada poco rato vemos a algún niño o niña que deambula a su aire por los jardines, sin que sea reclamado por las maestras. Parece que prefieren que cada uno participe en la dinámica del grupo solo si le apetece hacerlo. En este sentido, la escuela tiene un cierto aire de escuela libre. Las maestras, sin embargo, se encargan de que los alumnos que han escogido participar no se dispersen, llamándoles, con canciones, a seguir con la actividad cuando se distraen. Este es un rasgo muy identificativo de la pedagogía Waldorf, especialmente en Infantil, aunque a nuestro hijo Ernest, acostumbrado a un ambiente más formal de escolarización, le resultará llamativo e infantil, como nos confesará después.
A la hora del desayuno, las maestras reúnen en el jardín a los niños y niñas en torno a una mesa corrida, bajo un gran mango, entonan la oración de gratitud y comen todos juntos.
Como el tiempo de recreo dura una hora, nos da tiempo a conversar con las maestras de Primaria sobre aspectos diversos de la escuela. Ante la diversidad idiomática del alumnado, por el perfil de las familias, las maestras quitan hierro a las dificultades de adaptación y realzan el aspecto positivo de la integración y el aprendizaje de una nueva lengua. Ante la dificultad de llevar al mismo tiempo dos niveles educativos dentro de la misma aula, las maestras le restan importancia, dada la discontinuidad del alumnado, que suele faltar a clase por periodos largos de tiempo, debido a los continuos desplazamientos de sus familias. Sobre las especialidades, indican que son asumidas por las maestras tutoras, a excepción del Inglés y la Música, impartidas por otros maestros. Como gran handicap del proyecto, señalan la dificultad de consolidar un Claustro, debido a la modesta economía de la escuela.
Respecto a la gestión del proyecto, nos explican que la escuela es gestionada por tres órganos: la Junta, compuesta por 3 maestras y 5 madres o padres, encargado de la gestión diaria de la escuela; el Claustro, encargado de la parte pedagógica; y la Asociación Civil, integrada por los fundadores del proyecto, encargada de la parte legal y la gestión de futuro del proyecto.
Lo cierto es que, en muchos aspectos, esta escuela está a medio hacer. De entrada, Papalotes no está reconocida por la SEP (la Secretaría de Educación Pública) como una escuela. En México, la educación es un derecho, pero la escolarización no es obligatoria. Así pues, el alumnado de Papalotes no está oficialmente escolarizado. Ello explica la flexibilidad y la permisividad con la que gestionan las faltas de asistencia a clase o la relajada participación del alumnado en las actividades curriculares. En muchos sentidos, la dinámica diaria evidencia la ausencia de obligación alguna en ningún sentido, ya que no hay ningún tipo de inspección o evaluación externa. Se trata de algo así como un proyecto pedagógico de homeschooling comunitario, con la asistencia de un equipo de maestras tituladas. Esta circunstancia anómala, como escuela, quizás explique, también, la presencia de una cuota tan baja para las familias, unos 2.500 pesos (en torno a los 125 €), frente a los 8.000 o 10.000 pesos que se paga en otras escuelas del país, así como los bajos salarios que perciben las maestras.
Tras el desayuno, llega el tiempo de las materias de especialidad. 2º y 3º se desdoblan para el Inglés y las Manualidades. Nosotros nos quedamos con los de 3º, que van a preparar calaveras de cartón para la fiesta de los muertos. Jeniffer, la maestra, les distribuye cartón y papeles de colores, además de tijeras, cola y lápices de colores. Esta fiesta no se incluye en el curriculum Waldorf, pero es tal su arraigo en México que su omisión no sería comprensible en una escuela tan abierta como es esta.
En realidad, la fiesta de los muertos, tal como se vive en México, comparte algo del espíritu de las fiestas otoñales del curriculum Waldorf, como la de San Miguel o la del Farol. Estas fiestas ofrecen a los niños y niñas un aprendizaje espiritual respecto a la disposición anímica que cabe cultivar ante el mal y lo que nos inspira temor. La muerte es, sin duda, uno de los mayores temores que acechan al ser humano, consciente de su mortalidad desde la más tierna infancia.
Escuchando a los niños y niñas, ocupados en decorar su calavera, nos percatamos de la naturalidad con la que hablan de la muerte, al comentar entre ellos qué clase de muerte preferirían tener. Ante sus ocurrencias, la maestra ríe y les sigue el juego, al mismo tiempo que anima a los que se sienten torpes o insatisfechos con el trabajo de sus manos.
Es entonces cuando una de las niñas le pregunta cómo hizo para dibujar el perfil de las calaveras. La maestra le dice que fue con sus manos y su imaginación. Otra niña, al oírlo, exclama: “¡No fue con la imaginación, todas las calaveras son así!”
La niña, como es lógico, confunde la mera fantasía, es decir, la capacidad de forjar imágenes mentales de cosas que no existen realmente, con la capacidad de proyectar imágenes en la mente, que es propiamente la imaginación. Para ella, las calaveras son algo real, no un producto de la mera fantasía.
El currículum Waldorf atiende cuidadosamente a esta distinción, alimentando la fantasía durante la etapa infantil para favorecer el posterior desarrollo de una poderosa imaginación durante la etapa escolar. Sin la imaginación, la mente sería incapaz de idear proyectos, elaborar diseños, imágenes, series o estructuras o, incluso, tendría dificultades para empatizar con otras personas. Estas aptitudes son esenciales para la organización y la realización de tareas escolares, para la resolución creativa de problemas (ya sea en Matemáticas, Ciencias o Música) y para la comprensión de las acciones y las transformaciones sociales, algo esencial en Historia.
La mañana sigue su curso. Mientras, la maestra sigue atenta a todo. Una niña lleva un rato a parte del grupo. No siempre es fácil intuir si necesitan estar solos o es que se sienten solos. En este caso la maestra percata que se trata de esto y se acerca. La niña rompe a llorar y le explica que su amiga la ha traicionado al comentar al grupo algo suyo que era un secreto entre ambas. La maestra la consuela y la invita a retornar al grupo. Una vez allí le explica a la amiga cómo se siente la niña, para que sea consciente de ello.
Hace rato que no nos llega el jolgorio de Infantil. Imaginamos que deben estar descansando. Me acerco a su aula y los veo salir perezosos de las salas de siesta. La mañana se acerca a su fin.
Cuando acaban las clases, para nosotros es evidente que Ferran está encantado con su “nueva” escuela. Ernest, menos expresivo, dice que le ha resultado una escuela curiosa y fácil, y que ha hecho amigos.
A nosotros no nos sorprende que los niñas y niñas de la escuela estén allí a gusto, y sus familias la mar de tranquilas. El lugar resulta idílico y el ambiente sano. La parte académica es algo secundario, que podrán atender mediante un sencillo examen que les convalide los estudios a los 10 años. Papalotes es un proyecto bonito e ilusionante, en torno al cual forjar una comunidad estrechamente unida e implicada. Su mayor preocupación, en este momento, es encontrar una nueva ubicación, ya que la persona que les alquila el espacio les ha pedido que lo liberen para el próximo curso. Esto es lo único que les quita el sueño. El resto es un sueño hecho realidad. Las familias no necesitan nada más… Quizás, tan solo, una secundaria. Pero esa ya es otra historia.
Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
Hola amigos! Que lindo leer su artículo. Es muy interesante cómo nos ven.
Muchos saludos.
Gracias! Les deseamos mucha suerte en su proyecto, que siga creciendo y consolidándose. Gracias por recibirnos. Fue muy lindo!
Hola Myriam! Me hubiera encantado conocerles!… Bastante interesante el punto de vista… pero la pura realidad! puedo ver entre líneas la sorpresa y maravilloso encanto de tu familia con este proyecto que sí!, aunque en una parte nos hace ruido a los padres que traemos demasiadas responsabilidades y queremos «enseñar lo mejor» a nuestros hijos, por medio de una educación más relajada, antes de entrar en el boom de afuera… estamos convencidos que el ejemplo de casa, tiene mucha fuerza también; y esa combinación, creemos que logrará seres más conscientes, coherentes, multitalentosos y con recuerdos de una niñez muy felíz…
Hola Olivia,
compartimos contigo. Para muchas familias que se implican profundamente en estos proyectos, formar parte de una escuela como esta es también un gran esfuerzo. No solo por la parte económica sino por el tiempo y la dedicación que aportamos. Como en cualquier grupo de personas, el reparto de esfuerzos y responsabilidades no siempre es equitativo y eso puede desgastar. Sin embargo, somos de los que pensamos que el mayor regalo que podemos dar en esta vida es entregarnos con pasión a aquello que nos ilusiona y motiva y… ¿qué mejor fin que ofrecer un bonito espacio de aprendizaje a nuestros hijos y a otros niños? Podemos hacer cosas bonitas, pequeñas o grandes, pero con amor. Familias y maestros juntos, a pesar de las dificultades, creando escuelas más respetuosas.
Gracias por tu mensaje! Un abrazo desde Guatemala.