Estas islas te hacen un regalo cuando menos te lo esperas. Como sabéis, estamos concluyendo este viaje de casi seis meses y tenemos más la mente en casa que aquí. Es inevitable pensar en el reencuentro, hacer planes para el verano… Pero, simultáneamente, seguimos aferrándonos a estas islas como quien no quiere ser arrancado del paraíso. Cuando nos descuidamos y nuestra mente se aleja, la Pachamama nos manda un mensajito, como si quisiera ayudarnos a seguir disfrutando del tiempo que nos queda por vivir en este recóndito lugar. En San Cristóbal hemos disfrutado de la Lobería.
La luna creciente en la noche, la puesta de sol, las aves, el viento, la espesa humedad en la montaña, los lobos marinos, una cala donde bucear, una playa donde descansar…
Hoy hemos ido a la Playa de la Lobería, cerca del pequeño aeropuerto de la ciudad. Hemos tomado un taxi que nos ha dejado al principio del sendero y, cuando íbamos a empezar a caminar, una suave lluvia nos ha amedrentado. El océano se escuchaba bravío, el viento soplaba fuertemente. Nos hemos cobijado bajo un mangle botón y poco después hemos iniciado nuevamente el paseo.
En menos de diez minutos estábamos en la playa. La marea subía, casi llegaba a su nivel máximo. Unos cuantos lobos dormían en la arena. Algunos grupos habían ocupado las pocas sombras existentes ¡Tienen buen criterio para elegir! Aún no nos habíamos situado cuando hemos visto varios lobos saltando en el agua, cazando y jugando agilmente y, de pronto, una enorme tortuga marina buceando junto a la orilla, y otra más allí y otra un poco más allá. El mar estaba agitado pero nadaban plácidamente y salían a respirar cada dos por tres.
Sentados junto a la puerta de nuestra habitación del hostal esperamos a que cese de llover para salir a dar un paseo. Mientras, nos entretenemos observando cómo unos pocos pinzones dan saltitos por el patio buscando restos de nuestro desayuno.
Es curioso pensar que debemos a estos inocentes pajarillos la mayor revolución científica de los últimos doscientos años y el cambio más fundamental que se ha dado jamás, en toda la historia de la humanidad, respecto a nuestra visión de la naturaleza y de nosotros mismos, los seres humanos. (más…)
Día fresco y lluvioso en Isabela. Buscamos un plan b y fácilmente lo encontramos. Esta isla tiene tesoros escondidos, no en vano fue lugar elegido por piratas para esconderse, y hoy hemos ido a descubrir uno de ellos. Todas las islas tienen un encanto especial si, además, son volcánicas, ofrecen visiones únicas de un mundo nuevo, reciente, en el que podemos apreciar las obras de una fuerza creadora en estado puro: la violenta energía interna de nuestro planeta, que permite la vida en su superficie.
Hacía días que esperábamos el momento propicio para subir hasta el borde de la caldera de este enorme volcán. Mide más de diez kilómetros de diámetro y sólo es superado por el magnífico volcán tanzanés Ngorongoro. Lo destacable de éste es que está activo: la última gran erupción fue en 2005 y liberó una gran cantidad de lava que cubrió la mitad de la caldera con una capa de seis metros de espesor.
Estas islas no siempre han sido el baluarte del conservacionismo que son hoy en día. Es bueno recordarlo precisamente en este día que celebramos la jornada mundial por el medio ambiente. Desde que fueron descubiertas, las Galápagos estuvieron expuestas al insaciable instinto de depredación del ser humano. Piratas y balleneros esquilmaron durante años la población de tortugas. Después, el archipiélago fue objeto de interés estratégico para los norteamericanos, durante la Segunda Guerra Mundial. Y, con posterioridad, las autoridades ecuatorianas aprovecharon su remoto emplazamiento para instalar una deshumanizada penitenciaría que dió lugar al Muro de las Lágrimas.
Hoy hemos hecho nuestra primera excursión con Julio. Hasta ahora no nos habíamos animado a contratar un «tour» pero ayer, después de consultar en alguna agencia, hablamos con el dueño de nuestro hostal que también es guía en el parque. Decidimos hacer la actividad con él pues nos daba algunas facilidades al ir con niños y poder ver animales. En Isabela es necesario acudir con un guía a la mayor parte de los enclaves naturales, son estrictos en el control de las visitas con el fin de evitar que se repitan conductas inapropiadas hacia los animales, tal como se había detectado en el pasado.
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