Ya estamos plenamente integrados en la vida de este pueblo situado al sur del Canal Beagle llamado por los antiguos pueblos canoeros Onashaga. Ayer visitamos el Museo Martin Gusinde donde se recogen las experiencias y recuerdos de este misionero alemán que convivió con los Yaganes a principios del siglo XX. Es interesante pero a la vez entristecedor porque la llegada de los colonos europeos supuso el inicio del fin de la vida de esas gentes en plena armonía con la naturaleza. Se supone que llegaron aquí hace unos 11.000 años, cuando ni siquiera existía este canal.

Ernest y Ferran juegan en uno de los coches abandonados en la isla

A esta isla ellos la llamaban Hualalanuj y al lugar donde hoy nos ubicamos, Ushpashun. Uno no puede evitar pensar que este es territorio inexplorado y desafiante. Por muy trillados que estén sus senderos, las condiciones climáticas tan cambiantes y el aislamiento geográfico hacen necesario valorar a estas gentes de manera especial. Son muy pocos los turistas que llegan aquí pues la argentina Ushuaia ofrece una mayor oferta turística.  

Mientras os escribo, un buque de la armada se acerca por el canal. Iván me explica que es el reemplazo de familias que cada verano vienen a sustituir a aquellas que ya han residido aquí durante cuatro años. La mitad de la población son militares. Las calles donde ellos viven son las más ordenadas y aseadas. Casas blancas, con la barbacoa y la bandera nacional en la entrada, el «pasto» bien cortado y tranquilidad. Junto al puerto de la armada está lo que queda de la proa del Yelcho, el barco que trajo de vuelta a la tripulación del Endurance desde la isla Elephant en la Antàrtida.

Restos de una gran ballena en el Museo Antropológico Martín Gusinde

El resto del pueblo es más caótico. Sus casas de colores alegrarían la vista si los materiales de construcción fueran mejores. Los enseres y «autos» viejos se acumulan en cualquier lado. Como os dije, las calles están sin asfaltar, aunque empiezo a pensar que esto es una ventaja atendiendo al frío, el hielo, la nieve y las lluvias.   Hay cuatro o cinco tiendecillas que se abastecen cuando semanalmente llega el ferry Yaghan. Los servicios municipales son buenos y la atención al público cercana y amable. El otro día, buscando un modo de «conectar» con vosotros, allí me fuí, y el informático me facilitó una clave para mi tablet que ahora puedo usar si voy a las dependencias del ayuntamiento. En la biblioteca y el museo también hay ordenadores y «free wifi».  

Los perros pasean libres y tranquilos -a mi eso me agobia un poco- y los caballos pastan por cualquier sitio, incluso en el cementerio, donde tienen entrada libre. El cementerio está en una ladera, mira al canal y a las maravillosas montañas fueguinas.   Tenemos por delante seis días para disfrutar tranquilos del lugar. Alguna excursión, buenas conversaciones con Nury e Iván, jugar con Ernest y Ferran, conectar con vosotros, observar las cumbres inalcanzable de los Dientes de Navarino desde el Seno Lauta…

Y sabéis… un lituano me acaba de ofrecer trabajo en su velero… Dos meses para navegar a Valdivia, en la costa central del país, haciendo de cocinera… Lástima que no aceptan peques en el barco… Quien dijo que este viaje era una locura…. Hay tanta gente por el mundo haciendo locuras mayores… Si te mueves, encuentras mucha gente en movimiento…

Si queréis conocer más detalles de nuestro viaje por Chile, podéis consultar estos artículos:

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