El día ha amanecido sereno y luminoso. Teníamos las maletas más preparadas que el espíritu… A todos nos costaba dejar atrás esta etapa del viaje porque nos hemos sentido realmente bien aquí. Alojarte en un hostal o en un hotel te asegura comodidades, pero compartir la estancia con una familia te ofrece mucho más. Realmente estamos satisfechos con esta decisión que adoptamos cuando empezamos a preparar nuestro viaje y repetiremos siempre que nos sea posible.
Después de desayunar volvió el viento y a las nueve nos llamaron para avisarnos de que se suspendía la travesía… Como sabéis Iván nos ofreció un plan «b» y seguimos esperando… A las 12 h nos dieron un nuevo aviso: ¡ahora sí! Fuimos a la Comandancia Antártica -qué bien suena, eh?- para arreglar los papeles para pasar la frontera y nos subimos a la furgona que nos llevaría a Puerto Navarino.
Nada más subir a la furgona ya nos pareció estar en territorio argentino. Dos de los pasajeros conversaban con la locuacidad argentina característica y sacaron su termo para prepararse un mate. Eran argentinos, obviamente. Así, de pronto, me sentí violentamente sacada de Puerto Williams y mientras circulábamos por sus cuatro calles terrosas lloré emocionada. Pocas veces tienes la sensación de estar en un lugar al que difícilmente podrás regresar. Realmente llegar hasta aquí no es fácil y pasar unos días tan entrañables, menos aún. Mientras yo disimulaba, los niños se despedían con sus manitas alegres de todos los lugares que ya habían hecho suyos. Quien sabe sí volveremos… porque esto está más allá del fin del mundo.
El trayecto fue agradable, una dulce despedida. Ernest y Ferran se durmieron casi de inmediato. El mar en calma, las tranquilas bahias e islotes de las tierras de los yaganes. Su último lugar de residencia, actualmente llamado Bahía Mejillones, donde hay un pequeño cementerio frente al mar con los cuerpos de los que murieron en la última epidemia… La pista de tierra se iba estrechando. El conductor «manejaba» sin prisas y llegamos a Puerto Navarino. Un pequeño embarcadero frente a una casa preciosa donde vive una familia con dos niñas pequeñas.
Sabía perfectamente el tipo de embarcación que nos iba a llevar hasta Ushuaia en un corto trayecto de navegación de treinta minutos. Pero cuando la vi… No pude dejar de pensar en los abuelos de mis hijos y en que si hubieran estado allí nos hubieran quitado la patria potestad… 🙂 Rápidamente comimos algo, cargamos las mochilas y nos pusimos el chaleco para embarcar. Y en seguida nos alejamos de la Isla Navarino.
El viaje ha sido perfecto, tranquilo y condimentado con la visión de múltiples bandadas de gansos y patos que alzaba el vuelo a nuestro paso. Increíbles los albatros, con dificultad para despegar de las aguas del canal pero majestuosos en su vuelo. Y así hemos alcanzado la costa argentina de Tierra de Fuego, con sus montañas oscuras y nevadas. Un gran puerto y la sensación de haber regresado a la civilización. De nuevo, la aduana, y tras un corto paseo llegamos al hostal. La primera impresión de esta ciudad es que se trata de una «Andorra argentina»… Pero estamos decididos a evitar hacer prejuicios, tenemos ocho días por delante para descubrir algo de las esencias de esta ciudad: Ushuaia, la ciudad del fin del mundo.
Recordando a los primeros pobladores de Tierra de Fuego
Nos es difícil dejar Isla Navarino sin dedicar unas palabras a sus antiguos pobladores: los yaganes. Llegaron aquí hace unos seis milenios, con sus canoas, se instalaron y desarrollaron una cultura y un tipo de vida precario pero digno. Vivían de la caza, la pesca y la recolección de frutos, principalmente. Eran hábiles artesanos. Sus manos producían, con maestría, cestas de pesca, canastos, arpones de hueso de ballena y, sobretodo, canoas, fabricadas con corteza de árbol. Su vida transcurría junto al fuego, dado lo frío e inhóspito del lugar, tanto cuando se refugiaban en sus humildes chozas, como cuando navegaban por el canal en sus frágiles canoas, en las que ardía, de contínuo, una fogata. Precisamente fue la omnipresencia de estos fuegos, a lo largo de estas costas, lo que movió a los primeros europeos que visitaron este lugar a denominarlo «Tierra de los fuegos».
Hoy en día apenas quedan unas pocas decenas de yaganes, que viven aquí, en Puerto Williams, o en la vecina aldea llamada Villa Ukika. Aunque su vida se ha asimilado completamente al modo de vida dominante de un extremo al otro del mundo, conservan con orgullo la memoria de su ancestral cultura. Algunos de ellos mantienen vivo el legado artesanal de sus antepasados, fabricando, con sus propias manos, réplicas de los objetos que aquéllos producían -incluso sus canoas-, que son vendidas en los comercios locales como souvenires. Además, el museo del pueblo, dedicado a Martín Gusinde, el antropólogo alemán que con más atención estudió su cultura, les rinde tributo de una forma destacada.
Como otros pueblos indígenas, los yaganes fueron víctimas de graves epidemias traídas por los colonizadores, que diezmaron su población y los llevaron al borde de la extinción. Su historia reciente es la de una tragedia, sin duda, tal como lo pone de manifiesto el testimonio de Lakutaia le kipa, más conocida como Rosa Yagán, y que conocemos gracias al libro escrito por Patricia Stambuk:
«Había pocos de los nuestros, pero esa no fue la razón por la que los misioneros dejaron Douglas. Mr. Williams estaba débil, cayó enfermo. Cuando nos dejó, habló en inglés a todos los yaganes de la misión: «Nos vamos a Punta Arenas y vais a estar solos. Deberéis cuidaros a vosotros mismos. A partir de ahora, vais a ver y a conocer muchas cosas. Os lo voy a decir. Veréis algo volando, muy alto, y bajo el agua otra cosa que se mueve y lleva personas dentro; y, en muy poco tiempo, hombres os hablarán desde dentro de una caja.» […] Chacón, que ahora está muerto, acostumbraba a contarnos cómo fue la primera vez que vió un avión volando. Todos los ancianos se reunieron juntos para mirar al cielo y empezaron a cantar. «!Qué canción más bonita! Cómo cantaron», decía. Nosotros, los yaganes, no habíamos visto una radio, pero cuando los marines levantaron Puerto Williams, entonces supimos lo que era.
Si queréis conocer más detalles de nuestro viaje por Chile, podéis consultar estos artículos:
Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
Bé, bé, bé….Casi heu eixit com Shackleton de illa Elephant.
Hola viajeros, estoy siguiendo con mucho interés vuestro día a dia, cada vez que abro el correo busco vuestro blog, Os lo currais mucho, hay que ver la gran cantidad de información que aportais y está escrito como un relato muy ameno de exploradores por el mundo Nos va a ser útil a muchos..Debe ser una experiencia inolvidable. Un abrazo para los cuatro