El Jardim do Cajueiro, situada en la localidad de Barra Grande, en el extremo norte de la península de Maraú, perteneciente al estado de Bahía (Brasil), será, seguramente, la última escuela que visitaremos en este periplo de tres meses por diversas escuelas Waldorf de América.
El lugar es netamente rural, aunque empieza a notarse el incipiente impulso del turismo. Está apartado de todo y precariamente comunicado. Nosotros llegamos aquí después de conducir dos horas y media desde el pequeño aeropuerto de Ilhéus, al sur de la península, transitando durante la última hora y media por una pista de tierra de cerca de 40 km, llena de hoyos y de bancos de arena en los que nuestro vehículo derrapaba, para llegar hasta aquí con una rueda pinchada.
A pesar de lo inaccesible del lugar, el paraje realmente vale la pena. Esta gran barra de arena orientada en dirección norte-sur está rodeada por playas que miran al atlántico o a la bahía, cocoteros que mecen sus hojas con la brisa, y bosques llenos de bromelias enormes. Nos alojamos con HomeExchange en la casa de unos estadounidenses que eligieron este lugar después de una larga travesía en velero desde el Caribe, bordeando la costa atlántica del subcontinente sudamericano. Es un paraíso. En este paraíso, florecen iniciativas como la de la escuela Jardim do Cajueiro.
La escuela está en el pueblo, a unos 10 km al norte de nuestra casa, una distancia que tardamos algo más de media hora en recorrer cada mañana. El camino para llegar a Barra Grande, donde está el Jardim do Cajueiro, es un camino de arena muy irregular en elque siempre tememos quedar atrapados. Al llegar, nos recibe Josiane, una de las maestras del equipo docente. Desde el primer momento, su cercanía y amabilidad nos acogen con alegría. Mientras nos mostraba la escuela en un paseo rápido, nos contó, de pasada, las vicisitudes por las que ha pasado el proyecto educativo y social del Jardim do Cajueiro, que en marzo cumplirá los 14 años de existencia.
En la actualidad, el Jardim do Cajueiro cuenta con Kindergarden y con los cinco primeros grados de Primaria. Su claustro está compuesto únicamente por maestras a excepción, del maestro de música. En total, son más de 80 alumnos y alumnas. Durante bastante tiempo, la escuela fue cambiando de ubicación, hasta que hace unos años, la municipalidad les donó el terreno en el que ahora se levanta la escuela, justo al lado de la escuela pública del municipio.
La parcela es reducida, pero cuentan, además, con la cesión para el uso de un trozo de la parcela vecina, propiedad del centro espírita de la localidad. Todo es luz. Estamos en Bahía, la luminosidad desborda cada rincón. Apenas la vegetación empieza a despuntar en el solar, a dar algunas sombras. Los niños y niñas juegan alegremente cuando llegamos. En la cocina se prepara el almuerzo.
La gestión de la escuela recae sobre la junta de la Asociación para el Desarrollo y el Bienestar Humano (ADEBEH, sus siglas en portugués), integrada por tres mantenedoras que son, en particular, tres madres de la escuela, quienes ejercen, voluntariamente y sin retribución alguna, los cargos de Directora General, Directora Administrativa y Directora Financiera. Sobre ellas tres recae toda la responsabilidad legal y la carga burocrática del proyecto.
La escuela cuenta con dos administrativas: una para las gestiones educativas (matrículas, expedientes académicos, etc.) y otra para las gestiones financieras (contratos, nóminas, cuotas, becas, etc.).
La escuela asume el enfoque triformado de la pedagogía Waldorf, que trata de reconocer la interconexión y la respectiva autonomía de los ámbitos cultural, económico y jurídico, mediante la participación del Claustro en las decisiones relevantes del proyecto, a través de tres representantes que forman el Claustro Interno y que asesoran y aconsejan a la junta de ADEBEH en las cuestiones importantes, con ánimo de que estas se consensúen lo máximo posible. Asimismo, existe un consejo o asamblea de familias que también es consultado antes de la toma de decisiones.
Lo más llamativo del modelo de gestión de esta escuela es su política de becas y de proyectos. En su página web ofrecen la posibilidad de recibir donaciones a madrinas y padrinos del proyecto.
La mitad del alumnado disfruta de una beca que cubre la integridad de la cuota escolar. Los solicitantes de beca pasan una exhaustiva entrevista para determinar el perfil socioeconómico y sociocultural de la familia. Las becas se destinan sobre todo al gasto educativo de la plaza escolar, pero también incluyen los conceptos de alimentación y transporte. El trabajo de la escuela en este ámbito es tan bueno que la escuela cuenta con la Certificación como Entidad Benéfica de Asistencia Social (CEBAS) que concede el Ministerio de Educación de Brasil.
La clave, sin embargo, está en cómo consigue financiar este plan de becas. Fundamentalmente se nutre de donativos de empresas privadas brasileñas que están emparentadas con otras afines a los Amigos de la Pedagogía Waldorf de Alemania, aunque también recibe donaciones de personas y entidades o empresas muy diversas. El sello de CEBAS es una garantía y una señal de prestigio para los donantes, que obtienen ventajas fiscales por las donaciones que realizan.
Para garantizar la estabilidad económica del proyecto, ADEBEH presupuesta por separado la contabilidad de los servicios básicos de la escuela, que es -y debe ser- sostenible con las cuotas y las becas, de otros servicios o inversiones que deben financiarse por otras vías.
De este modo, las contrataciones de personal de apoyo, para talleres o para algunas especialidades cuya oferta no es obligatoria, no se incluyen nunca en el presupuesto ordinario de la escuela, sino que se conciben como proyectos educativos para los cuales hay que buscar financiación específicamente, a través de una de sus comisiones más dinámicas, la de Captación (de fondos, claro). Lo mismo ocurre con las inversiones, ya sea para materiales o para nuevos espacios, como aulas o zonas de juegos: se articula un proyecto y se busca financiación para ello.
Este modelo de gestión requiere planificación y eficiencia, por supuesto. Cada nuevo proyecto debe planificarse con meses de antelación y desarrollarse con diligencia.
Cuando la escuela estaba valorando, por ejemplo, la posibilidad de aceptar la solicitud de matrícula de un niño con Síndrome de Down, elaboró un proyecto para contratar una asistente que lo acompañara durante toda la Primaria, consiguió la financiación y finalmente aceptó al niño.
Eso es una escuela bien gestionada. Primero detecta la necesidad, después planea un proyecto para atenderla, a continuación busca la financiación y finalmente lo ejecuta. El tiempo que requiere el Jardim do Cajueiro para hacer todo esto es de meses. Teniendo en cuenta que el curso escolar empieza a finales de febrero, en el Jardim do Cajueiro estiman que solo son viables los proyectos cuya financiación está ya bastante clara en el mes de octubre, es decir, unos 6 meses antes, cuando aún faltan 3 meses para que finalice el anterior curso escolar.
En general, sus comisiones son dinámicas y funcionan razonablemente bien. Distinguen claramente la faceta profesional y la de voluntario de cada uno de los trabajadores que colaboran en estas comisiones, con contratos específicos de voluntariado, a parte de sus contratos laborales. Las familias que colaboran también firman un contrato de voluntariado. Dichas comisiones se encargan del mantenimiento, del transporte escolar, de la comunicación, del comedor, de la captación de fondos (una de las más importantes, como ya hemos subrayado)… E incluso cuentan con una comisión para 6º Grado, encargada del proyecto de hacer viable, para el próximo curso, el último grado de la Primaria.
Puedes conocer más detalles de nuestra visita a otras escuelas Waldorf en este enlace.
Sin lugar a dudas, el Jardim do Cajueiro es un proyecto con una meritoria vertiente social que atiende las necesidades de los menos favorecidos en su entorno inmediato, una labor reconocida y avalada por organismos públicos y entidades y empresas privadas. Un proyecto, además, que cuenta con una gestión eficaz y profesional, a pesar de apoyarse, en gran medida, en el inestimable capital social que aporta, generosamente, su comunidad educativa, mediante el voluntariado.
En el silencio de la naturaleza disfruto de caminar, observar y escuchar. De ello me nace el pensar, y la necesidad de escribir o dibujar. Mis otras pasiones son la lectura y la enseñanza como destreza comunicativa, al estilo socrático. Viajo en familia: el descubrimiento, la convivencia y el aprendizaje son los ejes de esta experiencia irrenunciable.
Comentarios recientes