La carretera discurre sinuosa por una zona residencial de casas esparcidas entre los esbeltos y robustos árboles de un antiguo bosque de hoja caduca. Es temprano: aún no son las ocho de la mañana. Circulamos detrás uno de aquellos típicos autobuses escolares de color amarillo y negro que abundan en Estados Unidos.

La escuela está ubicada en una zona boscosa

En un momento dado, aparecen en el arcén un par de carteles que nos indican que hemos llegado a la escuela. El autobús entra y nosotros también, detrás suyo. Aparcamos junto al Gymnasium.

La esplanada está repleta de bellotas que el suave viento ha hecho caer de los robles que empiezan a amarillear. Los diferentes módulos de la escuela se distribuyen sin orden aparente por la suave ladera de la colina, entre los majestuosos robles, conectados por senderos y caminos que discurren por entre zonas cubiertas de césped. Apenas se insinúa una valla que no llega a cerrar del todo el recinto de la escuela, por el lado que da a la carretera. Una pareja de ardillas corre y da saltitos, de un lado para otro, al tiempo que recoge bellotas. 

Visitando la Green Meadow Waldorf School en el estado de Nueva York (USA)

Después de esperar unos minutos, mientras van llegando los escolares, acompañados por sus familiares, accedemos al edificio que alberga las aulas de Primaria y preguntamos por la persona de contacto. Nos acompañan al aula en la que se encuentra. Mientras recorremos los pasillos, nos cruzamos con niños y niñas de diferentes edades, maestros y maestras que van y vienen, entrando o saliendo de las aulas, todos ellos cargados con libros, mochilas o instrumentos musicales. La escuela bulle con el alegre ajetreo que suele haber antes del comienzo de las clases.  

La persona de contacto tenía previsto para nosotros un job shadowing en la clase de Historia, en 11ª Clase, pero tras hablar con el profesor Davis, responsable de la materia, deciden cambiar el plan y llevarnos a la clase de Informática, en la 10ª Clase, impartida por el profesor Gilbert. 

Corredor de la escuela de primaria

Previamente hemos decidido que uno de los dos participará en la lección, mientras el otro permanece fuera con los niños. Como el profesor Gilbert imparte Matemáticas, Física, Filosofía e Informática, decidimos que sea yo quien asista a la clase. Así, pues, entro en el aula y saludo al profesor y al grupo, formado por cuatro chicos y seis chicas. El profesor Gilbert me pide que me presente. Rápidamente, lo hago y después me siento en la segunda fila de pupitres (sólo hay dos, en realidad).

Los jóvenes, de entre 15 y 16 años, parecen soñolientos a esta hora de la mañana. La somnolencia durante las primeras horas de la mañana es un rasgo común entre los adolescentes, debido a una mayor permanencia de la melatonina, una hormona asociada al sueño, en su cerebro. Tal vez por ello responden con cierta desgana a la solicitud del profesor de ponerse de pie e iniciar la clase con la recitación de un poema.

Edificio de talleres y teatro

La clase empieza con una breve alocución del profesor, de carácter narrativo, que alude a cómo la humanidad precisó, desde sus primeros albores, de sistemas numéricos para computar y ordenar su vida y comprender el mundo que les rodeaba. A continuación, el profesor pide un voluntario para exponer su trabajo sobre los sistemas de numeración y computación en las antiguas civilizaciones.

Una joven se levanta y ocupa el lugar del profesor. Porta un panel titulado “Japanese Number System”, en el que se recoge sintéticamente el contenido de su exposición. Lo coloca sobre un atril, de cara a la clase, y expone su disertación. Al principio parece tímida, pero de inmediato se le ve con confianza y habla con fluidez.

Una de las aulas de la escuela de primaria

La siguiente alumna empieza a exponer las singularidades del sistema de numeración de los nativos de Papúa, en Nueva Guinea. Apenas ha empezado, leyendo con voz entrecortada la introducción de su exposición, cuando el profesor la interrumpe. Le pide que lea con voz firme y clara. Ella corrige su postura, pues estaba de pie, con las piernas cruzadas y balanceando nerviosamente el cuerpo, y adopta una posición erguida y estable, como corresponde a un orador. Su elocución mejora ostensiblemente.

A estas alturas empiezo a tener serias dudas de estar en la clase de Informática. Miro a mi alrededor y en la parte trasera veo un ordenador desmontado sobre una estantería. En la pared veo algunas fotos, entre ellas la de Bill Gates. Parece que no me he equivocado de clase.

La clase sigue, mientras tanto. Ahora le toca el turno a la computación de los mayas. Una alumna explica, con cierta dificultad, cómo los mayas utilizaban un sistema de notación numérica vigesimal que reunía las unidades en agrupaciones quíntuples. El profesor le pregunta cómo representaban los mayas el 67 y la alumna duda… El profesor da al resto del grupo la opción de encontrar la solución. Otra alumna sale a la pizarra y anota una posible solución. El grupo, sin embargo, no lo ve claro. Entonces se levanta otro alumno y escribe en la pizarra la respuesta correcta.

Una de las aulas de la escuela de primaria

Poco a poco, empiezo a comprender la relevancia para la Informática de esta aproximación histórica a los sistemas numéricos de la antigüedad. Todo el sistema de computación que sustenta el software de los ordenadores se fundamenta en un código numérico binario, es decir, en un sistema numérico de base dos, asociado a los dos posibles estados de un circuito eléctrico, de modo que el 0 equivale a “desconectado” y el 1 a “conectado”. En el fondo, pedagógicamente, el desarrollo de la competencia digital depende del desarrollo de la competencia matemática, empezando por los rudimentos formales de la matemática: los antiguos sistemas de computación.

Ya no me sorprende, pues, que la siguiente alumna exponga el sistema numérico sexagesimal que se usaba en Babilonia hace casi 4.000 años, con su extraña combinación de la base 10 y la base 60. Al fin y al cabo, el objetivo del profesor es que el alumando aprenda la lógica inherente a toda computación a partir del análisis de sistemas diversos de computación.

Esta conexión entre lo actual y lo más antiguo y fundamental es uno de los rasgos distintivos de la pedagogía que creó Rudolf Steiner hace ya más de 100 años.

Las soluciones creativas son siempre una buena estrategia

No se trata, pues, de un rechazo a la tecnología ni de la omnipresente revolución digital que domina el mundo de hoy, como puede parecer a primera vista cuando asistimos a una escuela Waldorf y buscamos, sin éxito, los medios digitales que, en apariencia, están revolucionando la educación en otras escuelas. La diferencia consiste, más bien, en que esta pedagogía pretende propiciar el desarrollo de la competencia digital en el alumnado en la escuela, pero se resiste a convertir la educación en un espacio en el que se fomente el mero consumo digital, al servicio del todopoderoso mercado de la comunicación y la tecnología digital.

La segunda parte de la clase de Informática, aún pareciéndose más a una típica clase de programación, deja entrever algunos detalles que delatan un notable talento pedagógico por parte del profesor Gilbert.

De entrada, pide al alumnado que introduzca una serie de instrucciones en el PC a través de la plataforma digital GlowScript 2.9, expresamente diseñada para la creación y difusión de animaciones en 3D. Los alumnos y las alumnas sacan los portátiles, los conectan y empiezan a trabajar.

Expositor de trabajos de la escuela de primaria

Al cabo de un rato, mientras supervisa su trabajo, el profesor les pide que varíen los parámetros introducidos para ver qué pasa. Después les pide que dejen a un lado el PC y les invita a improvisar un programa para realizar un cálculo en un sistema de numeración posicional o de base x. Los alumnos aceptan el reto y van sugiriendo, sobre la marcha, las instrucciones requeridas para el cálculo. El profesor las va anotando a la pizarra al mismo tiempo que va guiando al alumando con preguntas que les conducen, por su lógica inherente, a la solución lógica del problema.

Sin duda, el antiguo filósofo griego se sorprendería por un uso tan insólito, pero a su vez tan natural, de su célebre método. Al fin y al cabo, la mayéutica fue creada por Sòcrates para favorecer el cultivo de la lógica y del análisis racional, aptitudes fundamentales de la competencia matemática y científica que sustenta la competencia digital.

Pasando nuestro tiempo en la escuela

Al ser una improvisación, el programa presenta aún incoherencias e imprecisiones que, poco a poco, son descubiertas y subsanadas por el alumnado, que se comunican constantemente entre ellos y con el profesor para ir acotando la solución conjuntamente.

La clase fluye: los alumnos participan de la actividad. Parece sencillo, como si fuera lo más fácil del mundo. El profesor apenas los controla, algo que ellos aprovechan para chatear de vez en cuando entre ellos. También se levantan, entran y salen del aula sin pedir permiso… Y cuando llega el final de la clase, salen cada uno a su aire, como si no hubiesen estado haciendo nada.

Si quieres conocer más detalles de nuestro proyecto y nuestra experiencia en la Green Meadow Waldorf School puedes consultar este enlace.

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