“Sólo la vida no es suficiente.
Hace falta el sol, la libertad y una pequeña flor”
Odense es una antigua y decadente ciudad industrial de provincias que atesora, para el viajero, el aliciente de haber sido el lugar en donde nació y creció el que, sin duda, es el más internacional de los daneses: el escritor Hans Christian Andersen. No debe haber niño alguno, en el mundo, que no conozca alguno de sus célebres cuentos. Pero pocos conocen la historia del hombre que creó estos relatos universales.
Una visita fugaz, de un solo día, a Odense es suficiente para hacerse una idea simple, pero clara, del contexto en el que surgió este genio de la literatura, ya que la ciudad ha tenido a bien tratar como se merece a tan distinguido hijo de la misma, trazando un recorrido por sus calles, siguiendo los pasos del ilustre escritor, cuya presencia es patente en toda la ciudad, incluso en el icono que regula el tráfico de peatones en los semáforos.
El paseo empieza en el Museo dedicado al escritor, situado junto a su casa natal. La muestra que se expone traza, de forma amena, la trayectoria del afamado hombre de letras. Se incluyen algunos de sus más preciados objetos personales, como su inseparable sombrero de copa o las tijeras con las que recortaba delicadas figurillas de papel, una de sus aficiones artísticas. El visitante encuenta allí, también, algunos de los objetos de sus célebres cuentos, como la cama en la que apenas durmió la princesa, a causa de un guisante, o el maravilloso -e invisible- traje nuevo del emperador. Por último, la visita permite curiosear las estancias de la pequeña y humilde casa en la que vino al mundo Andersen.
Hijo de un zapatero pobre y de una lavandera alcoholizada, Andersen sintió, desde niño, el deseo de escapar de la vida mísera a la que lo abocaba su condición social. Casados dos meses antes de su nacimiento, ni siquiera pudieron ofrecerle un hogar hasta los dos años y, aún entonces, fue una casita humilde cercana a la catedral, que aún hoy se puede visitar, siguiendo los pasos de Andersen por la ciudad. Como el patito feo, Andersen fue un inadaptado, un niño pobre que soñaba con llegar a ser artista; como el soldadito de plomo, fue un joven desgarbado y deforme, que anheló, sin éxito, el gozo del amor.
Lugares, esculturas, referencias… Todo se amontona en Odense para evocar la figura y la transformación que experimentó aquel joven Andersen hasta convertirse en lo que tanto ansiaba. No es extraño que su extraordinario genio literario se fijara en la metamorfosis que experimentan los cisnes, desde que nacen hasta que alcanzan la madurez, para ilustrar lo que uno puede llegar a ser si descubre y da cauce a su propia naturaleza.
Su odisea personal, su emergencia humana y artística desde lo más mísero y sórdido de la existencia humana, le permitió, como a la sirenita, alcanzar sus sueños y llegar lejos en el viaje de la vida. Todavía en vida, Odense le reconoció como hijo predilecto, hoy en día sigue rindiéndole tributo y honrando su memoria y legado.
La mejor manera de recorrer Odense con los niños es seguir el mapa que puedes recoger en diversos puntos de interés de la ciudad como, por ejemplo, en el Museo de Hans Christian Andersen. Siguiendo este mapa y, si os apetece, descargando la aplicación EVENTYRJAGTEN en vuestro móvil, los peques pueden seguir la ruta de Andersen orientándose con el GPS que les marca los diversos puntos de interés relacionados con la vida de este famoso escritor. Al final pueden conseguir alguna de las figuritas que recuerdan los personajes de sus cuentos.
1. Museo de Hans Christian Andersen.
Andersen nació en esta ciudad en 1805 y vivió en ella la vida que inspiraría la mayor parte de sus cuentos, algunos realmente duros y complejos. En este museo -mucho más interesante que el de Copenhagen- encontrareis información sobre la época en la que vivió, sus manuscritos, objetos personales, referencias a sus obras, su biblioteca y, además la casa en la que nació y vivió una parte de su niñez.
En el jardín de acceso se hacen representaciones teatrales en danés de los cuentos de Andersen. Realmente divertidas y entretenidas, aún sin conocer el idioma, nos encantó y disfrutamos plenamente. En este museo te ofrecerán un libreto en castellano -algo que no ocurre en casi ningún lugar de Dinamarca- con toda la información de interés de la ciudad ¡aprovechadla!
2. Las calles del barrio antiguo.
Recorrer la ciudad con sus bonitas calles empedradas, casas de colores y bonitos jardines es una delicia. Podéis visitar también el Encendedor de Yesca, un centro cultural para niños, donde se recrean los cuentos de Andersen para niños y se incita al juego en cada rincón. Debéis tener en cuenta que todo es en danés por lo que hay que adaptarse a esta “pequeña” barrera idomática.
En la calle Overgade, muy cerca de la escuela o hospicio en que Andersen recibió clases de niño, se encuentra la escultura del soldadito de plomo. En la plaza del ayuntamiento -en el que su abuela había estado presa por tener 3 hijos ilegítimos- recibiría Christian Andersen la aclamación de sus vecinos en 1867 cuando fue nombrado hijo predilecto.
3. El río y el barquito de papel.
Junto al río encontraréis la zona del lavadero donde la madre de Andersen pasó muchas horas trabajando en este oficio tan duro: lavar la ropa por encargo en las frías aguas del río. Alcoholica, murió cuando Christian Andersen tenía 28 años y aún era pobre. Años después, en su cuento “No era buena para nada” defendió a su madre con melancolía entendiendo las difíciles circunstancias en las que le tocó vivir.
Muy cerca de aquí, en el agua, está la escultura que recuerda al barquito de papel en el que viajó el soldadito de plomo en su aventura por la ciudad de Odense. Y junto al río también encontraréis la enorme estatua que se levantó en honor al escritor en 1888 cuando la ciudad ya rendía honores al famoso escritor.
4. La casa de Andersen.
En la pequeña casita en la calle Munkemollestrade vivió Andersen algunos años de su infancia. El ticket de entrada está incluído en el precio de la visita al museo. Es una pequeña casita con una bonita tienda que hoy en día cuenta además con un agradable jardín que no existía cuando Andersen vivió aquí de niño. También encontraréis las herramientas de su padre que era zapatero y que trabajó toda su vida para que su hijo pudiese estudiar y aprender, para que no tuviese que empezar a trabajar desde niño como aprendiz de cualquier oficio. Quería ayudar a su hijo aperseguir sus sueños. Su padre murió joven, a los 33 años de edad, cuando su hijo sólo tenía 11 años.
5. El museo danés del ferrocarril
Sin duda, visitar este museo es casi una obligación si os interesan los trenes o si viajáis con niños. A los niños les encantan los trenes ¿verdad? Si queréis saber más detalles podéis leer nuestra experiencia aquí.
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Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
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