Hoy ha sido un día normal. Esto diría cualquier chileno si hubiese seguido nuestros pasos durante la jornada. Pero, como viajero, si pones tu mirada en las cosas que haces «un día normal» descubres que muchas de ellas envuelven aspectos extraordinarios. Después de tanto tiempo en este país, ya nos hemos habituado a muchas de ellas pero, realmente, son excepcionales.
Esta mañana hemos salido del hostal para hacer algunas recados. Necesitábamos buscar urgentemente una lavandería: éste es un asunto de vital importancia cuando se viaja con poco equipaje y cuando dos de los expedicionarios pasan la mayor parte del día por los suelos. Y por este mismo motivo, hoy nos urgía otra necesidad logística: comprar pantalones nuevos para ellos.
Las calles de Chile están llenas de pequeños comercios. A pesar de que los «malls» o centros comerciales están presentes en todas las ciudades, aquí los negocios familiares siguen teniendo su espacio. Son pequeñas tiendas que permiten la subsistencia de sus dueños. Son locales humildes en los que se ofrecen servicios específicos, casi gremiales. Zapateros remendones, pequeñas ferreterías, ultramarinos, sencillas tiendas de comestibles, bodeguitas, mercerías y tiendas de lanas…
Probablemente así era en nuestro país antes de los años ochenta, antes de que aparecieran las franquicias y de que las grandes superficies comerciales hicieran inviable la supervivencia de este tipo de realidad comercial. Con su desaparición, se fue también un tipo de relaciones vecinales y profesionales, un ambiente en las calles y la autonomía de las familias que vivían de ellos. Pau no ha podido evitar la tentación, nos ha regalado unos libros y hemos seguido paseando.
Por la tarde hemos ido de visita a la vecina ciudad de Coquimbo. Es una ciudad portuaria ligeramente caótica, que nos ha recordado a Valparaíso. En el puerto hemos estado observando los leones marinos que nadaban perezosamente en el agua y las docenas de pelícanos que se apostaban sobre los bares de pescado frito. Hemos dado un breve paseo y finalmente hemos tomado el bus de vuelta a La Serena. Mientras nos desplazabamos lentamente en medio del atasco que unía las dos ciudades, sobre el mar, un precioso atardecer nos ha acompañado.
Después, cuando volvíamos al hostal, escuchando la conversación de un par de amigas, nos hemos enterado que anoche hubo un temblor de tierra. Nosotros no lo sentimos. Realmente Chile vibra casi todos los días del año, pero en el tiempo que llevamos aquí, ni nos hemos enterado. La intensidad del terremoto ha sido de 5,1 en la escala Richter y ha ocurrido en Vallenar, a unos 200 km de aquí. En la escala de Mercalli no ha superado el grado V. Aunque es complicado comparar terremotos, el de Lorca en 2011 también fue de 5,1 – sólo a 1 km de profundidad- y sus efectos en escala Mercalli fueron de grado VIII… En general, éste país está bien preparado frente a los efectos de los sismos. Otra cosa es lo que ocurrió con el tsunami de 2010… Esa es otra larga y triste historia.
Si queréis conocer más detalles de nuestro viaje por Chile, podéis consultar estos artículos:
- Itinerario: viaje a Chile durante más de 4 meses
- 20 razones para volver a Chile con nuestros hijos
- Viajar a la Patagonia por libre con niños
- 15 días en el desierto de Atacama con niños
Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
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