Desde antaño los viajeros y geógrafos fueron definiendo los límites de los territorios en los que habitaban o en los que se aventuraban como exploradores. Poco a poco, gracias a su gran capacidad de observación y a su gran curiosidad, fueron atando cabos y explicando fenómenos que ocurrían en el planeta y que mostraban aspectos comunes y repetitivos, incluso estando alejados en su posición en el globo. Así surgió la definición de los diversos biomas, tan característicos y conocidos por nosotros: el trópico, la sabana, los desiertos, el clima mediterraneo, los bosques templados, la taiga y la tundra… Estos últimos ecosistemas están asociados a los territorios cercanos al Ártico y a la Antàrtida. Pero… ¿qué es el Ártico?
El Círculo Polar Ártico corresponde con el paralelo situado a 66º 32′ al norte del Ecuador. Su hermano gemelo es el Círculo Polar Antártico situado en la misma latitud pero al sur del Ecuador. El Círculo Polar Ártico se considera habitualmente como el límite más meridional del Ártico. Se sitúa en esta latitud porque es el punto a partir del cual el sol no se pone al menos un día al año y permanece oculto tras el horizonte, al menos, otro día al año.
Rovaniemi, la conocida ciudad donde vive Papa Noel, se sitúa justo sobre este paralelo. A partir de ahí, según viajamos hacia el norte, los días en los que no amanece en invierno -aunque puede haber algo de claridad en el cielo- van aumentando y, en verano, ocurre lo mismo con los días que no se pone el sol y, simplemente, se “arrastra” sobre el horizonte.
Pero la definición del Ártico puede variar mucho en función del criterio utilizado. Para los botánicos, es el territorio en el que no crecen árboles. Por tanto es una línea que marca el territorio a partir del cual la taiga deja paso a la tundra. La tundra aparece más al norte del Círculo Polar Ártico y es una linea sinuosa que depende de aspectos geográficos como la cercanía al mar de un territorio, por ejemplo. La tundra es un tipo de ecosistema caracterizado por la ausencia de vegetación arbórea y por la presencia dominante de arbustos, herbáceas, líquenes y musgos.
Si definimos el Ártico en base a las condiciones climáticas, su límite no coincide tampoco con el del Círculo Polar Ártico. De acuerdo a las mediciones climáticas, se ha establecido que el territorio ártico -y antártico- corresponde al área de los casquetes en la que la temperatura media del mes más cálido del año no supera los +10 ºC ¡vaya promedio más helador!
Otra manera de definir el Ártico tiene en cuenta la superficie del terreno formada por permafrost. El permafrost es la capa de suelo que permanece congelada a lo largo de todo el año. El permafrost cubre una cuarta parta de las superficies emergidas en la tierra y, una gran parte están en el Ártico.
En relación con la extensión del hielo que cubre el mar y el océano a lo largo del año, se ha comprobado que la capa de hielo más extensa solía producirse en el Ártico en el mes de Febrero. Es en el mes de septiembre cuando la capa de hielo ártico que forma el casquete situado al norte del planeta Tierra solía tener su menor extensión. Pero la cubierta de hielo depende y determina las corrientes marinas y, en la actualidad, como todos sabéis, el cambio climático global que se está produciendo por el incremento del efecto invernadero está reduciendo a mínimos históricos la extensión de esta capa de hielo.
La Antártida y el Ártico son territorios míticos que han llenado nuestro imaginario de increíbles aventuras de exploradores inolvidables. Roald Amundsen, Robert F. Scott, Ernest Shackleton, Rychard E. Bird… Por desgracia, estas historias están a punto de quedar relegadas a leyendas que nunca olvidaremos pero que pronto pertenecerán a viajes sin retorno que van desapareciendo con cada fragmento de hielo que se derrite y disuelve en las aguas de los océanos ártico y antártico… Experiencias únicas que serán irrepetibles si el rumbo tomado por la humanidad no se modifica -y parece que no va a ser así- hacia un modelo de desarrollo más sostenible y con menos emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero.
Necesitamos un cambio global, pero en una dirección muy diferente que permita un modo de vida digno para todos y sostenible para nuestro planeta. En muchos de los pequeños gestos que hacemos cada día está nuestra responsabilidad pero, además, necesitamos gestores responsables que tomen decisiones valientes y adecuadas. Ojalá ocurra y el Ártico -y la Antártida- permanezcan pues son lugares únicos y muy necesarios para la Tierra. Si no es así, sólo podremos explicar a las futuras generaciones qué fue el ártico, pero no podrán experimentarlo por ellos mismos como hemos hecho nosotros esta pasada Navidad en Finlandia.
Tengo un ilusionante sentido de la vida. Estoy convencida de que las personas podemos cambiar el mundo trabajando personal y localmente a través de proyecto colaborativos. Me gusta compartir con mi familia experiencias motivadoras y enriquecedoras. Y difundir algunas de ellas en este blog sobre «nuestro viaje por la vida».
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