Atraída por la romántica fascinación de un gélido paisaje alpino, el genio inigualable de una joven pionera de la literatura vislumbra una figura vagamente humana, de proporciones descomunales, que corre con inusitada agilidad sobre una larga y extensa lengua de hielo que desciende por el valle glacial. Probablemente, aquel glaciar, era la Mer de Glace cerca de Chamonix.

Esperando el tren para ir al Mar de Glace

La misteriosa visión de la criatura no es real. Quizás solo sea una ensoñación lúgubre. Tal vez una inspiración sublime. Sin duda, la pesadilla de la bestia salvaje que mora en el corazón del ser humano. En cualquier caso, un solo atisbo sobre el deslumbrante glaciar ha prefigurado en la mente de la novelista en ciernes el nacimiento del engendro arquetípico de la modernidad, el abominable desecho del moderno Prometeo.

La lengua glaciar cubierta por sedimentos de las laderas del valle

Aún hoy, pese a su desmejorado aspecto respecto a lo que fue cuando fue contemplado – en 1816 – por la mirada aún adolescente de Mary Shelley, debido al calentamiento global, la mer de glace conserva, aún, parte de su aura mágica y romántica.

Atracción turística en el Macizo del Mont Blanc al menos desde el siglo XVIII, accesible desde Chamonix mediante un pintoresco tren cremallera, es hoy un lugar de peregrinaje para los amantes de Frankenstein, la novela que gestó la joven Mary Shelley admirada ante la belleza evocadora de estos agrestes parajes montañosos.

Junto con el paisaje, el lugar ha sido especialmente acondicionado para ofrecer una singular experiencia al turista ávido por adentrarse en las entrañas mismas del imponente glaciar. Un telecabina y una escalera conducen al visitante hasta la gruta excavada en el hielo para disfrutar de uno de esos extravagantes caprichos que nuestra insaciable ansia de profanar los rincones salvajes que crea y conserva con mimo la Madre Naturaleza.

No hay rincón virgen ni misterio alguno que resista al afán del ser humano por penetrar en el seno sagrado de la naturaleza. La huella de nuestro paso es, a menudo, devastadora.

Llegada en tren a la estación de Montevers

El retroceso gradual del glaciar, década tras década, nos ofrece el testimonio visible de las consecuencias innegables de este engendro moderno que llamamos «progreso», hijo bastardo de una razón endiosada que creyéndose dueña de la vida y del mundo, tomó la senda que conduce a la muerte y la destrucción de la belleza atesorada durante siglos.

Viendo y constatando el gradual e imparable retroceso del glaciar, a lo largo del último siglo, a consecuencia del cambio climático, nuestro hijo Ernest exclamó: «¡Cómo es posible que haya personas que nieguen el cambio climático!«.

Foto del paisaje que debió observar Mery Shelley

Observando el valle glaciar desde el mirador al que hace dos siglos llegaba el hielo

Esta es, tal vez, una de las buenas razones para visitar este lugar en el corazón de Europa: para constatar y asumir en primera persona los efectos climáticos de la huella ecológica de nuestro insostenible modo de vida. 

 

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA VISITAR EL GLACIAR MER DE GLACE

Cuando uno se acerca al glaciar de la mer de glace junto a sus hijos, no puede evitar pensar tristemente que, probablemente, sus nietos ya no podrán vivir esta experiencia. Para cuando nuestros nietos den sus primeros pasos, probablemente ya no quedarán glaciares en las cumbres de los Alpes y en otras cordilleras del mundo.

Si visitáis el valle de Chamonix y os apetece observar este glaciar en regresión, no dudéis en tomar el tren que sale de la estación de tren de Montenvers y hacer el viaje hasta la estación junto al valle glaciar.

El pasaje del tren incluye el acceso al glaciar. Desde la estación salen trenes con frecuencia de 30 minutos y, una vez arriba, podéis tomar el telecabina que desciende hasta el glaciar. Después hay un buen tramo de escaleras que cada verano han de adaptarse para poder acercarse a la lengua de hielo.

Si decidís comprar el billete o forfait de 48 h podéis incluir diversas atracciones. Este ticket incluye subir al teleférico de l’Aiguele du Midi y, después, otras atracciones del valle como el tren de Montenvers que es la opción que nosotros elegimos.

Es impactante constatar cómo el nivel del hielo ha ido disminuyendo especialmente en los últimos 20 años y que la cuenta atrás, para la desaparición de estos hielos milenarios, empezó hace ya mucho tiempo.

Más información sobre nuestra visita al Valle de Chamonix:

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