Desde que llegamos a Santiago, nos resuena esta cantinela en nuestra cabeza… «Chile va bien». Estamos en el barrio de Providencia, situados al este del centro de la ciudad, que fue donde nos alojamos anteriormente. A medida que te alejas del centro en esta dirección es fácil comprobar que mejora el nivel de vida de sus habitantes. Probablemente aquí se concentran la mayor parte de las oficinas de profesionales liberales de la ciudad, así como un gran número de comercios.

Los condominios de clase media-alta bien cuidados han ido ocupando el espacio de las solemnes casas familiares de principios de siglo, de estilo inglés, que surgen a cada paso tras sus jardines. Las clínicas de cirugía estética y los rutilantes centros comerciales alternan con los novísimos y relucientes rascacielos y con las facultades de económicas de las publicitadas universidades privadas que engalanan sus escudos con pomposos lemas latinos, como «Labor constantiae triumphae«.   Nos estamos alojando en casa de M. José y Rodrigo. Nos conocimos en el Refugio Tinquilco y, allí mismo, nos invitaron a venir a su casa cuando considerásemos oportuno. Fueron allá en sus primeras vacaciones después de dos años en los que han estado muy ocupados poniendo en marcha su nuevo estudio de arquitectura, tras su decisión de apostar por un modo de vida laboral más independiente, más integrado con su vida personal y ajeno al esnobismo que domina en algunos círculos profesionales, en los que las apariencias y la autosuficiencia impiden, en gran medida, que se establezcan relaciones personales próximas y genuinas.  

Es precisamente esta actitud impersonal y frívola lo que más nos ha llamado la atención, en nuestro callejear por esta parte de la ciudad, por dos razones. En primer lugar, por el hecho de venir nosotros directamente de un lugar, el Refugio Tinquilco, en el que su dueño ha hecho un esfuerzo por extirpar este tipo de falsedad inherente a nuestro modo de vida social, sustituyéndolo por un tipo de relación más sensible y más humano con el entorno y las personas. Pero, además, porque nos recuerda a esa etapa reciente en la que se decía, con estúpido orgullo, «España va bien» y «España está en la Champions League de la economía mundial». Aquí se hace leña del árbol caído y los medios de comunicación destacan insistentemente la crisis española, pero no hay el más mínimo indicio de una reflexión seria sobre la misma que les lleve a la conclusión de que tal vez estén cometiendo los mismos errores.  

Éste es uno de los temas sobre los que hemos conversado con nuestros anfitriones. Pero, la verdad, es que nuestra convivencia durante estos días ha ido mucho más allá y por ello nos hemos sentido realmente bien en su casa, tras comprobar que nuestros pensamientos eran muy próximos en cuestiones como las relaciones de pareja, la familia, las relaciones sociales, el trabajo, el valor de lo local frente a lo global, el aprecio por la naturaleza o la consciencia respecto a la necesaria sustentabilidad de nuestras acciones.  

Es, sin duda, una de las grandes oportunidades que nos ofrece este viaje por Chile: aprender de los demás y ampliar nuestro pequeño mundo de relaciones personales. Por mucho que cambiemos de lugar, al final se repiten patrones sociales en los que las desigualdades sociales suelen perpetuarse. Pocos son los lugares en los que esto no ocurra. Chile no es una excepción y ellos lo saben.

Puedes conocer más sobre nuestro viaje de 4 meses por Chile en 2013:

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