Sea cual sea el paisaje, en cualquiera lugar de la Tierra, puede manifestar su belleza a poco que el ser humano sea capaz de respetar su esencia. Podemos vivir y aprovechar los recursos que nos ofrece pero si logramos hacerlo respetando mínimamente sus ritmos naturales y los elementos que lo conforman, entonces la naturaleza nos devuelve infinidad de imágenes cual regalos efímeros que debemos saborear en el instante que nos los entrega. Navarra es un mosaico de paisajes increíbles que os harán disfrutar de lo lindo.
Las Berdenas Reales en primavera (Navarra, 2015)

 

Así ha sido nuestro viaje a través de los paisajes de esta bella región. Desde las planicies del Ebro y sus afluentes, a los cañones calcáreos del prepirineo y los profundos valles de nuestra gran cordillera, en todos los rincones que hemos recorrido en coche y a pie nos hemos sentido maravillados por todo lo que se nos ofrecía y se nos mostraba a cada paso. Navarra no te la acabas ¿por dónde empezar?

En la reserva se permiten usos tradicionales del territorio (Navarra, 2015)

Al sur del río Aragón, en la margen oriental del río Ebro y lindando con la provincia de Huesca, están las Bardenas Reales. Toda una extensión de terrenos yesíferos que se alternan con capas de sedimentos de areniscas en los que la erosión ha creado paisajes espectaculares. El terreno se manifiesta como arrugado, envejecido, pero muestra la vitalidad del permanente cambio, de la renovación constante. En las planicies, gracias al agua que llega desde los Pirineos (aquí apenas llueven 350 ml/m2 al año), los agricultores cultivan grandes extensiones de cereal que ahora lucen de un verde brillante cegador.

En las paredes verticales agujereadas, los buitres leonados crían a su único y frágil polluelo con una sensibilidad que no parece propia de una animal carroñero.  Junto a ellos, los alimoches recién llegados de África han empezado ha construir sus nidos. No podemos acercarnos a más de 400 metros de las zonas de cría pero los gestores de este parque que forma parte de las Reservas de la Biosfera, facilitan un punto de observación con buenos prismáticos para observar los puntos de anidación.

Hemos recorrido los húmedos cañones arcillosos y nos ha venido el recuerdo de  nuestros largos y tranquilos paseos por el Ayllu de Coyo cerca de San Pedro de Atacama. Los colores rojizos y ocres, los albardines rodeados de arbustos en flor, los milanos cazando en los campos de cereal buscando algún roedor. Esa belleza aparentemente simple pero que constituye un ecosistema complejo y delicado que bien vale la pena preservar. Hay solo una objeción: allí permanece la base militar y allí se siguen realizando pruebas de vuelos supersónicos, toda una contradicción frente a los cuidados que realizan los naturalistas y que se exigen al visitante en sus recorridos por las Bardenas.


En las Bardenas se pueden hacer varios recorridos a pie, en bicicleta y en coche. La pista más concurrida es la que rodea la base militar. Desde ella se pueden hacer diversas excursiones. Tanto al norte, como al sur, más lejos del centro de información al visitante, existen dos zonas arboladas que mantienen los bosques de encinas y pinos acompañados de un matorral muy diverso: el Vedado de Eguaras y las Caídas de la Negra. Se puede llegar hasta ellas por diversas pistas y vale la pena darse un paseo por ellas pues contrastan con la aridez de la zona centro que es la más conocida de esta Reserva de la Biosfera.

Más al norte, en las cercanías de Pamplona, el paisaje yesífero da paso a las montañas calizas que recuerdan a nuestras sierras del Maestrazgo de Castellón y del norte de Alicante. Eso sí,  aquí los cañones los recorren verdaderos ríos, en torrentes de aguas bravas que en abril llevan tal cantidad de agua que asombra a cualquiera que venga de más al sur. La disposicion perpendicular a los cursos fluviales de los pliegues calizos ha creado infinidad de estas hoces o «foces». Nos desplazamos a la Foz de Lumbier para seguir el cañón del río Irati paseando por la antigua vía del tren, hoy transformada en ruta cicloturista. Navarra ha creado una extensa red de pistas para hacer en bicicleta (rutas BTT) que están muy bien señalizadas y que ofrecen servicios al deportista, albergues y restaurantes que se han asociado, creando un entramado a través del cual conocer esta región de una manera única.

Llegar a Lumbier es sencillo pues la A-21 y la N-240 pasan a pocos kilómetros de este municipio. Ningún viajero que pase por estas carreteras puede imaginar la belleza que discurre tan cerca de esas carreteras y que queda oculta tras las paredes del macizo montañoso. Cerca de aquí, la Foz de Arbaiun, de Ugarrón, Benasa, Aspurz, Santa Colomba y Burgui,  más inaccesibles guardan sus secretos más íntimamente. Hay que pagar 2€ por el aparcamiento y se informa de que la visita ha de ser respetuosa con el entorno.

El paseo de 2,6 km es cómodo y agradable, puede hacerse incluso con un carrito de bebé (nosotros hicimos el recorrido completo de 5,7 km pero no os lo recomendamos pues transcurre por una pista forestal algo pesada para los niños pues en realidad es el acceso a una cantera). En esta epoca del año los árboles caducifolios aun no han  brotado y se puede observar fácilmente el río que viene cargado con las aguas del deshielo. Más adelante el verde de sus hojas cubrirá el cañón espectacularmente y, en otoño,  la paleta de colores ofrecerá una mezcla de matices que nos hemos prometido a nosotros mismos como regalo en un próximo viaje. Sobre nuestras cabezas,  aquí también,  los buitres sobrevuelan el cielo, majestuosos, recordándonos la necesidad de preservar estos lugares.

Para concluir nuestras visitas a entornos naturales navarros decidimos escaparnos hasta la famosa Selva o Bosque de Irati que se extiende entre los valles de Zuberoa y Salazar. Desde Pamplona, por la N-135 que lleva a Francia por Roncesvalles, hay que tomar la NA-140 para perderse por estos preciosos lugares tranquilos. Visitamos el Santuario de San Salvador de Roncesvalles y nos sorprendió encontrar el claustro lleno de nieve, como si fuese un nevero.

Varios peregrinos se cruzaron en nuestro camino y aprovechamos para explicar a Ernest y Ferran el maravilloso viaje que un día soñamos hacer con ellos caminando hasta Santiago de Compostela. Quién sabe si seremos capaces de hacerlo juntos. Finalizamos esta corta visita subiendo al Alto de Azpegi donde el viento soplaba tan fuerte como si quisiera arrastrarnos hasta Francia en un rápido vuelo.


Llegamos hasta Aribe, un pequeño pueblo a orillas del río Irati, y allí decidimos quedarnos a pasar la tarde paseando junto al río y comprobando los destrozos que hace pocas semanas produjo la crecida de sus aguas. Apenas 40 habitantes mantienen vivo este lugar con sus casas cuidadas y engalanadas con la eguzki-lore o «flor del sol» un símbolo de la tradicional cultura vasca. Esta flor corresponde al cardo silvestre de la especie Carlina acaulis y representa al sol. Se pone en las puertas con la intención de ahuyentar a los malos espíritus,  la entrada de brujas, los rayos de la tempestad y las enfermedades. La leyenda es una historia bien bonita que puedes conocer aquí:  Hirupedia.

Nos alojamos en el Hotel Aribe atendidos amablemente por sus propietarios y disfrutamos de una cena riquísima a base de productos de la zona. Me sorprendió la tiernísima carne de ternera ecológica -es la primera vez que la encuentro en una carta- y la suave textura de la cuajada de leche de las ovejas. ¡Una delicia que Ferran y yo hubiesemos deseado que no se acabase nunca!

Por la mañana,  en dirección a Orbaizeta, subimos hasta el Pantano de Irabia. Toda la zona cuenta con más de 16 rutas en bicicleta que comprenden más de 400 km. Es un paraíso para el caminante aunque quizá, en otoño esté algo saturado por la afluencia de gente deseosa de sentir el otoño en estos hayedos. Esa mañana no había nadie.  Caminamos sobre la presa del embalse e iniciamos el sendero gozosos. Las pequeñas plantas herbáceas aprovechaban para florecer antes de que las hayas echasen sus hojas e impidiesen a los rayos solares llegar hasta el suelo. Así que, aunque podría parecer que el bosque no estaba en su mejor momento, lo cierto es que nos pareció que era uno de esos bosques en donde los árboles no te impiden verlo. Además, daba oportunidad para disfrutar de muchas plantas que pasan desapercibidas al excursionista estival.

Senda junto al lago Irabi, bosque de Irati (Navarra, 2015)
Finalmente llegamos a la preciosa casa del guarda forestal que ahora está abandonada y sola. Nos pareció tan triste. Un lugar tan maravilloso, podría ser un alojamiento para excursionistas perfecto, pero allí estaba cerrado a cal y canto. En el pasado fue posada de cazadores, hoy espera que alguien le de una segunda oportunidad. Realmente desearíamos tener esa posibilidad para rehabilitar ese espacio y crear un Refugio como el Refugio Tinquilco junto a su lago allá en la Región de los Lagos de Chile. ¡Ójala aquí hubiese un Patricio! ¡Ójala nosotros tuviésemos tan claro nuestro destino y fuésemos capaces de crear aquí un lugar para la reflexión, el aprendizaje, el intercambio de ideas y de experiencias!
La casa del guarda junto al embalse de Irabia (Navarra, 2015)

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