Como todos los años planeábamos nuestra escapada de verano. Teníamos que comprar un billete de avión de ida y vuelta y disponíamos de un mes de vacaciones para conocer un poco algún lugar del mundo. Nos atraía viajar a Oriente, nunca habíamos pisado el continente asiático y China presentaba muchos atractivos. Además aquel año había diversas ofertas en vuelos que merecía la pena aprovechar. Normalmente viajaba sola con mi amiga Alejandra pero esta vez decidimos enrolar en el proyecto a unos cuantos amigos. Acabamos siendo un numeroso grupo formado por dos gallegos y una gallega, una extremeña y tres alicantinas y después, aún se unieron dos sevillanos más.

El viaje con ellos duró casi tres semanas y resultó perfecto. Estuvo lleno de anécdotas, risas, buen rollo y cientos de experiencias. Recorrimos por libre el interior del país desde Beijing (Pekín) hasta Shangai. Disfrutamos de un territorio que nos sorprendía a cada paso que dábamos y cuyos habitantes no hicieron sentir cómodos en todo momento. Viajamos en tren nocturno, navegamos el Yang-tze y visitamos a los osos panda… Historias que compartiré en otro momento.

Shangai es una de las ciudades más pobladas del planeta y reúne, como la mayor parte de las grandes urbes asiáticas, una combinación de elementos tradicionales y de ultramodernidad que a los europeos nos sorprende. Sobretodo sorprende por la noche, cuando las luces de neón iluminan los modernos edificios con un derroche injustificado de energía. Los «escalestrix» de hasta seis o siete alturas se entrecruzan y coches de alta gama vuelan más que circulan haciéndote sentir en una ciudad del futuro. Mientras, en los barrios menos favorecidos las humildes viviendas van desapareciendo y dejando paso a los edificios de apartamentos para la «nueva clase media».

En los antiguos barrios de origen europeo hoy proliferan los locales de moda, bares, discotecas y restaurantes. Allí todo está al alcance de cualquiera a un precio desorbitado. En otras zonas de la ciudad puedes viajar al pasado o conocer los entresijos de las etnias minoritarias en china que no disfrutan de los privilegios de las clases dominantes. El barrio musulmán es ideal para probar buena comida a muy buen precio y conocer otra realidad. En los jardines encuentras la calma y el sosiego, el silencio y el recogimiento. Shangai muestra las dos caras de aquel mundo, el yin y yang se manifiestan sin complejos.

En Shangai terminó nuestro viaje con aquel pequeño-gran grupo. Ellos regresaron a casa y nosotras permanecimos para seguir descubriendo el país. Con ellos compartimos allí excelentes momentos desde la azotea de nuestro hostal situado en el Bund. Las vistas de los luminosos rascacielos del Pudong acompañaban imponentes nuestras conversaciones. Y es que, por mucho que me guste viajar lejos, mi viaje preferido es el que me lleva al interior de las personas. Sobre todo es sorprendente como, incluso las personas a quien más crees conocer, pueden descubrirte cosas nuevas cada día. Creo que esto ocurre porque la gente interesante está en permanente evolución, crece, cambia, se vuelve más compleja y rica en matices. Es por ello que hay personas que siempre llenan tu vida y le aportan diversidad. Así eran aquellos amigos, lo siguen siendo.

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