Estamos en Catemaco, en el sencillo y comfortable Hotel «El brujo», situado frente a un precioso lago. Desde la terraza veo una garza descansando en una piedra cerca de la orilla y, en el árbol que hay al otro lado de la calle, otra decena de aves están posadas. Han pasado aquí la noche tranquilas aunque ahora, al salir el Sol, no paran de hacer ruidos extraños. Hay bruma y no puedo ver el Sol pero está clareando el día que acabará siendo muy soleado. Una barca se acerca, con dos personas, una de ellas remando. Se ve la Luna, ya muy menguada por la parte de abajo.
Este lugar está enclavado dentro de la Reserva de la Biosfera de los Tuxtlas, en la provincia de Veracruz, junto al Golfo de México. Nuestro amigo Alfonso nos ha traído hasta aquí pues aquí trabaja y hace sus estudios sobre escarabajos coprófagos. Es interesante acompañarle por el campo a recoger muestras. Ayer fuimos con él y su ayudante Mirga a inspeccionar las trampas. Realmente es un trabajo agotador. La humedad de estas selvas y el calor hace que te sientas exhausto a pocoque te muevas, es como si te encontraras trabajando dentro de una inmensa sauna de color verdoso. Tuvimos que ponernos unas fundas de cuero alrededor de las piernas para ir protegidos por si aparecía alguna serpiente pues en esta época del año están muy activas.

Recorrer en un bote los manglares es sobrecogedor. El silencio reinante sólo es roto por las aves que vuelan y se alimentan en estas hondonadas donde las aguas marinas y dulces se encuentran creando ecosistemas únicos de alta diversidad biológica. Nuestro acompañante nos comentaba que, a pesar de esta belleza, todos los indicadores avisan que el lugar está muriendo… El exceso de contaminación por aguas fecales y por el uso de plaguicidas y herbicidas en los campos cercanos, están haciendo aumentar alarmantemente la toxicidad de las aguas. Los pescadores se quejan del descenso de las capturas y la aparición de animales muertos.

Hace unos siglos, los habitantes de esta región, debieron disfrutar de ella con todo su esplendor. Nos dejaron algunos testimonios de su vida aquí. Este lugar normalmente queda fuera de las rutas turísticas porque los visitantes suelen dirigirse hasta Yucatán, atraídos por sus ruínas mayas y las playas caribeñas. Sin embargo, aquí vivieron los Olmecas, una de las civilizaciones mesoamericanas más antiguas y enigmáticas. Eran artistas creativos y expresivos que desarrollaron su sensibilidad en miles de obras de arte que hoy podemos disfrutar. En Santiago de Tuxtla pudimos ver una de las enormes cabezas de basalto que esculpieron hace casi tres milenios.

Estas piedras fueron extraídas de la Sierra de los Tuxtlas en unas canteras situadas a más de 100 km del lugar donde se descubrieron las cabezas. Miden unos 2,7 m de altura y pesan unas 25 toneladas aunque alguna alcanza las 50 Tn. Su datación varía desde los 1.500 a 400 a.C. Se conocen 17 de estas esculturas gigantes, algunas permanecen en el lugar donde fueron descubiertas, otras han sido trasladadas al Museo de Antropología de Xalapa. Acudimos al museo fascinados por estas tallas y disfrutamos con todo lo expuesto all. El misterio rodea a estas gentes, pues aún no se ha podido explicar cómo trajeron hasta aquí esas moles de piedra.
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