DESCUBRIENDO ASIA CON NIÑOS

DESCUBRIENDO ASIA CON NIÑOS

No sé a vosotros, pero a mi, me encanta soñar viajes y proyectos. Si, soy yo, Myriam, la que lleva de cabeza a los tres chicos de la familia. Ellos me siguen encantados, es cierto, pero la que vive pensando en si ir aquí o allá, soy yo… La que piensa objetivos, la que renuncia a viajes imposibles – al menos por el momento – y la que pasa felizmente mucho tiempo organizando. Os confesamos un sueño, queremos viajar a Asia con niños, con los nuestros. Queremos que sea un viaje largo, de varios meses. Aún no es el momento pero lo haremos. Recorrer la costa de norte a sur, salir de tan al norte como nos sea posible y llegar tan al sur como podamos autofinanciarnos.

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RAJASTHAN Y SUS CIUDADES DE COLORES

RAJASTHAN Y SUS CIUDADES DE COLORES

Los pastores vestidos de blanco tocados con un turbante carmesí en la cabeza caminan tras sus cabras a través de los bellos campos de cereales que ahora verdean porque aún llegan algunas intensas lluvias empujadas por el monzón. Rosa, azul, amarillo, rojo, naranja… todos los colores del arcoiris cubren los cuerpos de las mujeres cuyos saris componen un cuadro impresionista en los paisajes del Rajastán. Trabajan sin parar cargando fardos de paja, montones de excrementos de vaca deshidratados o cántaros de agua. Las carreteras y caminos son un ir y venir de caminantes,  carros, bicicletas…. y muchos camiones que ponen en peligro la vida las personas que deambulan por las cunetas.

Detalle de los edificios de Fatehpur Sikri (India, 2007)

Detalle de los edificios de Fatehpur Sikri (India, 2007)

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TAJ MAHAL: ¿PUEDE SER BELLA LA TRISTEZA?

TAJ MAHAL: ¿PUEDE SER BELLA LA TRISTEZA?

Visitar el Taj Mahal es uno de los objetivos de los viajeros que acuden a la India. Llegar hasta Agra desde Nueva Delhi es sencillo. Muchos trenes comunican las dos ciudades pues el servicio y variedad de trenes es muy abundante en este país. Otra opción, si viajan varias personas, es alquilar un coche con conductor y «dejarse llevar» por las carreteras en una experiencia indescriptible en la que el corazón se encoge ante las decenas de personas que se cruzan en el camino, los enormes camiones que a toda hora hacen sonar sus chirriantes bocinas y las tranquilas vacas que en cualquier momento se detienen a comer los restos de verduras esparcidos por el arcen o bien, a dormitar en cualquier punto de la carretera. Hay mucha suciedad, suciedad por todas partes…

En Sikandra, cerca de Agra, se eleva el Mausoleo de Akbar «el Grande»

En Agra hay múltiples lugares que visitar. Sin duda, el Fuerte Rojo es uno de los lugares más espectaculares de la ciudad. Construido por Muhammad Akbar en el siglo XVI, fue emperador del Imperio Mogol y en esta fortaleza se respira la belleza y la sobriedad en cada metro cuadrado de sus paredes de arenisca. Pasear por el lugar cuando hay pocos visitantes supone una agradable experiencia de aislamiento pues en la India uno siempre se siente rodeado y atosigado por la gran cantidad de gente que va y viene a un ritmo frenético o que observa en las calles inundando las ciudades de conversaciones, olores y colores.  (más…)

JODHPUR: UNA HISTORIA DE MUJERES

JODHPUR: UNA HISTORIA DE MUJERES

Hace días venía pensando en que hoy quería escribir una historia de mujeres y, finalmente, he acabado en Jodhpur (जोधपुर): la ciudad azul. Jodhpur es una preciosa ciudad situada en la India, en el desierto del Thar que se extiende desde el noroeste del país hasta Pakistán. Es una ciudad llena de vida, abarrotada, agitada y caótica, como todas las ciudades de aquel gran país.
Para llegar hasta allí hay que recorrer centenares de kilómetros por las secas llanuras del Rajasthan. Campos que con la época de lluvias reverdecen para cultivar trigo y algodón. Durante el recorrido, siempre, tu visión se ve salpicada por la imagen de las mujeres rajasthanies que trabajan incesantemente. Ataviadas con sus bellos saris de colores cargan con cántaros de agua, con enormes atillos de madera, con kilos de paja aún verde, con excrementos secos de las vacas, con sus niños y con todo lo que su alma es capaz de soportar. Trabajan y trabajan, paren, crían a sus hijos, canta, ríen, lloran y se acompañan en su vida agotadora.

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SIETE DÍAS EN EL VALLE DE KINNAUR, SATLUJ Y SANGLA (II)

SIETE DÍAS EN EL VALLE DE KINNAUR, SATLUJ Y SANGLA (II)

Recorrimos el valle del río Satluj tras descender los 17 km de la carretera que lleva a Sarahan, mientras este pueblo se quedaba encaramado allá en lo alto. Nuevamente nos encontrábamos en la famosa vía del Indostán que une la India con el Tibet. Es una preciosa carretera, tallada en la propia montaña como si una oruga minadora hubiese ido horadando un camino con vistas al exterior.

Las paredes verticales se elevaban majestuosas y, en algunos tramos, nos parecía imposible poder pasar por allí. Nuestro experimentado chofer maniobraba cuando coincidíamos en algún tramo estrecho con un camión o un autobús. En los puentes debíamos respetar el turno para poder cruzar y nosotras aprovechábamos para pasear, tomar fotos o observar los árboles enganchados a los riscos cual equilibristas.

Un poco antes de llegar a Watlug, el valle empezó a transformarse en un gran hormiguero que bien podría haber servido de escenario al infierno de Dante. Cientos de máquinas y miles de personas trabajaban entre el polvo y las piedras contruyendo ingenios hidráulicos para obtener la electricidad que el país necesita. Entre el polvo, camiones, excavadoras, cemento y hormigón,  hombres, mujeres y niños, todos menuditos, envejecidos por el sufrimiento y la resignación, trabajaban como picapedreros incapaces de imaginar una vida mejor. Bebés destinados ya a ese futuro dormían sobre las espaldas de sus madres que trituraban las piedras con simples mazas. Hombres y mujeres transportaban las piedras sobre sus espaldas. Ayudaban así en la perforación y construcción de largos túneles de hasta 7 km por donde se canalizará el agua a gran presión que llegará hasta las modernas centrales hidroeléctricas.

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SIETE DÍAS EN EL VALLE DE KINNAUR, SATLUJ Y SANGLA (I)

SIETE DÍAS EN EL VALLE DE KINNAUR, SATLUJ Y SANGLA (I)

Habíamos llegado a Shimla  (hindu शिमला, panjabi ਸ਼ਿਮਲਾ) después de un largo y dificultoso viaje en tren y bus desde Nueva Delhi. Los monzones arreciaban la cara suroeste de la cordillera del Himalaya y debimos permanecer varios días en la ciudad. La capital del estado de Himachal Pradesh es conocida por haber sido el lugar de retiro y descanso veraniego de las familias adineradas durante la época de la colonización Británica. Aquí se retiraban cuando el calor y la humedad eran sofocantes en las planicies meridionales. Nos hubiera gustado llegar hasta aquí en el legendario tren que recorre las escarpadas laderas de estas montañas, pero las avalanchas de tierra y agua habían arrastrado varios tramos. 

File:KSR Train on a big bridge 05-02-12 71.jpeg
Tomado de http://en.wikipedia.org/

Finalmente subimos a un autobús que durante 4 horas escalofriantes fue recorriendo los 90 km de carretera que separaban Chardigarh de Shimla. Íbamos con el corazón en un puño al observar por la ventana las toneladas de tierra y árboles que el conductor iba sorteando con gran habilidad. De vez en cuando mirábamos en la tele la película «bolibudiense» donde jóvenes de amplia sonrisa bailaban y reían en un mundo irreal.

El 15 de agosto se celebraba en la ciudad el 60 aniversario de la Independencia y fue toda una experiencia observar a las familias paseando con sus galas de domingo, tranquilos, tomando dulces y helados en la calle principal, conversando unos con otros. Los grupos de chicos jóvenes caminaban de la mano, las chicas iban con sus padres o su esposo. Las familias de origen tibetano, muy diferentes en sus rasgos y atuendo, disfrutaban también del momento. Nosotras mirábamos pero también nos sentíamos observadas, se reían y mostraban evidente curiosidad.

Finalmente nos decimos a contratar una excursión por los valles altos de la región. Era muy recomendable alquilar coche y conductor y así lo hicimos. Queríamos descubrir los grandes valles glaciares, las grandes montañas y las aguas salvajes de la cabecera de los ríos. Queríamos disfrutar observando el cielo, los paisajes y las gentes de aquellos lugares majestuosos.

Llegar hasta Sarahan nos hizo sentirnos nuevamente orgullosas de haber emprendido ese viaje a la India. Está situada a 2.313 m.s.n.m. y para llegar a ella hay que recorrer 172 km por carreteras espeluznantes de vistas increibles. Los bosques de cedros y otros árboles imponentes se alzaban altivos entre pequeñas plantas que florecían como con prisas, sabedoras de que el buen tiempo dura poco en aquellas tierras.

Campos y más campos cultivados, montañas aterrazadas llenas de manzanos rebosantes de sus frutos verdes y rojos. Coles por todas partes, girasoles, perales que esperaban ya la cosecha, grandes cascadas y, en el fondo del valle, allá en la profundidad, un poderoso río de aguas embravecidas. Nunca antes habíamos visto un valle fluvial tan inmenso, de paredes verticales y terrazas aluviales tan enormes. En todas partes había aldeas o casas aisladas, pequeños huertos y algún rebaño.

En Sarahan los niños corren felices por las calles. Sus habitantes son humildes y agradables, siempre con una sonrisa y de fácil trato. A pesar de nuestra dificultad para comunicarnos con ellos -pues desconocíamos su idioma- siempre nos sentimos cómodas y relajadas. Nos alojamos en las habitaciones que los monjes alquilan junto al templo de Bhimakali. Por un precio ínfimo dispusimos de una amplia habitación con baño incluido. 

De vez en cuando oíamos la campana que los feligreses tocaban al acceder al patio central. Construido en «gótico hindú», su belleza radica en la manera de colocar las vigas de madera creando un entramado con los bloques de granito. Así se consigue un «efecto antisísmico». En la gran torre, algunos carpinteros se esforzaban por afianzar y arreglar los desperfectos de un reciente terremoto. Los tejados de grandes losas de pizarra gris, los artesonados y tallas de madera, junto con el cuidado y limpio jardín, hacían del lugar un espacio único. Por la mañana nos despertaban los cantos de las oraciones monótonas y repetitivas que anunciaban el nuevo día. Se respiraba tanta serenidad en aquel lugar que no nos hubiésemos ido nunca…

La sabrosa comida vegetariana que tres mujeres cocinaban en un pequeño cuartito hacía las delicias de los pocos visitantes y las gentes del lugar. Con un estilo, un ritmo y una pulcritud admirables -pues disponían de muy pocos medios- elaboraban unos deliciosos «noodles non spice» -que por supuesto sí eran spice-, una tortilla de perejil, empanadillas al vapor, pan chapati y delicioso té con ginger. Nos encantaba observar el orden en los estantes de la pared y el cuidado con el que habían colocado las hojas de viejos periódicos para albergar sus utensilios adecuadamente.

Divisábamos las enormes montañas del macizo del Kinnaur Kailash (6.050 m) y el Sirikand Mamadeu (5.227 m) y nos preparábamos para el siguiente trayecto en jeep. Antes recorrimos los alrededores de Sarahan y observamos al «prior» del templo mientras hacía sus tareas. La humedad de la mañana era muy agradable. Las nubes se iban dispersando. Un largo viaje nos esperaba y estábamos llenas de energía para seguir difrutándolo.

Para serguir viajando por la India:

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