Cuando llegas a las islas Galápagos y pasas por el control de la entrada al Parque Nacional para pagar la tasa de acceso  que incluye un carnet personal (110 USD los adultos, 60 USD los niños), te sientes un poco «sableado». Como nos ha ocurrido en otros lugares, parece que se explota al turista en lugar de favorecer el turismo.

Estación Científica C.Darwin, Puerto Ayora (Santa Cruz)

Sin embargo, a poco que empiezas a conocer este lugar, la gestión del parque y de los municipios, te das cuenta de que éste es un modelo de gestión integral en el que los seres humanos están haciendo todo lo posible por vivir en armonía con la naturaleza sabiéndose poseedores de unos ecosistemas únicos cuya conservación significará la supervivencia de todos.
El modelo de «turismo, sol y playa» aquí no tiene sentido, es mucho más. Los ecosistemas, el territorio en que vivimos o que visitamos esporádicamente como turistas, no sólo está formado por suelo, agua y sol, aquí lo saben y por ello la legislación es muy restrictiva y promueve el mantenimiento de un entorno natural en el cual todos tenemos cabida: no sólo las personas, sino también animales, plantas y todos los seres vivos que forman o han formado parte de él.

Sería imposible describir todas las acciones dirigidas por el Parque Nacional Galápagos, para ello es mejor visitar la web oficial. Pero se puede destacar entre otras cosas el programa de voluntarios, la sección de información turística y el programa de guías naturalistas, además de los programas de desarrollo sustentable.

En todas las islas hay multitud de lugares que se pueden visitar libremente, están marcados los senderos, hay información orientativa y medioambiental. Pero también hay zonas restringidas a las que sólo se puede acudir acompañado por un guía oficial. Nosotros aún no hemos solicitado ningún servicio de este tipo pero nos hemos cruzado con ellos en multitud de ocasiones en los lugares que hemos visitado. Uniformados con su ropa de campo de colores tostados acompañan a pequeños grupos de turistas y escolares por todas partes desde primera hora de la mañana. Son de trato directo y carácter afable y, seguramente, suponen una de las mejores inversiones del parque. Hacen visible el parque a través de una persona, pero además te acercan a la población de las islas que participa directamente en la gestión del lugar.

Centro de crianza de tortugas galápagos en Puerto Ayora

Otro aspecto importante son los programas de control y eliminación de especies invasoras, junto con los centros de crianza de especies amenazadas. Entre ellos destacan, sin duda, la cría de los grandes galápagos, las tortugas emblemáticas y características de cada una de la islas. Hoy hemos visitado el centro recuperación de la isla Santa Cruz en la Estación Científica Charles Darwin y allí hemos disfrutado aprendiendo cómo se lleva a cabo la reproducción de aquellas especies que fueron esquilmadas por diversos motivos. Muchos barcos llegaban aquí a repostar agua y también las utilizaban como alimento, la introducción de cerdos fue nefasta pues devoraban sus huevos…

Crías en estado de cautividad aprendiendo a vivir antes de ser liberadas
Uno de los «padres galápago» del centro de crianza

El calor era asfixiante, se nota que el sol aquí siempre está allá en lo alto. Por eso, al terminar la visita nos hemos ido a la playa que hay en la misma estación científica. Era un lugar idílico. Un cordón de rocas negras cerraba la playa creando una especie de laguna de aguas transparentes sobre la arena blanca. Nuevamente muchísimos peces nadaban, pero hoy hemos descubierto varios ejemplares de vivos colores. Las iguanas salían a tomar el sol sobre las oscuras piedras y debíamos andar con cuidado para no chafarlas, pues son muy abundantes y se camuflan perfectamente. Era divertido verlas escupir sal por sus orificios nasales. Podías sentarte junto a ellas sin que se inmutasen. Ernest y Ferran jugaban con otros niños en la arena y nosotros disfrutábamos relajadamente del mar y del espectáculo natural.

Iguana tomando el sol después de alimentarse bajo el agua

Antes de regresar a casa hemos comido frente al pequeño mercado de los pescadores de Puerto Ayora. Allí una leona marina dormitaba una agradable siesta y, de vez en cuando, un par de crías acudían a molestarla. Una señora limpiaba el banco en el que ella estaba tumbada pero no se ha desplazado un palmo de su posición: ¡qué envidia daba verla tan relajada!

Esta es la única tortuga con la que «contactar»
Siguiendo su ejemplo, nos hemos venido a casa a descansar, pero antes hemos caído en la agradable tentación de tomarnos un riquísimo helado. Chocolate, yogur, maracuyá y frutas del bosque han sido los sabores elegidos para disfrutar del momento. Un día perfecto!
Pasamos un mes en las Galápagos y fueron muchas las experiencias que allí vivimos. En estos artículos puedes seguir descubriéndolas:

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