Un pelícano descansa sobre un mangle

«A la sombra de un mangle rojo estoy mientras Ernest disfruta bañandose en el agua y Pau y Ferran persiguen una iguana que ha venido nadando hasta la playa». Esto es lo que pensaba esta mañana mientras me recostaba en mi toalla sobre la arena blanca de la preciosa playa de los Alemanes, cerca de Puerto Ayora. Relajada iba redactando en mi mente lo que podría ser el inicio de esta entrada al blog: la descripción de un día perfecto que acababa de comenzar.

Realmente hemos empezado el día preocupados nuevamente por nuestra disponibilidad de dinero. Sin embargo, esta vez todo se ha resuelto de un modo tan sencillo que me da pena pensar el tiempo que perdimos anoche sufriendo ante la posibilidad de quedarnos sin «pasta».


Hoy, en el Banco del Pacífico, han escuchado mi petición de sacar dinero manualmente con la mayor naturalidad, atónita observaba a la señora que me ha atendido y yo me sentía como si acabase de llegar de otro planeta. No podía creer que iba ser tan fácil, me había imaginado dando explicaciones y justificándome pero no ha sido necesario. Se nota que este país vive en «la economía del dólar», de hecho la moneda nacional es el dólar americano. Aquí el dinero está para moverlo, a estas islas viajan miles de estadounideses y todo son facilidades para que la moneda fluya.

Las iguanas descansan en el puerto

Mientras yo hacia mis gestiones, Pau y los niños se dedicaban a observar las decenas de iguanas y enormes cangrejos que paseaban por las rocas del puerto junto al que se sitúa la oficina del banco. Es asombroso la naturalidad y tranquilidad con la que aceptan la presencia de los seres humanos. Realmente no sé quién mira a quién. Es, probablemente, lo que más sorprende al visitante de estas islas: por un lado la gran cantidad de fauna que hay en todas partes, especies increíbles que surgen a cada paso; por otro lado, la sencilla convivencia y coexistencia con los seres humanos.

Las inmensas zayapas pasean por las rocas

Nuestros planes eran otros, pero atendiendo a la petición de Ernest, hemos seguido las recomendaciones del dueño de nuestro hostal y hemos ido al puerto a tomar un «taxi-marino» o «aquataxi». Por ochenta centavos el pasaje te llevan a diversos puntos de la isla, cercanos a la capital. Nosotros le hemos pedido qué nos llevase al desembarcadero de donde parte el camino que va a la playa en la que hemos pasado la mañana.

Esperando al «acuataxi» para ir a la Playa de los Alemanes

Ha sido una experiencia increíble. Además de disfrutar del sol y del agua, de la preciosa arena blanca, de los manglares que bordeaban la pequeña bahía y de las negras rocas volcánicas, lo más extraordinario ha sido el incesante ir y venir de criaturas de todo tipo. A pocos metros de nosotros, los pelícanos pasaban el tiempo acicalándose concienzudamente o tratando de pescar algún pez para el almuerzo con su descomunal pico.

Ferran juega con las pequeñas iguanas que pasean por la arena

Las iguanas se paseaban por la playa o chapoteaban sobre las olas pasando de un manglar a otro puesto que en ellos anidan. Las enormes fragatas volaban sobre nosotros cual gigantescas golondrinas. Grandes bancos de peces iban de un lado para otro y un grupo de pequeñas rayas se deslizaban como si planearan sobre la arena. Nosotros nos acercábamos y nos sorprendíamos al comprobar que no se inmutaban ante nuestra presencia. Estos animales no parecen haber desarrollado un temor instintivo a los humanos, probablemente porque nuestra presencia aquí data de fechas muy recientes. Un buen ejemplo de ello es la actitud dócil y juguetona de una de esas rayas que sé ha dedicado a pasar bajo las piernas de Pau mientras Ernest la perseguía.

Las rayas se alimentan junto a los bañistas en la playa

Aprovechando que era sábado, varias familias de lugareños han ido acudiendo a la playa y, a medida que subía la marea, nos hemos ido agrupando bajo las escasas sombras huyendo de las suaves olas y del sol implacable. Hemos disfrutado, entre baños y juegos, hasta la hora de la comida. En ese momento nos ha sorprendido la visita de un joven león marino que se acercado hasta la orilla y se ha aproximado a los bañistas descaradamente como si quisiera preguntarles: «¿Qué hacéis en mi playa privada?»

Los indicadores ayudan a conocer mejor el entorno y promueven su conservación
De camino a las Grietas por la difícil senda (con la marea baja)

Después un ligero tentempie hemos decidido, atrevidamente, acercarnos hasta el paraje de las Grietas. El camino no era largo, pero entre el calor y el irregular suelo volcánico, la caminata entre enormes cactus ha sido árdua. Además hemos tenido que atravesar un par de zonas inundadas por la marea. Si a esto añadimos que nuestro calzado no era apropiado y que Ferran se ha dormido en brazos de Pau, es fácil imaginar que en algún momento hemos dudado de haber acertado con nuestra decisión. Sin embargo, la enorme griega volcánica ha compensado nuestras penalidades. El agua fresca y cristalina que se filtra desde el océano y las surgencias de agua dulce hacen de este rincón un lugar sorprendente, que es aprovechado por los jóvenes de la zona para demostrar su bravura saltando desde las paredes, lo cual suscita la admiración del resto de bañistas.

Saltadores en las Grietas

NOTA: tras unos meses de trabajos, en la actualidad, el acceso a las Grietas ha sido mejorado.

Pasamos un mes en las Galápagos y fueron muchas las experiencias que allí vivimos. En estos artículos puedes seguir descubriéndolas:

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